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El escritor y profesor Seve Calleja presenta la obra “Gabriel Aresti: Una biografía de Bilbao”, donde analiza la vida y obra de uno de los mayores exponentes de la literatura vasca. Hablamos con él sobre el compromiso de Aresti tanto con el euskera como con la sociedad que le tocó vivir y de la villa Bilbao como fuente de inspiración de alguno de sus trabajos más destacados.
Entrevista realizada por David Tijero (http://davidtijeroosorio.com/)
Gabriel Aresti en tres palabras.
Euskaltzale, generoso y vehemente.
Una obra literaria que pueda resumir su estilo, inquietudes y temáticas tratadas a lo largo de su carrera.
Una sola no, Aresti fue poeta, cuentista, dramaturgo, articulista… En todas hay un poso común: la denuncia social. Y una suya se ha vuelto emblemática: Harri eta Herri. Pero ahí están también sus cuentos, menos conocidos.
Bilbao en los textos de Aresti, Aresti en las calles de Bilbao. ¿Mutua necesidad de hombre y ciudad que buscan su identidad?
Este libro muestra que Bilbao fue motivo central de su obra. Pero también es eco de quienes gozaron y sufrieron junto a él. Porque Gabriel Aresti, envuelto en el franquismo, conoció y denunció las bofetadas de la censura y, sobre todo, la indiferencia y el desprecio de algunos de sus coetáneos.
¿Pudo la censura domar en cierto modo su espíritu inconformista?
La censura no doma. Somete y obliga a hacer trampillas, y Aresti era indómito y poco tramposo, por eso resultaba polémico para unos y otros censores.
Los poemas de Aresti no están exentos de ideología. ¿Merma en su calidad literaria o es un valor añadido? Su poemario más conocido, Harri eta herri (Piedra y pueblo), de cuya edición se han cumplido 50 años hace poco, inauguraba un lenguaje nuevo en la poesía vasca.
Leer más: GABRIEL ARESTI SEGÚN SEVE CALLEJA, por David Tijero Osorio
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Me pidió que cerrara los ojos. Le hice caso, y entonces me dijo:
Ahora oyes murmullos, voces, risas. Hace muchos años, sólo se oían los tacones de botas nazis contra los mismos adoquines que ves. Eso, y un silencio sepulcral de fondo ¿Las oyes? Siempre que vengo, trato de recordarlo. Siempre que vuelvas, recuérdalo.
Ecos de una Europa siempre enferma.
Hoy, Pierre se asombraría de los nuevos sonidos que sustituyen a aquellos inquietantes taconeos de los nazis contra los que le tocó luchar, sin saber lo que era una brocha de afeitar.
Allá donde estés Pierre, que sepas que siempre cerraré los ojos en este mismo lugar, tratando de evocar sonidos que ya sean historia.
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Capítulo uno
El peor trabajo del mundo – Algo vibra en el aire
—Hasting-Marchena Asociados, buenas tardes.
»Sí, es aquí.
»Nuestra oferta es muy variada en ese sentido. ¿Tiene algo en mente?
»Cómo no, contamos con un equipo de expertos justo para eso, para asesorarle en este trance tan importante. ¿Podría indicarme qué le ha empujado a llamarnos?
»Entiendo. Siempre es difícil encontrar trabajo a esas edades.
»¿Un seguro? Permítame decirle que es una idea genial, señor. ¿Hace cuánto lo contrató? »Su esposa es una mujer muy afortunada.
»¡Murió! Lo siento. De veras. Acepte mis condolencias.
»En un accidente de coche… con su amante… mientras huía de casa… sí, estoy seguro de que estaba muy arrepentida.
»Conque eso era lo que decía en su nota: «Escupo-sobre-el-recuerdo-de-cada-uno-de-los-días-que-hemos-vivido-juntos». Esas palabras sólo pueden ser consecuencia de un arrebato pasajero, señor.
»La nota estaba corregida… varias veces… con líquido corrector blanco… y tenía media docena de notas a pie de página.
»Entiendo.
»Su hijo no le habla desde entonces.
»Dice que el accidente de su madre es culpa suya, y que ella nunca hubiera muerto de no haberse visto obligada a abandonar la casa familiar.
»Ahá…
»Después de haber nombrado a su terrier galés como único heredero, sólo quiere que su hijo vea cómo desfilan ante sus ojos los millones del seguro.
»Ante sus ojos «ciegos de envidia», sí, perdone.
»Pero si están… No importa.
»Algo sencillo, de acuerdo. ¿Le parece bien veneno?
»No sentiría nada, los primeros efectos de la mezcla son fuertemente sedantes.
»Perfecto. Ahora mismo le tomo los datos para que mi secretaria pueda preparar la documentación. —Samuel le arrancó un trozo al envoltorio del bocadillo a medio comer que tenía sobre la mesa, y anotó un nombre y una dirección en él—. Lea bien el contrato. Y háganoslo llegar firmado si no tiene ninguna objeción.
»Debería recibir su Kit de Suicidio en un máximo de diez días.
»Gracias a usted, señor Gandía.
»Estoy seguro de que su hijo se morirá de envidia, sí.
»No olvide recomendarnos a sus amistades.
»¡Y vuelva pronto!
En días como aquel, Samuel creía tener el peor trabajo del mundo.
¿Te ha gustado? Puedes leer el capítulo completo desde el blog de Abel Amutxategi y comprar la novela desde la propia editorial.
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Cada vez hay más gente que quiere escribir un libro y cada vez hay menos lectores. Si a eso se añade la irrupción del libro digital, la piratería y el avance progresivo del comercio electrónico, no me extraña que el sector editorial ande un poco revuelto. En ámbito tan confuso, el gran perdedor es el escritor honesto, con talento, que no encuentra el camino para que su obra sea leída y poder así obtener un salario digno que le permita seguir escribiendo.
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Su madre sudó lo que no está impreso para poder sacar unas monedas extras al día. Día a día. Meses. Descuidó un tanto al resto de la prole. El era el más fuerte. Tenía una posibilidad.
Llegó el día. Lavó la cara de su hijo por última vez. Lo besó, grabó esa última imagen en su retina y le dio la espalda para que no viera ni una sola de las lágrimas que acabarían en el suelo cuarteado de una miserable aldea de Sudán. Le había dado el dinero, una camisa decente y unas deportivas usadas. En el sueño de alcanzar la costa europea, no hay camino; hay que hacerlo.
Si sobrevives al calor, el hambre, las enfermedades, los bandidos…te queda una posibilidad de tomar un cayuco. Pagas lo que te queda por una plaza. Con suerte, un poco de comida y agua.Y en último término, entregas tu calzado para sobornar al enésimo mafioso que se interpone entre Ayod y el nuevo mundo.
Después, el mar y el tiempo eterno. Miras al cielo, pero los dioses están dormidos.
En Lampedusa no sólo mueren personas. También sueños, amores y esperanzas.
Artículo publicado en El Correo el 22 de abril, con el título de 'Viaje hacia la muerte'