'El mendigo sincero'
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- Escrito por María Eugenia Salaverri
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Frente a mi casa hay un banco que cada año, por estas fechas, se convierte en el lecho de algún indigente, de modo que verano tras verano los vecinos hemos visto ya toda clase de mendigos: altos, bajos, bordes, majos, jóvenes, viejos,... Creíamos conocer el catálogo entero, pero el de este año nos ha sorprendido. Y gratamente. Para empezar, el tío va limpio como una patena. No sé cómo lo hará, pero es así. Y, además, es muy simpático con todo el mundo sin pasarse ni ponerse pelma. "En las fiestas, como en la vida", le oí decir el otro día, hablando con orgullo de su banco, "hay que saber situarse. Si te ubicas mal, vas de cráneo. Pero, como sepas colocarte en el sitio justo, ¡la vida es gloria bendita!"
A este hombre, un filósofo que se refiere a sí mismo como "gestor de la caridad ajena", le divierten mucho nuestras bilbainadas, como ésa de montarnos una Semana Grande nada menos que con nueve días. También tiene sus teorías sobre la idiosincrasia bilbaína. En su opinión, los bilbaínos tenemos el bolsillo muy suelto con quienes nos provocan una sonrisa. Y, como él conoce su oficio y sabe dar al cliente lo que quiere, cada mañana coloca ante su banco un cartón grande en el que ha escrito "SOY SINCERO" y, junto a él, varios cartones más pequeños con peticiones concretas. Un cartón dice: "Para vino"; otro: "Para whisky"; otro: "Para kalimotxo"; y el último: "Para resacas".
Dependiendo del día y la hora, la gente va echando más moneditas en un cartón o en otro, y el negocio funciona. "Hay que evolucionar y analizar la sociedad", comenta él, "y el tiempo de dar pena se ha pasado. Hoy hay que divertir. Todo el mundo tiene problemas y el personal no quiere latazos. Además, si pides para comer, es posible que te traigan un bocata guarro. ¡Y uno ya no se lleva cualquier cosa a la boca, que hay que ser selectivo!"
Dicho lo cual, para ilustrar la frase, se inclinó sobre su zurrón, sacó una botella de Rioja cuya etiqueta decía "Reserva", y le pegó un buen lingotazo con cara de satisfacción. "Y ahora, que me quiten lo bailao", declaró. Y, qué quieren que les diga, yo creo que no le faltaba razón.
Artículo aparecido el 26 de agosto de 2011 en El País.
'Tauromaquia o así'
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- Escrito por María Eugenia Salaverri
- Categoría de nivel principal o raíz: Colaboraciones
Hitchcock lo advirtió ya: nunca hay que rodar con niños ni con animales. Pero la máxima vale también para las columnas periodísticas: la mejor forma de meterte en un follón es escribir de niños y animales. Y sobre niños, aún, porque todo el mundo es partidario de los niños siempre que los aguanten sus padres y no den la tabarra a los extraños. Pero los animales... ¡ése es otro cantar; ahí hay debate!
Bien, pues yo me la voy a jugar sincerándome: no sé qué pensar del tema de los toros. Veo a los antitaurinos movilizándose en la Aste Nagusia, diciendo que quieren abrir conciencias, cuando lo que quieren realmente es cerrar plazas, y me preocupa no tener una opinión, porque un columnista sin opinión es como un dentista que cobra en blanco: algo inaudito. Hombre, tengo una pseudo-opinión, porque no me gusta que los animales sufran y me apena que el toro sangre, pero tampoco soy partidaria de que se prohíban las corridas. ¿No sería mejor que fueran perdiendo público ellas solitas, que es lo que parece que está pasando? A ver si me explico: es como si nos planteáramos prohibir que la gente se llame Chindasvinto, o Marciano, o Isósceles. ¡Pero si ya nadie va a llamarse Chindasvinto! ¡Si no quieren llamarse Isósceles ni los triángulos! Si todo el mundo quiere tener nombres normales. ¿Entonces, para qué prohibir los raros?
