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Javier Gil Díez-Conde nos comparte en exclusiva las primeras páginas de su última obra En sueño ajeno (Tábula Rasa Ediciones), una novela que se define como una “comedia cruel”, basada en la percepción de la realidad como espectáculo.

Sinopsis:

Un insólito viaje a través de los sueños que lo es también por el tiempo. En esto deriva lo que, en principio, iba a ser la búsqueda física de Orosia Ceresuela por media Europa, desde el momento en que Internet -la Red de redes- cae en todo el continente, dejando electrónicamente tirados a millones de usuarios. Un viaje que en lo espacial se extiende al otro lado del océano, pero que sobre todo se interna en el intrincado mental de la ensoñación y la realidad. Y en medio de una historia de amistad a prueba de ideologías.

Secuela de “Rumorada” –aunque independiente de ella-, en esta novela su autor vuelve a la obsesión de los habitantes del aislado valle pirenaico de Solano del Puerto por conseguir, a cualquier precio, el ansiado ascenso de su club de fútbol, condenado irremisiblemente a la categoría regional. Así pese a los autoritarios esfuerzos de su presidente y alcalde del pueblo, la bárbara condición aborigen de su entrenador, la intervención de una banda mafiosa para blanquear dinero y, especialmente, el encono cainita entre dos facciones municipales, enfrentadas por el uso de la fabla local, desde antiguo olvidada en el valle. Dándose la casualidad de que la única persona que la domina es la farfullona periodista Orosia Ceresuela, voluntariamente desaparecida por hartazgo del lugar y su vecindario. Como reza el subtítulo: fantasía transfronteriza para bombo y charanga. Y en esas, cierto rumor nada menos que desde Bruselas da alas a tales obsesiones…

Todo ello envuelto en ecos de lo que su autor, en su estética dramática, viene a llamar “comedia cruel”, basada en la percepción de la realidad como espectáculo.

Puedes leer las primeras páginas del libro a través del siguiente enlace:

En una galaxia muy lejana, los planetas vecinos han firmado un acuerdo de paz tras años de cruentas batallas, sumiendo a la población en el tedio más absoluto.

Con el fin de acabar con el aburrimiento, han organizado un campeonato de originalidad interplanetario. El Alto mando de uno de esos planetas, llamado Quinto Pino, se ha propuesto ganar la próxima edición a toda costa.

Con este objetivo, deciden enviar en misión especial a La Tierra, y más concretamente a Bilbao al Capitán Pocoví, un agente de moral distraída, rácano hasta la médula, imán de situaciones surrealistas y gamberro incorregible.

La misión: averiguar el origen del colorido y alegría que caracterizan a esa peculiar ciudad y poder reproducirlos en su mundo, haciendo así la vida más llevadera.

Pocoví acepta la misión y entonces…FLOP!, aparecerá en La Tierra, aunque no siempre en el lugar y la época programados, y tratará de integrarse, reportando oportunamente a sus superiores, cuya fascinación por nuestra cultura y costumbres no hará más que crecer.

¿Servirá la experiencia de Pocoví para ganar la próxima edición del campeonato?

Los inicios como reportero

En su juventud, aquel boxeador y promesa del fútbol que fue Ryszard Kapuściński escribía versos. Sus primeras publicaciones fueron aparecieron en 1949 por el semanario Ayer y hoy (Dziś i jutro). El autor es entonces un joven de diecisiete años, miembro, como tantos otros, de las juventudes comunistas polacas (Związek Młodzieży Polskiej). En medio del espíritu dinámico, de reconstrucción del país que ha sido devastado por la Segunda Guerra Mundial, cursa el último año en el Instituto Stanisław Staszic de Varsovia y está a punto de conseguir su primer trabajo fijo en un periódico. 

Precisamente en su instituto se celebra un debate sobre poesía, sobre cuál es la dirección que debe tomar ésta. Los estudiantes discuten sobre cinco poemas de sendos autores, con el fin de encontrar entre ellos un modelo a seguir. Del acto se hizo eco la revista Renacimiento (Odrodzenie). Lo sorprendente de todo ello es que entre los autores escogidos estuviera Kapuściński. Así, además de Vladimir Mayakovski, epítome del poeta comprometido con el socialismo, y dos pesos pesados de la poesía polaca, Kazimierz Wierzyński y Konstanty Ildefons Gałczyński, se analizó un poema del joven aprendiz, Manzanas rosadas (Różowe jabłuka). Éste salió lógicamente perjudicado de la comparación con un gigante como Mayakovski, pero la crítica se centró curiosamente en el contenido ideológico de su poesía, en el hecho de que “no acentúa con más fuerza su filiación política, como sí lo hizo Mayakovski[1]”.

