Cuadernos Oxford
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- Escrito por Pedro Tellería
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Ampliemos el foco. Tal vez se produjo en el siglo XX una inversión de valores. O tal vez no. Por ejemplo, si comparamos el tipismo de los bohemios en Baroja con lo freak de un siglo más tarde, hay que preguntarse dónde termina en cada fenómeno el simple pasatiempo lúdico y dónde empieza la intención moral de la mirada. ¿Qué quiso decirnos el donostiarra con Pérez del Canal y su cuadrilla de golfos y bohemios en Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox? ¿Y qué quiso recordarnos con su protagonista Paradox (menos plano, más elaborado)?
Silvestre es un antecedente del raro actual, y ambos emergen a la escritura en situaciones decadentes, cuando la sociedad provoca el fracaso real de las aspiraciones individuales. Cuando la crisis económica, la pobreza o la corrupción empañan de triste locura la nobleza de los deseos.
Y remontándonos en las aguas de la corriente de la literatura llegamos a don Quijote, el primer freak oficial de la historia de la novela moderna. Curiosamente, la decadencia azotaba ya por entonces el reino. En la creación emergen los locos cuando falta cordura en la realidad.
Aparecido en Luke, febrero 2011.
Confíe
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- Escrito por Mikel Alvira
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Como confío en usted
señora
de tan atenta como ha estado siempre
a mis idas y venidas
a mis alertas
a esas fracciones de universo que suelen escapárseme
de entre los dedos
a esos versos que van sin membrete
a esos ocho cuartos de hora
y como habré de confiar
si usted me lo permite
de tan atento como quiero permanecer
a sus idas y venidas
a sus puertas
a la volubilidad innata de sus actos y escarpes y dimes y diretes
ahora que los tenemos
y luego que los tendremos
porque confiar en usted
señora
es mucho más que controlar mi cerebro
cuando le navega los pliegues anhelados de venus
es si me permite la expresión
entregarme al marte del destino
sin preocuparme en el viaje no más
que de sentir el arrimo del suyo
su destino
confiando ciegamente en el mío.
Disculpen si albergo sombras
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- Escrito por Beatriz Celaya
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Voy de asombro en asombro. Leo el pasado sábado en El País a Manuel Rodríguez Rivero que cuenta cómo la editorial Harper Collins ha introducido en sus contratos una "cláusula moral" por la que la compañía se reserva el derecho a rescindir contratos "si la conducta del autor evidencia una falta de la debida consideración hacia las convenciones públicas y morales... (sic)". Vuelvo a El País el domingo y me encuentro con que el propio periódico pide disculpas por lo que Nacho Vigalondo ha escrito sobre el Holocausto en su Twitter (personal) y decide retirarlo (por sus opiniones) de una campaña publicitaria en la que aparecía el director de cine, además de clausurar su blog que alojaba El País Digital.
Y pienso: "Quizá me esté equivocando al sobresaltarme, y obligando al hombre a ser bueno se logrará la sociedad libre que anhelaba Rousseau..."
No lo creo. No creo que ni el ojo avizor de las editoriales ni la espada justiciera de los medios de comunicación nos hagan mejores, quizá sí más cínicos, menos espontáneos y más amargados; lo hemos visto antes en otras represiones, como la caza de brujas de McCarthy, donde no hubo ni muertos ni exiliados pero sí grandes círculos intelectuales que se autocensuraban para no ser reprendidos.
El uni...verso desde una terraza
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- Escrito por Sergio Arrieta
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Hoy mi terraza surca las tinieblas. Sabes, la poesía es celosa. Sólo quiere que le escribas ella y que no te eche una mano la prosa. Porque en un relato podrías describir cómo se parece tu terraza a la proa de un navío. Te lanzarías a una extensión de palabras, sin darte la vuelta para no ver la mirada recelosa de la poesía. Pero incluso en el mar de la prosa ves sus ojos en cada puerto. Sus ojos llorar en cada coma y una mañana de esplín, cuando el día ya ha inundado la terraza con luz, escribes que todo fue un espejismo. Regresas.
