Colaboraciones en prensa
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- Escrito por Elena Moreno Scheredre
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Hace años, el director de un centro de transfusiones que funcionaba sin problemas necesitaba aumentar su stock. Para conseguir su propósito puso una prima a los donantes. Como consecuencia de esta “estrategia” las donaciones cayeron. Para paliar el problema subieron nuevamente las primas, creando un departamento que supervisara acciones enfocadas a la donación. La sangre, que hasta entonces había sido donada, alcanzó, debido a los costes de gestión, el precio del oro. Los grandes expertos en economía y estrategia llegaron a la conclusión de que el ser humano se movía por interés económico o por interés moral, pero nunca por las dos cosas a la vez.
El capitalismo, la economía liberal, nos prometió la felicidad, nos pidió que confiáramos en sus proyectos y así lo hicimos. Ellos, los imperios financieros con sus aliados políticos a la cabeza fueron construyendo la sociedad del bienestar. Y por hacerlo breve, resultó que la felicidad que nos habían diseñado y que habíamos aceptado no colmaba nuestras necesidades, quizás porque el hombre se adapta a todo y además porque había un nuevo factor con el que no se había contado; el de la comparación con los otros
Comenzó una carrera desenfrenada y sin lógica para alcanzar al que iba delante. Quiero ser más rica y más guapa que aquella. Esa persecución vana e ineficaz de la felicidad, sin escoger la lógica de sus propias aspiraciones, sin acordar las decisiones con los demás no reflejaba más que impotencia al vernos atrapados en nuestras propias trampas. La acumulación de riqueza que el capitalismo ha sido capaz de generar está fundada sobre unas coordenadas absurdas si lo que buscamos es la felicidad y no otra cosa. El mundo que nos espera no es aquel que figura en nuestro mapa, y la perplejidad de este momento solo debe durar el tiempo suficiente como para reaccionar. No nos hagamos los tontos. ¿Cómo aceptar que esa economía deje fuera los elementos más importantes para el bienestar del ser humano; La educación y la salud?
El lehendakari hizo un discurso interesante sobre los pensadores en unas jornadas de pensamiento y reflexión sobre la sociedad contemporánea el pasado Julio, pero yo quiero aceptar y añadir mi parte de error. Hemos dejado al pensamiento morir de inanición. Hemos abandonado a los pensadores, sumiéndoles en la pobreza económica si eran incómodos al poder o sometiéndoles a ideologías en el caso contrario, castigados, recluidos en una soledad inadmisible. Nos hemos quedado sin referencias éticas y está claro que es la contradicción la que pone en funcionamiento el pensamiento. Ahora, como ya dije en otra ocasión, los políticos sacaran las chaquetas de sport, irán a las campas descamisados a contarnos lo que ya sabemos y nos pedirán que les creamos. Nos gustaría creerlos, así que, les suplico revisen las listas electorales y saquen de ellos aquellos que no estén preparados para creer que el pensamiento es el futuro. Es, casi una súplica. Una llamada a lo que quede de interés moral.
Publicado en El Correo (Opinión) domingo, 7 octubre
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- Escrito por Francisco Javier Irazoki
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Paseo por Copenhague. Según los datos de cultura, paz social, economía y arquitectura, es la urbe del mundo donde mejor viven las personas. Su historia no fue tan idílica. Los siglos XVIII, XIX y XX, con epidemias de peste, guerras y ocupación nazi, la sumieron en caos, pobreza, dictadura. Las dificultades han desembocado en una democracia ciclista para cuerpos fibrosos. Hoy la amabilidad y los gestos civilizados son los deportes nacionales. Esta perfección y el orden limpio podrían resultar insulsos, pero han sido realzados por un espíritu de creatividad. Algunos notorios músicos norteamericanos de jazz se instalaron aquí. El saxofonista Ben Webster, el pianista Kenny Drew o el trompetista Thad Jones contribuyeron a las variedades estéticas. La reapertura del Jazzhus Montmartre, la construcción de una Ópera de acústica afamada y las formas futuristas del distrito Orestad consolidan los entusiasmos artísticos. Desde hace más de cuarenta años, la ciudad tiene también su alternativa libertaria, el barrio Christiania, donde aproximadamente mil habitantes viven sus creencias hippies (aunque descreídos de las drogas duras). Acaso gracias a la influencia de los primeros inconformistas, el paseante disfruta con la proporción justa de automóviles en el reino de las bicicletas. Contra el clima áspero se ha pensado un urbanismo a favor del placer y, con tiempo soleado, los lectores ocupan las sombras de árboles y terrazas. Su afición la limita un ligero aislamiento, porque en las librerías se exhibe insuficiente litera- tura extranjera. En verano, Hamlet, príncipe de Dinamarca, consuma su otra venganza en los grandes parques de Copenhague: el arte de vivir.