Así, el hecho de que el futuro reportero cultivara entonces la corriente dominante del Realismo socialista no le reportó en ese momento grandes alabanzas. De esta manera, por primera vez se pone de manifiesto una de las constantes de nuestro objeto Kapuściński: su obra ha contado siempre con una importante difusión, gracias a la controversia que genera. Es decir, el suyo es un difícil equilibrio entre la originalidad y la ortodoxia. Si fuera un extremista, no habría tenido ningún éxito, mientras que un contenido previsible cansaría a los lectores.

Por otra parte, aquel encuentro poético no fue sólo el pistoletazo de salida para la recepción reproductiva de la obra de Ryszard Kapuściński en su país, sino también el de otro tipo de acogida más interesante, la productiva. Y es que el debate sirvió de inspiró al gran escritor y director de cine Tadeusz Konwicki, que lo incorporó en la trama de su novela En la obra (Przy budowie).

En ese mismo año entra a trabajar en la redacción de El Estandarte de la juventud, un periódico que emula al Konsomolskaya Pravda[2] soviético, y se matricula en la Universidad de Varsovia..

En 1951 cruzó por primera vez la frontera para cubrir en Berlín Oriental el Encuentro de los Jóvenes Soldados por la Paz, aprovechando la circunstancia para recorrer la RDA. Inmediatamente después publicó su primer gran reportaje, que se subdivide en dos ciclos recogidos por El Estandarte de la Juventud: el primero lo compuso en solitario y el segundo lo coescribió con Stefan Skrobiszewski.

Como se puede ver, el Kapuściński viajero alumbra al Kapuściński reportero. Ambos estiran al máximo sus estancias en el extranjero, una constante en su vida. Con todo, el viaje al país vecino es un hecho tan excepcional como aislado, ya que no se repetirá hasta que en agosto de 1956 sea enviado a Kiev con motivo del Congreso Mundial de la Federación de las Juventudes Democráticas. Esta vez, la estancia dura una semana y es la segunda de la serie de cuatro encuentros de jóvenes comunistas, que se completan con los de Varsovia de agosto de 1955  y de Moscú del verano de 1957. De todos ellos, el viaje iniciático a Berlín fue el único merecedor de un reportaje.

 

La primera polémica: Kapuściński en boca de todos

La publicación en 1955 de su columna Esto también es cierto sobre Nowa Huta (To też jest prawda o Nowej Hucie) constituye un punto de inflexión en la trayectoria profesional del joven periodista. Una vez acabada la carrera de Historia, Kapuściński vuelve a la redacción de Sztandard Młodych, que está en plena metamorfosis. Ahora la directora es Irena Tarłowska, y la orientación es otra: muerto Stalin en 1953, corren aires aperturistas.

El autor polaco fue muy consciente de la importancia del momento, que marca una nueva etapa en su obra. Es entonces cuando toma conciencia de la fuerza de la palabra escrita, adoptando la postura del intelectual comprometido. Así lo explicaba él mismo en El mundo de hoy, KAPUŚCIŃSKI (2004:25): 

El texto se llamaba Esto también es cierto sobre Nowa Huta. Nuestro periódico logró incluir mi artículo, que era muy crítico, por decirlo así. Nowa Huta estaba a destinada a ser nuestro “triunfo económico” ejemplar. Como estudiante, yo había trabajado allí y conocía las terribles condiciones de vida y de trabajo. En el momento en que se publicó el artículo se armó un gran escándalo y tuve que ocultarme…

Ocultarme, ¿pero cómo?

Pues sí, los obreros que eran amigos míos, me protegieron. En cualquier caso, el escándalo duró mucho tiempo. Por fin se designó a una comisión para que investigara mis afirmaciones, la cual confirmó todo lo que yo había dicho…y me concedieron la Cruz de Oro al Mérito.Tenía veintitrés años.

Aquella experiencia me insufló moral. Me hizo ver que escribir era arriesgarse, y que, en el fondo, no importaba tanto el hecho en sí de que se publicara un trabajo, como las consecuencias que se seguían. Cuando uno opta por describir la realidad, su escritura influye sobre esa realidad.

