Puertas laterales
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- Escrito por Luis A. Bañeres
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Existen dos tipos de personajes que, habitualmente, irrumpen en escena por una puerta lateral: los artistas y los poderosos.
Tienen una sola cosa en común: se aseguran de que haya abundante audiencia esperando su aparición, y retrasan un tanto su entrada para crear expectación.
Muchas son, sin embargo, las diferencias entre ambos:
Los artistas, por lo general, nos proporcionan entretenimiento, evasión, expectación. Despiertan nuestra ilusión.
Los poderosos, sin embargo, nos provocan incertidumbre, miedo, prudencia o, en todo caso, esperanza; siempre que calcemos calaña del mismo número.
Generalmente visten de forma impecable, lucen sonrisa enlatada, cuidándose de ocultar el goteo de sus colmillos. Se dirigen a uno con fuerte determinación, disponen de asesor de imagen y de un ejército de abogados.
Conviene desconfiar de quienes aparecen por una puerta lateral que no se encuentre en un cine o teatro.
Sólo las persona nobles y con buenas intenciones entran por la puerta principal, de cara.
Unicamente las personas con intereses oscuros e intenciones abyectas surgen por nuestros flancos, como lo haría un depredador.
Y tarde o temprano acaban saliendo por la puerta trasera, sin aplausos, con abucheos, y a menudo esposados.
Cartografía de lo incomparable
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- Escrito por Luisa Etxenike
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Cada vez está más claro que el discurso con el que la izquierda abertzale quiere arrancar, en este periodo postETA, es el de la equivalencia, según el cual en Euskadi ha habido en estos años un conflicto armado cuyas responsabilidades y consecuencias se equilibran, por ello, entre los dos bandos enfrentados.Y sabemos también que esa —a mi juicio, inaceptable— versión de lo sucedido está, y probablemente siga, contando con el apoyo del PNV de Iñigo Urkullu, como se puede deducir de su reciente afirmación de que el lehendakari es un "exponente" de ese conflicto político vasco, palabras éstas que considero injustas y además, temerariamente antidemocráticas.
No sé lo que cree que puede ganar el líder nacionalista desacreditando de este modo las instituciones y la legitimidad de las mayorías parlamentarias; a mí me parece que muy poco, sobre todo cuando lo comparo con lo que puede perder, con lo que podemos perder todos con semejantes enunciados. Lo que puede perder su partido —cualquier partido político—, nuestra sociedad, y el afianzamiento presente y futuro de la democracia en Euskadi. Porque sembrar el descrédito y el irrespeto en la estructura institucional y en los mecanismos del juego democrático es fragilizar la democracia, abrirle flancos de vulnerabilidad frente a los ataques de las intolerancias, las demagogias, los populismos.
Es, además, y si se me permite la expresión, echar leña al fuego de por sí arrasador de la cultura antidemocrática que ha nacido y crecido, al amparo de la violencia terrorista, en amplios sectores de nuestra sociedad y de nuestra juventud. ¿Olvida el señor Urkullu que un tercio de nuestros jóvenes o legitima la violencia o se muestra frente a ella indiferente? ¿No cree el máximo dirigente del PNV que ese dato compromete muy seriamente no sólo el avance y la consolidación de esta nueva etapa postETA, sino el futuro de nuestra convivencia? ¿No lo considera, por utilizar una expresión muy acorde con los tiempos, una hipoteca para nuestra democracia, que puede conducirnos a más de una forma de desahucio cívico? Insisto en considerar que esta postura del líder nacionalista supone, en un momento tan crucial como el que vivimos, una ruina para la vida y el debate políticos en nuestro país —cuya base no puede situarse en la desconsideración o la deslegitimación institucional— y una temeridad.
En este panorama de equivalencias, pretendidas por la izquierda abertzale y alentadas según se ve por el PNV, parece más esencial que nunca reconocer y afianzar los terrenos de la diferencia, los planos de la distinción. Constituir con la precisión de un auténtico mapa de ruta, una cartografía de lo incomparable. Una cartografía en relieve de lo que, en lo sucedido en Euskadi en estos años, no puede ni debe en modo alguno compararse. No merece, ni histórica ni política ni social ni moralmente, ser comparado.
Artículo aparecido en El País el 7 de noviembre.
Pañuelos
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- Escrito por Luis A. Bañeres
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Pocas son las prendas que presentan tal versatilidad. Objetos indisociables para las damas de alta alcurnia que abandonaban distraídamente para que les fuera devuelto por el caballero escogido. Con millones tocaron sus cabezas los hippies en los 70. Los lucieron deportistas a modo de diadema y se anudan al cuello en las fiestas de muchos pueblos. Secaron el sudor, taponaron heridas o improvisaron torniquetes en miles de películas. Ondearon al viento en muchos andenes para llorar un adiós y junto al claxon salvaron muchas vidas al permitir franquear el paso a través de un tráfico espeso. Indicados para saludar a distancia, recoger pruebas de un crimen, transportar mariposas o guardar el perfume de la mujer deseada. De todos los colores podremos verlos en en un espectáculo de magia. Formaban parte de la indumentaria de los cowboys para protegerse del polvo de la tierra árida.
Hoy día las damas de alta alcurnia usan iPhones. Los hippies están al borde de la extinción. Está prohibido circular con urgencia y en muchos casos, el papel de celulosa y la camiseta rotulada han sustituido al pañuelo tradicional. La magia está a otro nivel y los cowboys conducen camionetas que no levantan polvo del asfalto que cubrió el camino de tierra. El pañuelo se usa hoy para otros fines: borrar las huellas de un delito, ocultar el rostro de una mujer por imposición religiosa, ocultar el rostro avergonzado del corrupto a la salida de un juzgado o alabar la faena de un torero para pedir orejas o rabo. Injusta involución para una prenda tan solidaria.