Aparecido en El Cultural.
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- Escrito por Luisa Etxenike
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Muchos de los eventos culturales que se producen en Euskadi tienen, en mi opinión, una vida tristemente corta o desaprovechada. Llegan, pasan, pero se pierde demasiadas veces la oportunidad de analizar sus aportaciones y aplicarlas a la actualidad. Una oportunidad que es de oro, porque muchos de esos eventos proponen visiones inteligentes del presente, esto es, con capacidad para bien entenderlo y orientarlo. Es el caso, por ejemplo, del encuentro Ideas para cambiar el mundo que se celebró hace unas semanas en Bilbao y que nos dejó reflexiones y propuestas valiosas que convendría aprovechar más. Como estas palabras que el escritor Ramiro Pinilla pronunció durante su conferencia Cómo se debe contar la historia: “Pasaremos página, pero no sin antes haberla leído”. El cese de la violencia de ETA nos coloca en el pliegue del antes y el después, o en el movimiento de un pasar página. Y creo que hay que aprovechar decididamente esa oportunidad de una página nueva. Pero situarse en una hoja “en blanco” no significa actuar a ciegas, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera un texto anterior. Lo hay. Y la manera en que ese texto previo influye en el presente sin obstaculizarlo, es decir, sin impedir la rotunda novedad que un tiempo sin ETA debe suponer, constituye una de las responsabilidades fundamentales de nuestra convivencia democrática; una responsabilidad con ramificaciones constantes, con aplicaciones diarias. Como al caso del etarra Iosu Uribetxeberria, cuya excarcelación acaba de decidir el juez de Vigilancia Penitenciaria.
La decisión de excarcelar a un preso gravemente enfermo deja, a mi juicio, poco margen para la oposición. Lo prevé la ley, y además lo dicta el humanismo. Y creo que es fundamental representarlo así, describirlo como lo que es: una opción y una concesión de la democracia, y, desde luego, una decisión íntima, dignamente humana. Y no dejar que lo manipulen, y lo propongan como una victoria propia los terroristas y su entorno, es decir, quienes durante decenios han atacado, despreciado, la democracia y el humanismo. Y me parece esencial también colocar esta decisión en perspectiva, situar ésta página actual (y las que puedan venir, porque parece lógico que un nuevo tiempo sugiera una nueva orientación para la política penitenciaria) en su sitio, en su condición de página pasada, pero no de página suelta, desconectada de todo lo anterior. Y conectar supone recordar, tener presente en el presente de esta excarcelación que Iosu Uribetxeberria fue uno de los terroristas que mantuvieron secuestrado a José Antonio Ortega Lara, en condiciones de espanto, durante 530 días, y las circunstancias en que se produjo su liberación: las Fuerzas de Seguridad encontraron el zulo sin la colaboración del etarra presente en el lugar. El cese de la violencia de ETA nos sitúa en el después. Pero de un antes, que hay que leer e interpretar atentamente para darle la vuelta a la hoja.
Artículo aparecido el 3 de septiembre en la edición vasca de El País.
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- Escrito por Luisa Etxenike
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La intervención de Julian Assange desde el balcón de la Embajada de Ecuador en Londres y sus repercusiones en el debate político y diplomático internacional creo que merecen abordarse y analizarse interrogativamente. ¿A alguien que se encuentra en la situación de tener que comparecer ante la Justicia de un país democrático para responder, desde un estatuto reconocido de presunto inocente, de unos cargos de Derecho común que están recogidos en un Código Penal; a una persona en esa situación puede aplicársele propiamente la condición formal, o incluso verbal, de asilado político? ¿Qué término reservamos entonces para quienes tienen que escapar de regímenes probadamente totalitarios porque allí son perseguidos por actos o dichos que no figuran en los Códigos Penales de ninguna democracia (a diferencia de delitos como el abuso sexual o la violación, que sí están en todos)? ¿No supone poner en riesgo considerable la coherencia democrática y de las relaciones internacionales, el descolocar y desnaturalizar un concepto tan fundamental como el asilo político aplicándolo a casos como el primero citado?