Por otra parte, el revuelo armado se convierte en su pasaporte al extranjero.El nuevo salto cualitativo de Kapuściński, se debe al interés de su directora, Irena Tarłowska, por apartarle de las protestas. Recordemos que esa atmósfera revisionista que trajo el deshielo tuvo un sangriento reflejo en la RDA, Polonia y Hungría: primero estalló la sublevación de 1953 en Alemania del Este, luego el junio de 1956 de Poznań, y finalmente la Revolución húngara de otoño del mismo año. Así que su jefa mandarlo fuera del Bloque del Este, a la India, a donde viaja en septiembre de 1956.

A la vuelta de la India debe modificar el itinerario previsto, debido a que el Canal de Suez está siendo bloqueado. Aterriza accidentalmente en Kabul, donde es retenido por carecer de visado. De forma que la visita es doble y la cosecha también, porque la aventura le inspira dos series de reportajes: El camino por Afganistán (Droga przez Afganistan) y La India de cerca (Indie z bliska). Ambos aparecen entre diciembre del 56 y marzo del 57 en las páginas de El Estandarte de la juventud. En este punto podemos apreciar otra constante en la obra de Kapuściński: sacar partido de los contratiempos, máxime cuando un viaje puede dar fácilmente para varios.

De estas primeras grandes estancias y del desconcierto que le produjo el encuentro con otras culturas muy diferentes a la suya, especialmente la china, el reportero deja constancia en Viajes con Heródoto, una vuelta a su juventud que es un canto al arte de viajar y de escribir sobre ello.

Volviendo a la atmósfera que se vivía en Polonia durante la segunda mitad de los cincuenta del siglo pasado, los temores de su jefa eran más que fundados. Así, el nuevo comité de redacción elegido democráticamente por los trabajadores de la misma es disuelto y sustituido por otro impuesto. Como muestra de repulsa, el grueso de la redacción del periódico, con Kapuściński entre ellos, abandona El Estandarte de la juventud en marzo de 1958  El joven periodista encuentra trabajo en la Agencia Polaca de noticias, (PAP o Polska Agencja Prasowa). A finales de año decide compaginar dicha tarea con la de reportero de la sección nacional de la revista polaca Política (Polityka).

 

[1]       „Nie akcentuje silniej swej przynależności politycznej, jak to uczynił Majakowski”. De “Debate sobre la poesía en el instituto Staszic de Varsovia” („Dyskusja o poezji w gimnazjum im. Staszica w Warsza-wie”), Renacimiento (Odrodzenie), 1950, n. 10, p. 5. 

[2]       La Verdad del Joven Comunista (Komsomólskaya Pravda, Комсомо́льская пра́вда) es un diario rusode cobertura nacional, actualmente el segundo de mayor tirada. Ello a pesar de que fue fundado en 1925  como órgano oficial de las juventudes del Partido Comunista de la Unión Soviética, el Komsomol. En 1930 recibió la Orden de Lenin.

 

Amelia Serraller, en Cenizas y fuego. Crónicas de Ryszard Kapuściński.

Encuentra esta lectura por aquí y conoce la trayectoria de Amelia Serraller en su página de autora.

 

A veces, aunque afortunadamente no a menudo, uno encuentra la aguja en el pajar en que se ha convertido la oferta literaria de este país. Digo no a menudo porque si fuera rutina dejaría de resultar divertido.

Hablamos de Enrique Gallud Jardiel, nietísimo del escritor y dramaturgo Enrique Jardiel Poncela.

Escritor productivo donde los haya, aunque muy mirado en la extensión de sus obras, está especializado en la crítica despiadada y la desmitificación de textos clásicos, por lo pedantes y pesados que tienden a ser, al igual que sus autores, y raro es el día que no maldigo por no haberlo conocido antes y obligarlo a un divertido careo con mis profesores de lengua y literatura.

Y como los gamberros de la tinta (salvando la distancia y disculpen la arrogancia), tendemos a encontrarnos sin remedio, me pinché con la aguja.

Tuvo la gentileza de dedicar dos libros de tamaño misal a mi hija, por aquello de que les une la pasión por la historia y en cuanto he tenido un hueco, he metido mano al primero.

HITOS MALDITOS DE LA HISTORIA, se titula (lo raro es que no se le haya ocurrido simplificarlo como MALDHITOS DE LA HISTORIA), y lo publica Glyphos Editorial.

A partir de la segunda página, el lector baja la velocidad de lectura y desconecta el ojeo diagonal automático, para saborear cada párrafo, cosa que hice en un vuelo a Sevilla, con los codos pegados al costillar, consecuencia de las tarifas baratas. Acabaremos pagando aún menos, pero contribuyendo al despegue como los Picapiedra. Y si no, al tiempo.

