Existen dos tipos de personajes que, habitualmente, irrumpen en escena por una puerta lateral: los artistas y los poderosos.

Tienen una sola cosa en común: se aseguran de que haya abundante audiencia esperando su aparición, y retrasan un tanto su entrada para crear expectación.

Muchas son, sin embargo, las diferencias entre ambos:

Los artistas, por lo general, nos proporcionan entretenimiento, evasión, expectación. Despiertan nuestra ilusión.

Los poderosos, sin embargo, nos provocan incertidumbre, miedo, prudencia o, en todo caso, esperanza; siempre que calcemos calaña del mismo número.

Generalmente visten de forma impecable, lucen sonrisa enlatada, cuidándose de ocultar el goteo de sus colmillos. Se dirigen a uno con fuerte determinación, disponen de asesor de imagen y de un ejército de abogados.

Conviene desconfiar de quienes aparecen por una puerta lateral que no se encuentre en un cine o teatro.

Sólo las persona nobles y con buenas intenciones  entran por la puerta principal, de cara.

Unicamente las personas con intereses oscuros e intenciones abyectas surgen por nuestros flancos, como lo haría un depredador.

Y tarde o temprano acaban saliendo por la puerta trasera, sin aplausos, con abucheos, y a menudo esposados.