Todo lo bueno acaba, y esta larguísima semana enloquecida y enloquecedora ha llegado a su fin. ¿Qué se hicieron las damas, sus tocados, sus vestidos, sus olores?, preguntaba Jorge Manrique. Que en versión bilbaína sería, ¿qué fue de los concursos gastronómicos, las cañas en las terrazas, los feriantes, los cómicos, los artistas, los comparseros, la pregonera y la txupinera? ¿Qué de los toreros con sus medias rosas y sus bailarinas a lo Carla Bruni, de los aperitivos en hoteles, de los políticos que se mueren por salir en las fotos, los fuegos artificiales y los vendedores de falsificaciones? “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”, diría Rutger Hauer en Blade Runner. Pero yo creo que no. Que en nuestra memoria quedarán los momentos felices que vivimos con nuestro pañuelito al cuello, mientras los mosquitos nos cosían a picotazos y hacíamos nuevos amigos o reencontrábamos a los viejos.

El suelo del Arenal a la noche. Eso sí que es realismo sucio y no lo de Carver —obsérvese la nota culta; si es que conmigo, si se me sabe leer, se aprende mucho—. ¡Pero cuánto hemos disfrutado chapoteando en esa mugre, con los pies cocidos como langostinos, porque si vas ahí en sandalias, fijo que pillas una septicemia! Cómo hemos cantado con La Otxoa, esa Niña de San Francisco, libre, alegre y generosa, que nos ha hecho partirnos la caja de tanto reír. ¡Que se quite Lady Gaga y viva esta Lady Gansa!

Me lo decía Paz, mi vecina jubilada: “Chica, qué asco; esto se acaba y ahora toca el latazo de las erecciones vascas. Los políticos, a pelear y a usar al ciudadano de cabeza de turno. Somos sus chivos respiratorios y esto es la pesadilla que se muerde la cola”. Y razón no le falta a la mujer. Así que armémonos de paciencia, y cuando nos den la murga, defendámonos recordando las dos mejores canciones de estas fiestas: Libérate y Resistiré.

Napoleón decía del champán que ante la victoria es merecido y ante la derrota es necesario. Yo hoy abriré la última botella que me queda de las fiestas y brindaré por todos nosotros. ¡A su salud y a la mía, y que haya mucha suerte!

Artículo aparecido el 27 de agosto en la edición vasca de El País.