Entonces la poesía te mira como lo hacen las mujeres que nos aman, aun después de nuestras huidas. ¿Y dónde has estado, gamberro? Sabes que nadie puede darte lo que te doy en la página. Cuando me desnudo, pierdes tu ropa, si respiro te inspiro y en cuanto te quiero, me tienes. Estás condenado a mi paraíso. Perdido en vida pero tan cerca de la verdad de la muerte, que lo intuyes: soy su única frontera. Aunque cruzarme es encontrarme otra vez. No intentes describir lo que no sabes, simplemente escríbelo. Y cada verso tuyo, mío, será un peldaño que le permitirá al lector subir a la gran terraza del universo. Donde no existen ni la noche, ni el día.
Revolución en la plaza
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Artículo de Luisa Etxenike aparecido en la edición para el País Vasco de El País y titulado 'Revolución en la plaza':
"Lo sucedido en estas últimas semanas, primero en Túnez y luego en Egipto -y la ola se está extendiendo a otras zonas- está concentrando no sólo la atención sino también la emoción de buena parte del mundo. Y es que presenciar en directo cómo dictaduras, arraigadas en esos países desde hace décadas, se desmoronan en unos días por la pura presión de la gente en la calle; o por un empuje desarmado, tejido en el contagio de las redes sociales, en torno a una aspiración de libertad y justicia social; constituye un acontecimiento que trasciende lo político, diría incluso que lo histórico, que evoca algo más. Algo que se sitúa en el territorio de lo que Borumil Hrabal llamaba la "eternidad de lo humano". Porque ¿hay algo más humano que juntarse para querer vivir mejor?
Estamos en el nacimiento de estas nuevas revoluciones -en más de un sentido auténticas revoluciones tecnológicas-, esperemos que puedan alcanzar la madurez; que lo que ha surgido en la espontaneidad social, en el mestizaje y la suma, no acabe ahora devorado por una premeditación política de divisiones y restas; que lo que ha guiado la libertad no lo dirijan ahora sus oponentes. No será fácil la consolidación democrática, pero tampoco parece imposible. Al contrario, hay argumentos para alentar el optimismo. Y quizá el más rotundo sea para mí el que representa el "ejército" de voluntarios que, al día siguiente de la caída de Mubarak, se formó en El Cairo para limpiar la plaza Tahrir y sus alrededores. Miles de personas, de todas las edades, hombres y mujeres, que, sin conocerse, de manera espontánea, se ponen juntas a barrer, fregar, recoger mantas, retirar escombros y basura, pintar o recolocar adoquines, es decir, que se ponen a la común tarea de dejar como nuevo, para todos, el espacio de todos, constituyen más que argumentos, cimientos para la confianza. Su gesto -que además las nuevas tecnologías nos han permitido seguir en vivo y al detalle- expresa tanta responsabilidad hacia los demás, tanto respeto por lo colectivo, tanta madurez pública que no puedes sino verlo como un excelente augurio democrático, como el perfecto prólogo de un final feliz. Ese gesto a mí me ahuyenta la preocupación.
En realidad me la deslocaliza; me saca la preocupación de allí y me la acerca. Porque si limpiar la plaza pública es un signo inequívoco de madurez social, es decir, un cimiento democrático, ¿qué significa mancharla? ¿Qué sentido hay que darle, qué augurio atribuirle a la suciedad por nuestras calles que sólo remedian los servicios públicos? ¿Cómo hay que considerar las botellas y vasos por el suelo, los orines en cualquier parte, los papeles y envoltorios infinitos que nos encontramos en horario adulto o infantil, después de una fiesta o después de nada o de sólo una actividad o un juego corrientes? ¿Cómo hay que tomárselo? Creo que muy en serio, como la necesidad urgente aquí de una actualización, revolución democrática en la plaza.