Cámara Oscura (Septiembre 2012)
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A veces el cine nos trae muestras de la literatura que se hace en otros países. Es el caso de Profesor Lazhar, película dirigida por Philippe Falardeu y protagonizada por Mohamed Fellag. La cinta –nominada al Oscar a la mejor película en habla no inglesa en 2011– está basada en la obra de teatro Bashir Lazhar de Évelyne de la Chenelière, un ejemplo de lo que han dado en llamar Literatura Francesa de Canadá o Literatura de Quebec. Una de las características de esta literatura, además de expresarse en francés, es la de abordar una realidad multicultural, inmigrante. Precisamente, el texto teatral de la canadiense incide en los problemas de identidad de un argelino que intenta obtener el estatuto de refugiado político al tiempo que sustituye a una maestra en una escuela primaria de Montreal. La complejidad de la sustitución no se debe sólo a la condición inmigrante del protagonista, sino también al hecho de que la maestra se ha suicidado mientras sus alumnos estaban en el recreo, y que ha sido uno de ellos quien ha descubierto el cadáver. La rotura de la normalidad afecta a todos los integrantes de un colegio que desea pasar página cuanto antes, hacer como si la muerte de la profesora Lachance fuese una pieza más del curso escolar. La aparición de Lazhar pone en evidencia, sin embargo, la multitud de sentimientos que el suicidio ha provocado en los alumnos: desde la incomprensión a la rabia pasando por la culpabilidad. La forma de dar clase del nuevo profesor choca además con el sistema lectivo canadiense: Lazhar es un entusiasta, un hombre que ama lo que hace y lo transmite a su clase –al igual que Robin Williams en El club de los poetas muertos, aunque de forma más contenida–, que acaba sucumbiendo a su encanto. Lo que no saben de Lazhar es que ha tenido que huir de su país, han asesinado a su familia, ha experimentado en carne propia el miedo y el sufrimiento del terrorismo. De ahí que no entienda cómo en la tierra prometida canadiense desee alguien quitarse la vida. La dificultad del texto original –un monólogo en el que el profesor desgranaba todos los acontecimientos solo en el escenario– se subraya en el film gracias a la labor de su protagonistas (tanto el profesor como alguno de los niños), reflejando a la perfección las tensiones personales, las contradicciones de unos alumnos que se preguntan si ellos tuvieron algo que ver en la reacción de su maestra. Y todo ello en un sistema sobreprotector que quiere evitar a toda costa la naturalidad que supone sentir el dolor o manifestarlo en público.
Artículo aparecido en la revista Luke del mes de septiembre
Cuadernos Oxford (Septiembre 2012)
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- Escrito por Pedro Tellería
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El tiempo de la vida es la novela que Roberto Lastre ambientó en la Cuba de la que huyó. La novela, fuera de las erratas que él mismo reconoce con humor, está muy bien escrita y parte de una situación verídica: los casi veinte años que un hombre pasó encerrado en casa de su madre hasta que, siguiendo su propio consejo, emprendió una huida a Miami que se reveló como una encerrona para procesarlo y condenarlo. Pero más allá de la historia, que queda abierta en numerosos frentes, el libro retrata con acidez y tristeza la Cuba de Castro, con la omnipresencia de un régimen presuntamente revolucionario pero en el fondo totalitario donde la pobreza material se aúna con la indigencia moral de sus dirigentes y de muchos conciudadanos, obsesivos cumplidores de la ortodoxia comunista. Canto a la libertad, denuncia de la sinrazón de las dictaduras, periplo mental de un Ulises inverso que aguanta veinte años sin salir de la isla, el libro contiene suficientes resonancias, ecos, guiños y segundas lecturas como para convertirlo en un modesto descubrimiento particular. Con sus gotas de realismo maravilloso, de filosofía contemplativa, de costumbrismo urbano, de sexualidad caribeña, de simbolismo narrativo, su lectura me ha atrapado y me ha descubierto toda la dimensión literaria de Lastre, el fiscal que huyó de la isla caribeña para recalar en Vitoria y continuar su vida como si tal cosa. Es preciosa la simbología de las palomas y de las lechuzas como lo es el equilibrio y el contraste entre el protagonista, Román, que no se despega de su abnegada y ambigua madre, y su padre, un marino que abandonó a su familia y aprovechó uno de sus viajes para perderse en Oriente con su nueva amante. Su libro me recuerda a las dos novelas que no hace tanto tiempo Ikusager publicó del ruso Serguey Dovlátov, el periodista que huyendo de la URSS se refugió en Nueva York, donde siguió bebiendo todo el alcohol del mundo y escribiendo con vitriólica lucidez sobre el gélido infierno soviético.
