SI hay algo que tenemos que reconocer es que las Olimpiadas tienen un significado universal donde los pueblos y personas de alta cualificación a nivel deportivo se confrontan sin armas. Hay pueblos que tienen más posibilidades que otros para obtener el famoso oro y el medallero porque, al fin y al cabo, también los Juegos Olímpicos son el escaparate de un mundo de países ricos y pobres, pero no hay duda de que gracias a este evento miles de atletas trabajan duro para conseguir sus objetivos.

En este maremágnum de situaciones a uno le ha llamado especialmente la atención la presencia de ese atleta sudafricano, Oscar Pistorius, que, sin tener un año de vida, ya sufrió la amputación de sus piernas por debajo de la rodilla. No pueden quedar atrás los miedos y las dudas de su familia al tomar tal decisión. Después llegaron sus experiencias infantiles en el ámbito escolar, muy negativas, al parecer. A pesar de todo él se ha empeñado en decir que no es un minusválido, que es una persona sin piernas.

Un caso así ha salido adelante porque nuestro protagonista ha tenido que vivir entre buena gente. Buena gente en los equipos deportivos que le han ayudado a llegar hasta aquí. Buena gente en su familia que ha tomado decisiones arriesgadas y no ha reparado en gastos durante toda su vida para conseguir todo lo que necesitaba. Buena gente su madre, que no ha podido ver sus éxitos actuales, pero que en una carta escrita hace mucho tiempo le decía: "Un perdedor no es quien llega el último, sino aquel que se sienta y mira y nunca ha intentado correr". Y buena gente él mismo que lo primero que hace al terminar una carrera es felicitar a sus rivales.

A lo largo de su carrera deportiva ha conseguido muchos premios como paralímpico, pero su sueño ha consistido en crear un puente entre paralímpicos y olímpicos. Ya intentó competir en las olimpiadas de Pekín, pero no lo consiguió, y ha competido en estos juegos olímpicos desde una situación de tú a tú, que no desde una situación de igualdad. Y lo que a uno le llama la atención es que incluso ha tenido problemas, a lo largo de su historia de competiciones, para poder participar. Se ha objetado que las prótesis de carbono que lleva le dan un plus de velocidad. Hay quien pensará que el progreso humano consiste en elaborar unas prótesis que le permitan la participación en un evento deportivo, pero otras personas pensamos que el verdadero progreso humano es aquel en el que podemos seguir pensando que es posible avanzar hacia una sociedad más incluyente o inclusiva.

A estas alturas sabemos que ha sido eliminado en su competición de los 400 metros, pero ya ha competido en otros eventos mundiales y promete seguir haciéndolo. Y a uno le llama la atención porque, desde una situación de vulnerabilidad, alguien ha sabido superarse e incluso cuando llega a un límite se propone otra meta igualmente alta, como es la de seguir preparándose para participar en las Olimpiadas de Río de Janeiro.

En definitiva, nos encontramos con la primera persona amputada, y palalímpica, que ha participado en unos juegos olímpicos, y además en atletismo. Ha hecho de puente entre atletas olímpicos y paralímpicos, con el simbolismo que conlleva. Conviene decir a los distintos comités que han velado para que se cumplan las normas, que este atleta ha sido elegido en su país por sus méritos y que si su prótesis de fibra de carbono ha sido considerada como una ayuda técnica, y eso está prohibido, debemos ser capaces de analizar las normas con los ojos del corazón, y eso humaniza a una sociedad.

No hay duda de que este joven, que también tendrá sus defectos, ha crecido desde dentro mediante grandes esfuerzos personales y sacrificios en unos tiempos de sequía respecto a tales valores. Y que además de tener sueños a corto plazo relacionados con el deporte tiene planteamientos profesionales, con sus estudios de empresariales, porque, al igual que en el campo deportivo, desea dar pasos en la sociedad al lado de las personas con discapacidad y sin discapacidad.

Artículo aparecido el 28 de agosto en Deia.