Artículos
- Detalles
- Escrito por Mikel Apodaka
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Para los jóvenes españoles nacidos en los años cincuenta del siglo XX, la modernidad musical fue un ovni que vimos pasar entre las ondas de unos pocos programas de radio. El rock o el blues, y no digamos el jazz vanguardista, estaban sepultados en el folclor. Fernando Arbex y algunos otros luchaban por sintonizar con las corrientes del pop inglés. Hasta que Teddy Bautista, con su grupo “Los Canarios”, introdujo en nuestro país un soul que en nada desmerecía del mejor fabricado en EEUU. En España nadie ha cantado con tanta potencia y desgarro ese tipo de música, y la fuerza vocal de Teddy iba acompañada de clarividencia artística. Yo tenía dieciséis o diecisiete años cuando Bautista publicó En los bosques de mi mente, una canción vibrante y de estructura compleja, donde incluía varios compases de sintetizador. Los tribunales dictarán sentencia sobre las gestiones positivas o negativas de Teddy Bautista al frente de la SGAE, pero el talento del artista quedará fuera de toda sospecha.
Texto completo, editado por la Red de Bibliotecas de Navarra
- Detalles
- Escrito por Mikel Apodaka
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Esta mañana las flores más atrevidas ya se habían encaramado a los árboles. La primavera pedía pista. Entre recuerdos y sombras los colores me han traído a la memoria los sentimientos asociados a las estaciones; esas sensaciones viejas, quizá a veces prestadas por algún poeta, que hacen latir el corazón, cada una de ellas a un ritmo diferente. Primavera, la más popular; verano, las vacaciones, la mar; otoño, la melancolía, el bosque y las setas; e invierno, el tiempo de vivir hacia dentro, amigos y cine. Me gustaba dejarme acariciar por la dulce baba de cada una de ellas. Incluso me empeñaba en potenciar la emoción e intentaba prolongarla, para que no se escapara ni una sola gota. Luego la vida tiende a estrecharse y aquellas viejas caricias se cuelan ya solo por las rendijas que la rutina deja entre tabla y tabla de la empalizada, seguro que están ahí adrede, pero simulando un despiste. Por eso hay que estar atento, poner coraje y marcar bien el territorio de esa esencia mágica que nos rozó, para que no se la coma la roña; y para llamar la atención a la vida cuando está desatenta y quiere pasar de largo. Sobre todo hay que evitar a toda costa vivir sin darnos cuenta.
- Detalles
- Escrito por Mikel Apodaka
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Al cineasta Stephen Frears le ha dado por contar este año la historia de Philomena Lee, una mujer irlandesa que, tras quedarse embarazada cuando era una adolescente, le obligan a dar a su hijo en adopción.
Muchos han definido esta historia como 'sensiblera' pero yo creo que este es un reproche muy superficial, no solo porque confío en el criterio de alguien como Stephen Frears, que ha rodado películas tan fabulosas como 'Mi hermosa lavandería', 'Ábrete de orejas' o 'Las amistades peligrosas', sino porque doy por supuesto que ha elegido hacerla sabiendo lo que quería contar: una historia sobre una pérdida o para ser más exacta, sobre un robo. O sea que 'Philomena' es una película dura de ver y afectará, sin duda, a la sensibilidad del espectador.
Aunque a mí lo que me interesa, más que hacer una crítica sobre la película es hablar del tema esencial, que son los niños robados.
El año pasado este tema estuvo muy de actualidad y se reflejó en todos los medios de comunicación. Hoy no, y en vista de que nadie vuelve a hablar del tema, parece como si hubiesen aparecido todos aquellos niños. Y no.
En el año 2012 a nosotras, en 'Biografías Personales', nos llegó una mujer llamada Sofía Salazar queriendo contar su historia (hasta aquí, todo dentro de lo habitual) lo sorprendente fue que era una de esas mujeres a las que le habían robado su hijo nada más nacer. Por eso, hablamos con ella, investigamos en archivos y escribimos su historia. Una vez escrita fue la Editorial Alberdania quien la publicó bajo el título 'Cuando nos encontremos' (su caso, en Euskadi, fue sonado porque Sofía es una de las madres a las que se le robó su hijo en el Hospital de Cruces, Barakaldo).
Siempre nos quedamos con la ilusión de pensar que este libro ayudaría a Sofía a encontrar a su hijo, al cual lleva buscando más de 40 años. Todavía no lo ha encontrado. Pero hoy, después de ver 'Philomena' y hablar con Sofía he querido desempolvar este tema con la intención de que no se olvide.
Leer más: Artículo de Beatriz Celaya sobre los niños robados
- Detalles
- Escrito por Mikel Apodaka
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
La novela policiaca ─también llamada novela detectivesca─ es una obra de ficción que tiene como motivo principal el asesinato, cuyo propósito es distraer al lector y mantenerlo en vilo desde la primera a la última página. El personaje principal es un detective o un policía que investiga el caso, provisto de paciencia, intuición y sentido común para avanzar progresivamente en la investigación, con objeto de mantener la intriga hasta el final. Goza de gran popularidad porque su argumento está organizada alrededor del mal, cualidad que atrae al ser humano, quizá por estar arraigada en su propia naturaleza.
Aunque hay algún precedente, fueron el norteamericano Allan Poe (1809-1849) y el francés Émile Gabariau (1832-1873) los pioneros que iniciaron el género y abrieron el camino a la formación de la escuela inglesa, con Conan Doyle (1859-1930) a la cabeza, creador de “Sherlock Holmes” ─el detective de ficción más célebre de todos los tiempos─, a quien siguió Agatha Christie (1890-1976), la prolífica escritora que elevó a la categoría de arte el método deductivo aplicado por su no menos famoso “Hércules Poirot”.
- Detalles
- Escrito por Manu de Ordeñana
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
El abuso de abreviaturas y acrónimos, la exaltación de determinados signos de puntuación y la utilización de emoticonos y otros códigos visuales se ha extendido a la casi totalidad de los cibernautas que se comunican en las redes sociales. Eso hizo creer a algunos sesudos varones que el uso de Internet estaba arruinando el lenguaje escrito, aunque algunas voces ya se han percatado de que tal suposición no tiene fundamento.
Es verdad que la web influye en la manera de leer y, por lo tanto, en la de escribir. El lector digital exige claridad y concisión, una virtud que nunca debe faltar en un texto para ser triunfal. El lector digital valora la calidad del mensaje, la novedad de un juicio certero o la osadía de una interpretación heterodoxa. Hasta aquí, todo el mundo está de acuerdo. Pero de poco sirve el contenido, si el embalaje es defectuoso. Y ese embalaje es el lenguaje que se utiliza para transmitir un pensamiento.
También es verdad que la lectura digital no es igual que la lectura sobre papel. En la pantalla, el lector encara accesorios que lo distraen más fácilmente que si está frente a un material inerte como es el papel. Tiene además facultad para cambiar el tamaño de letra, el color, la nitidez y posiblemente otros atributos que le serán ofrecidos conforme avance la tecnología. Pero todos estos inventos que tienden a mejorar la legibilidad le podrían impedir concentrar la mente para asimilar textos de una mediana dificultad, además del cansancio que produce la lectura prolongada de un dispositivo electrónico.