¿No habría que aprovechar el enorme interés que está suscitando el caso Assange para centrar precisamente algunos debates. Entre ellos y de manera prioritaria, porque, aunque a estas alturas ya casi no lo parece, de eso se trata en este asunto, el de la violencia sexual contra las mujeres? ¿No habría que abordar la multiplicación de escándalos sexuales, abusos, violaciones contra mujeres que implican ahora mismo a hombres poderosos y/o famosos? ¿No es significativa la manera en que estos asuntos se presentan últimamente ante la opinión pública; ese situar enseguida en un segundo plano las agresiones sexuales en sí, para colocar en primerísimo otras consideraciones que diluyen o trastornan la lógica de las responsabilidades? O por preguntarlo de otro modo: ¿no se está convirtiendo en una tipología de defensa, en estos casos, el transformar al presunto autor de un delito de violencia sexual, en una víctima de otra cosa: persecución, conspiración, censura políticas? ¿No es acaso la libertad sexual de las mujeres un ingrediente básico de la libertad sin más, es decir, un fundamento de la condición democrática? Y entonces, ¿no constituye otra temeridad política y social relegarla al arcén o al trastero de los debates públicos, sobre todo cuando esos debates se implican, como ahora, en asuntos tan serios como la libertad de expresión?
¿Y no habría que aprovechar este momento para reparar el concepto mismo de libertad de expresión, que debe de estar bastante averiado cuando se utiliza para atacar o poner en duda las garantías y los tribunales de las democracias más consolidadas, y no para cuestionar Gobiernos o regímenes que dejan, en materia de derechos y libertades ciudadanas, mucho que desear? ¿Más que averiado cuando, en nombre de la transparencia, extiende las cortinas de humo?
Artículo aparecido en la edición vasca de El País.
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- Escrito por María Eugenia Salaverri
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Todo lo bueno acaba, y esta larguísima semana enloquecida y enloquecedora ha llegado a su fin. ¿Qué se hicieron las damas, sus tocados, sus vestidos, sus olores?, preguntaba Jorge Manrique. Que en versión bilbaína sería, ¿qué fue de los concursos gastronómicos, las cañas en las terrazas, los feriantes, los cómicos, los artistas, los comparseros, la pregonera y la txupinera? ¿Qué de los toreros con sus medias rosas y sus bailarinas a lo Carla Bruni, de los aperitivos en hoteles, de los políticos que se mueren por salir en las fotos, los fuegos artificiales y los vendedores de falsificaciones? “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”, diría Rutger Hauer en Blade Runner. Pero yo creo que no. Que en nuestra memoria quedarán los momentos felices que vivimos con nuestro pañuelito al cuello, mientras los mosquitos nos cosían a picotazos y hacíamos nuevos amigos o reencontrábamos a los viejos.
El suelo del Arenal a la noche. Eso sí que es realismo sucio y no lo de Carver —obsérvese la nota culta; si es que conmigo, si se me sabe leer, se aprende mucho—. ¡Pero cuánto hemos disfrutado chapoteando en esa mugre, con los pies cocidos como langostinos, porque si vas ahí en sandalias, fijo que pillas una septicemia! Cómo hemos cantado con La Otxoa, esa Niña de San Francisco, libre, alegre y generosa, que nos ha hecho partirnos la caja de tanto reír. ¡Que se quite Lady Gaga y viva esta Lady Gansa!
Me lo decía Paz, mi vecina jubilada: “Chica, qué asco; esto se acaba y ahora toca el latazo de las erecciones vascas. Los políticos, a pelear y a usar al ciudadano de cabeza de turno. Somos sus chivos respiratorios y esto es la pesadilla que se muerde la cola”. Y razón no le falta a la mujer. Así que armémonos de paciencia, y cuando nos den la murga, defendámonos recordando las dos mejores canciones de estas fiestas: Libérate y Resistiré.
Napoleón decía del champán que ante la victoria es merecido y ante la derrota es necesario. Yo hoy abriré la última botella que me queda de las fiestas y brindaré por todos nosotros. ¡A su salud y a la mía, y que haya mucha suerte!
Artículo aparecido el 27 de agosto en la edición vasca de El País.