Aparecido el 6 de noviembre en El Correo.
Sobre la muerte y el alma
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- Escrito por Luis A. Bañeres
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
El Maestro explica al alumno en qué consiste la muerte:
—La muerte no es más que una disociación irreversible de cuerpo y alma. No hay que temerla. Es parte de la vida, y como tal hay que aceptarla.
—¿Duele la muerte, Maestro?
—Depende del tipo de muerte. Cuando el alma abandona el cuerpo, puede hacerlo bajo distintas circunstancias:
»Si el cuerpo sólo presenta una pequeña rendija, entonces el alma fluye a través de ella con dificultad, está enredada y no puede liberarse. Llamamos agónica a esta muerte. Puede ser lenta y dolorosa.
»Si, por el contrario, el cuerpo no opone ninguna resistencia a la fuga del alma, queda relajado. Lo llamamos muerte dulce.
»Puede producirse también por accidente. Entonces, el alma escapa de forma repentina, abrupta, espontánea; como arrojada del cuerpo por la inercia. El intenso dolor no llega a percibirse apenas, ya que dura milésimas de segundo. Muerte accidental.
»En ocasiones, el alma está debilitada, enferma, atormentada. No tiene fuerzas para escapar. Le pasa a quien sufre un trauma terrible e irreparable como la pérdida de un hijo. Se conoce como muerte en vida.
»Habrás oído hablar también de la muerte clínica. Se produce cuando el cuerpo está mantenido de forma artificial, por un hilo de vida y el alma está sujeta a él como si se tratara de un globo con gas. El qué hacer con ese hilo es objeto de intensos debates.
»Otras veces es el alma quien provoca la muerte, impulsada por un dolor físico o espiritual que no puede soportar. Se llama suicidio.
»Por último, tenemos el caso en que alguien se antepone a la muerte de otro ser y ofrece la suya a cambio, o da a luz una vida nueva y deja la propia en el empeño. Más que morir consiste en dar la vida.
El alumno se queda pensativo durante unos instantes.
—¿Qué pasa con el alma en ese caso?
—El alma pasa a la persona a la que se ha protegido o dado la vida. Vive en él para siempre y es deber del receptor cuidar de ella con tanta determinación como le fue entregada.
Pistas falsas
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- Escrito por Luisa Etxenike
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Se está imponiendo la idea y la imagen de que la Conferencia de Aiete se ha organizado y cerrado así, con la celeridad y las conclusiones que sabemos, para ofrecerle a ETA y su entorno una pista de aterrizaje, y también la consideración de que esa iniciativa era por ello necesaria y, para algunos, incluso imprescindible, que era algo que había que hacer. Me preocupa ese enfoque por muchas razones. En primer lugar, porque sitúa, una vez más, la carga de la responsabilidad donde no se debe, del lado de la sociedad vasca, y no donde se debería, en el terreno de ETA y su entorno. Entiendo que hablar de una pista de aterrizaje necesaria equivale, en ese sentido, a suscribir que corresponde a la sociedad vasca el papel de aceptadora y facilitadora, o que es tarea de nuestra sociedad no rebelarse ante ciertos planteamientos —esencialmente el que asume la citada Conferencia y que describe lo sucedido en estos años como un "conflicto armado" del que derivan consecuencias a resolver ahora, bilateralmente, entre las dos partes enfrentadas—, que es tarea social no rebelarse ante ese tipo de planteamientos, dejarlos estar, para ponérselo a ETA lo más fácil posible. Equivale, en definitiva, a invertir de nuevo el protagonismo de la deuda: en lugar de insistir en el debe colosal que ETA tiene con la sociedad, imaginar y enredarse en la hipótesis de que es la sociedad la que tiene que poner una vez más de su parte, de que es la sociedad la que le debe algo a ETA, la que debe concederle algo a ETA para que ésta lo deje para siempre.
Hablar de pista de aterrizaje necesaria es además, en mi opinión, una manera de proponer una visión distorsionada del propio vuelo de ETA, o de su capacidad para seguir volando. O si se prefiere, una manera de no insistir en que cualquier aterrizaje de ETA era ya de emergencia, porque se había quedado sin aire y sin combustible para seguir, porque la sociedad y los instrumentos de su democracia la habían dejado sin lo uno y sin lo otro, sin más margen de maniobra que el de plegarse a la evidencia de la firmeza del Estado de Derecho y del rechazo social, y apagar sus motores definitiva, irreversiblemente. No insistir en esa realidad del "sin aire" equivale, a mi juicio, a suscribir la tesis del "ni vencedores ni vencidos", esto es, a apoyar el propósito de que, después de este punto final, ETA pueda asentar alguna forma de postdata de negociación, consideración, contraprestación, reales o simbólicas.
No comparto ni la idea ni la imagen de esa pista de aterrizaje imprescindible. Considero que las inversiones de deuda, las distorsiones de diagnóstico, las equivalencias de responsabilidad que introduce en el debate —en un momento en que todo debe tener una calidad inaugural, de cimiento— son coordenadas erróneas, anotaciones injustas de la longitud y la latitud, históricas, sociales y morales de lo sucedido aquí en estos años. Son inaceptables e instransitables pistas falsas.
Artículo aparecido en la edición vasca de El País.