Bueno, como os decía, se dedica a caricaturizar personajes históricos cuyos méritos para alcanzar la fama son más bien escasos o nulos y que se prestan al implacable vitriolo del narrador sin mostrar apenas resistencia.

En ocasiones, aporta datos fidedignos; en otras, son descaradamente añadidos, y en muchas, le hace dudar a uno que, lejos de pretender acudir a Google para aclarar la incógnita, se acaba instalando en ese limbo en el que al fin y al cabo, reside la magia y el arte del autor.

Enrique se pasea con soltura a lo largo de milenios, observando desde un rincón oculto las miserias que acompañaron a todos estos tipejos y tipejas a los que el azar les otorgó la posibilidad de brillar aunque fuera por un momento pese a no dar el kilo, ser zánganos de manual, déspotas, tiranos caprichosos y endiosados cuyos aportes a la humanidad quedaron en rojo. Mirándolo bien, añade un punto de color a seres de carboncillo que nunca debieron destacar.

Especialmente llamativo e hilarante me ha resultado el capítulo dedicado a Rómulo y Remo, en el que hace traducciones torticeras al latín, con palabros que se saca de vaya usted a saber qué manga, pero que brillan por su genialidad, al punto de que acabé sonriendo como un tonto, como cuando leía a Mendoza en la fría y gris soledad de la Alemania del Este.

Muy recomendable en estos tiempos que corren.

Y aún más lo hubiera sido tiempo atrás, si hubiese sido coetáneo de cada uno de sus personajes.

 

Luis A. Bañeres




La tensión puede masticarse en un rincón del Savoy. Mientras el sol machaca los cuerpos puestos a secar en la playa que muere a pocos metros, el Carrier del local escupe bruma a la atmósfera cargada,  dejando un leve zumbido que preside el silencio apenas roto por monosílabos.

La partida respeta las normas de siempre: anónima, límite de quinientos en el tapete, depósito de eso mismo, rotación de jugadores con tres rondas sin mojar. Las copas se descuentan de la fianza y el callejón angosto impide salidas de urgencia.

El caballero sentado de cara a la barra lleva desde que entró tres horas sin levantarse y cuatro Negrinis.

No lleva gafas que oculten sus ojos negros. Los sabe rentabilizar, así que, ¿para qué?

Pasa una mosca bordeando su nariz, pero no consigue un parpadeo y el insecto va a morir, frustrado, con un chasquido en la luz violeta que le resulta insoportable, como una mujer fatal.

Quien se sienta justo en frente no soporta el peso de esa mirada y disimula su inferioridad mascando un chicle, como ha visto en tantas pelis. Esconde su limitación tras unas lentes baratas que no van con su apurado afeitado.

Se ha sentado bajo el torrente de aire, para evitar las comprometedoras perlas del sudor que le traicionan.

El camarero rompe la quietud dando brillo a una bandeja de acero pulido, que devuelve al ojo atento un leve destello de la jugada de su oponente, que acaba de abrir con cien pavos.

Rojos y negros han bailado por un segundo.

Y entonces se dirige al otro y le dice que hay que repartir de nuevo. Éste se sorprende y se despoja de sus gafas en otra pose ensayada.

-He visto levemente tus cartas -le explica.

-¿Ah, sí? ¿Y qué has visto? -pregunta el otro, creyéndose dueño de algo por primera vez en su vida.

La parroquia observa atentamente la escena, que ni los insectos se atreven a estropear.

-Rojos y negros. Lo suficiente -La mirada penetrante no se aparta del cachorro que acaba de dejar su caseta segura.

-Puedo llevar póker. O repóker. -replica burlón un Steve McQueen venido a menos.

El cachorro reclama que le tiren un palo.

-Pero nunca una escalera -sentencia el otro, dejando elegantemente las cartas boca arriba y pidiendo un quinto trago, que esos momentos saben mejor en remojo.

El perro busca rápidamente un gesto apropiado en sus registros de filmoteca, pero no puede con la campana que apremia, ni con el sudor que ya se derrama, y se lleva el palo, pero en las costillas. Vuelve renqueante a su caseta segura. Que le den al palo.

La lección, bien mirado, le ha salido a precio de saldo.

El mazo vuelve a bailar en manos expertas y el camarero deja el Negrini en la mesa, asiente con respeto y se apresura a anotar una muesca más en el currículo de la vieja escuela.

 

Luis A. Bañeres