Aparecido en la revista cultural Espacio Luke del mes de septiembre.
'Radio París' (21 de septiembre 2012)
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- Escrito por Francisco Javier Irazoki
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Paseo por Copenhague. Según los datos de cultura, paz social, economía y arquitectura, es la urbe del mundo donde mejor viven las personas. Su historia no fue tan idílica. Los siglos XVIII, XIX y XX, con epidemias de peste, guerras y ocupación nazi, la sumieron en caos, pobreza, dictadura. Las dificultades han desembocado en una democracia ciclista para cuerpos fibrosos. Hoy la amabilidad y los gestos civilizados son los deportes nacionales. Esta perfección y el orden limpio podrían resultar insulsos, pero han sido realzados por un espíritu de creatividad. Algunos notorios músicos norteamericanos de jazz se instalaron aquí. El saxofonista Ben Webster, el pianista Kenny Drew o el trompetista Thad Jones contribuyeron a las variedades estéticas. La reapertura del Jazzhus Montmartre, la construcción de una Ópera de acústica afamada y las formas futuristas del distrito Orestad consolidan los entusiasmos artísticos. Desde hace más de cuarenta años, la ciudad tiene también su alternativa libertaria, el barrio Christiania, donde aproximadamente mil habitantes viven sus creencias hippies (aunque descreídos de las drogas duras). Acaso gracias a la influencia de los primeros inconformistas, el paseante disfruta con la proporción justa de automóviles en el reino de las bicicletas. Contra el clima áspero se ha pensado un urbanismo a favor del placer y, con tiempo soleado, los lectores ocupan las sombras de árboles y terrazas. Su afición la limita un ligero aislamiento, porque en las librerías se exhibe insuficiente litera- tura extranjera. En verano, Hamlet, príncipe de Dinamarca, consuma su otra venganza en los grandes parques de Copenhague: el arte de vivir.
Aparecido en El Cultural.
Pasar página atentamente
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- Escrito por Luisa Etxenike
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Muchos de los eventos culturales que se producen en Euskadi tienen, en mi opinión, una vida tristemente corta o desaprovechada. Llegan, pasan, pero se pierde demasiadas veces la oportunidad de analizar sus aportaciones y aplicarlas a la actualidad. Una oportunidad que es de oro, porque muchos de esos eventos proponen visiones inteligentes del presente, esto es, con capacidad para bien entenderlo y orientarlo. Es el caso, por ejemplo, del encuentro Ideas para cambiar el mundo que se celebró hace unas semanas en Bilbao y que nos dejó reflexiones y propuestas valiosas que convendría aprovechar más. Como estas palabras que el escritor Ramiro Pinilla pronunció durante su conferencia Cómo se debe contar la historia: “Pasaremos página, pero no sin antes haberla leído”. El cese de la violencia de ETA nos coloca en el pliegue del antes y el después, o en el movimiento de un pasar página. Y creo que hay que aprovechar decididamente esa oportunidad de una página nueva. Pero situarse en una hoja “en blanco” no significa actuar a ciegas, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera un texto anterior. Lo hay. Y la manera en que ese texto previo influye en el presente sin obstaculizarlo, es decir, sin impedir la rotunda novedad que un tiempo sin ETA debe suponer, constituye una de las responsabilidades fundamentales de nuestra convivencia democrática; una responsabilidad con ramificaciones constantes, con aplicaciones diarias. Como al caso del etarra Iosu Uribetxeberria, cuya excarcelación acaba de decidir el juez de Vigilancia Penitenciaria.
La decisión de excarcelar a un preso gravemente enfermo deja, a mi juicio, poco margen para la oposición. Lo prevé la ley, y además lo dicta el humanismo. Y creo que es fundamental representarlo así, describirlo como lo que es: una opción y una concesión de la democracia, y, desde luego, una decisión íntima, dignamente humana. Y no dejar que lo manipulen, y lo propongan como una victoria propia los terroristas y su entorno, es decir, quienes durante decenios han atacado, despreciado, la democracia y el humanismo. Y me parece esencial también colocar esta decisión en perspectiva, situar ésta página actual (y las que puedan venir, porque parece lógico que un nuevo tiempo sugiera una nueva orientación para la política penitenciaria) en su sitio, en su condición de página pasada, pero no de página suelta, desconectada de todo lo anterior. Y conectar supone recordar, tener presente en el presente de esta excarcelación que Iosu Uribetxeberria fue uno de los terroristas que mantuvieron secuestrado a José Antonio Ortega Lara, en condiciones de espanto, durante 530 días, y las circunstancias en que se produjo su liberación: las Fuerzas de Seguridad encontraron el zulo sin la colaboración del etarra presente en el lugar. El cese de la violencia de ETA nos sitúa en el después. Pero de un antes, que hay que leer e interpretar atentamente para darle la vuelta a la hoja.
Artículo aparecido el 3 de septiembre en la edición vasca de El País.
El puente
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- Escrito por José Serna Andrés
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SI hay algo que tenemos que reconocer es que las Olimpiadas tienen un significado universal donde los pueblos y personas de alta cualificación a nivel deportivo se confrontan sin armas. Hay pueblos que tienen más posibilidades que otros para obtener el famoso oro y el medallero porque, al fin y al cabo, también los Juegos Olímpicos son el escaparate de un mundo de países ricos y pobres, pero no hay duda de que gracias a este evento miles de atletas trabajan duro para conseguir sus objetivos.
En este maremágnum de situaciones a uno le ha llamado especialmente la atención la presencia de ese atleta sudafricano, Oscar Pistorius, que, sin tener un año de vida, ya sufrió la amputación de sus piernas por debajo de la rodilla. No pueden quedar atrás los miedos y las dudas de su familia al tomar tal decisión. Después llegaron sus experiencias infantiles en el ámbito escolar, muy negativas, al parecer. A pesar de todo él se ha empeñado en decir que no es un minusválido, que es una persona sin piernas.
Un caso así ha salido adelante porque nuestro protagonista ha tenido que vivir entre buena gente. Buena gente en los equipos deportivos que le han ayudado a llegar hasta aquí. Buena gente en su familia que ha tomado decisiones arriesgadas y no ha reparado en gastos durante toda su vida para conseguir todo lo que necesitaba. Buena gente su madre, que no ha podido ver sus éxitos actuales, pero que en una carta escrita hace mucho tiempo le decía: "Un perdedor no es quien llega el último, sino aquel que se sienta y mira y nunca ha intentado correr". Y buena gente él mismo que lo primero que hace al terminar una carrera es felicitar a sus rivales.
A lo largo de su carrera deportiva ha conseguido muchos premios como paralímpico, pero su sueño ha consistido en crear un puente entre paralímpicos y olímpicos. Ya intentó competir en las olimpiadas de Pekín, pero no lo consiguió, y ha competido en estos juegos olímpicos desde una situación de tú a tú, que no desde una situación de igualdad. Y lo que a uno le llama la atención es que incluso ha tenido problemas, a lo largo de su historia de competiciones, para poder participar. Se ha objetado que las prótesis de carbono que lleva le dan un plus de velocidad. Hay quien pensará que el progreso humano consiste en elaborar unas prótesis que le permitan la participación en un evento deportivo, pero otras personas pensamos que el verdadero progreso humano es aquel en el que podemos seguir pensando que es posible avanzar hacia una sociedad más incluyente o inclusiva.
A estas alturas sabemos que ha sido eliminado en su competición de los 400 metros, pero ya ha competido en otros eventos mundiales y promete seguir haciéndolo. Y a uno le llama la atención porque, desde una situación de vulnerabilidad, alguien ha sabido superarse e incluso cuando llega a un límite se propone otra meta igualmente alta, como es la de seguir preparándose para participar en las Olimpiadas de Río de Janeiro.
En definitiva, nos encontramos con la primera persona amputada, y palalímpica, que ha participado en unos juegos olímpicos, y además en atletismo. Ha hecho de puente entre atletas olímpicos y paralímpicos, con el simbolismo que conlleva. Conviene decir a los distintos comités que han velado para que se cumplan las normas, que este atleta ha sido elegido en su país por sus méritos y que si su prótesis de fibra de carbono ha sido considerada como una ayuda técnica, y eso está prohibido, debemos ser capaces de analizar las normas con los ojos del corazón, y eso humaniza a una sociedad.
No hay duda de que este joven, que también tendrá sus defectos, ha crecido desde dentro mediante grandes esfuerzos personales y sacrificios en unos tiempos de sequía respecto a tales valores. Y que además de tener sueños a corto plazo relacionados con el deporte tiene planteamientos profesionales, con sus estudios de empresariales, porque, al igual que en el campo deportivo, desea dar pasos en la sociedad al lado de las personas con discapacidad y sin discapacidad.
Artículo aparecido el 28 de agosto en Deia.