Pero no es ésa la única duda que me asalta. También me pregunto si un defensor de animales siente la misma saña contra la pesca de la lubina, la recolección del mojojón o las campañas de desratización. ¿Qué hace un antitaurino si encuentra en su casa cucarachas? ¿Se las carga, las deja a su bola? Lo ignoro, la verdad. Y me planteo más dudas, porque pienso que no será igual matar a un toro enamorado de la Luna, que abandona por la noche la maná, que matar a un toro nihilista, que le da todo igual y que está harto de la vida. ¿Pero quién puede adivinar la idiosincrasia de un toro?
En esas estoy, algo agobiada, la verdad, cuando me llama una amiga y me dice que ha tenido un sobrinito. "¿Cómo se llama?", le pregunto. "Pange Lingua", dice; "es que nació en plena JMJ y ya ves". Y oye, me ha dejado muerta.
Aparecido en la edición vasca de El País el 25 de agosto de 2011.
'No sé qué ponerme'
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- Escrito por María Eugenia Salaverri
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Cualquiera que me conozca sabe que no soy dada al chovinismo. Pero admitámoslo: a nuestras fiestas no las gana nadie a abiertas y acogedoras. Aquí todo el que viene es bien recibido. ¿Que igual se le recibe tirándole harina y huevos y poniéndole como un Ecce Homo? Pues sí, es cierto, pero no lo hacemos por maldad o desprecio, sino al contrario: en Bilbao rebozamos al extranjero con cariño, para que se sienta admitido como uno más. Como si le dijéramos: "Mira, últimamente hemos cogido la costumbre de reunirnos multitudinariamente, rebozarnos unos a otros como si fuéramos rabas o gambas en gabardina, y dejar todo el recinto festivo hecho una guarrada. Y como esto va camino de convertirse en una tradición, te vamos a poner perdido, para que te sientas integrado y participes". Y el extranjero lo agradece, se alegra un montón y tira también unos cuantos huevos para celebrarlo.
En otros sitios eso no pasa. Hay lugares en los que, si no conoces a los nativos, andas más perdido que Falete en Naturhouse. Los extranjeros vagan por las calles como pollos sin cabeza, sin saber dónde ir y, si tienen un familiar, quizá les lleve a alguna caseta, pero luego parecerá que le deben la vida. ¡En Bilbao no necesitamos familiares; aunque hayas nacido en un huevo Kinder te cuelas en cualquier lado!
Y con la ropa, igual. Hay ciudades superexquisitas y estás todo el día agobiada: "Que no sé qué ponerme; esto no va con esto otro..." Aquí eso no es problema. Las propias pintas de Marijaia ya dicen: vete como quieras, porque peor de lo que voy yo va a ser difícil. Y eso relaja mucho. Tanto que un amigo mío, Fito, se ha hecho un disfraz de galáctico con un protector solar de coche, de esos plateados. Se rodea el cuerpo con él, lo ata con un cinturón, ¡y a las txosnas, a bailar! Claro, a medida que baila, el disfraz se va cayendo, pero no es problema; vuelve a subírselo y dice que es un modelo "palabra de honor". En cualquier otro lugar le detendrían y se lo llevarían atado. Bien, pues en las txosnas está triunfando y todo el mundo quiere bailar con él y sacarse fotos. Y es que no es chovinismo, créanme; es que somos muy abiertos.
Aparecido en El País el miércoles 24 de agosto de 2011
'Piolín en Bilbao'
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- Escrito por María Eugenia Salaverri
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A mí Kirmen Uribe me despierta mucha simpatía. Y no porque escriba estupendamente y haya hecho un pregón espléndido, que también, sino, sobre todo, por la paciencia y el estoicismo con que viste su traje de pregonero. El tío va por ahí sonriendo a todo el mundo como si le pareciera normal que durante nueve días (se dice pronto) le obliguen a pasearse día y noche con esas pintas. Que el trajecito se las trae. Y los bilbaínos, que estamos más cedidos que la goma de los calcetines Ejecutivos, ya no nos asustamos por nada, pero la gente de fuera se queda intrigadísima al ver al pregonero. El otro día, en el Arriaga, unas guiris miraban al escritor con los ojos a cuadros. "¿Por qué va disfrazado de plátano?", preguntó una de ellas. Su amiga le contestó: "Yo creo que no va de plátano, sino de domador de circo" La tercera sugirió que tal vez fuera de Pájaro Loco y la cuarta le corrigió: el Pájaro Loco es azul y tiene cresta roja.
Tenía razón, más que el Pájaro Loco, parece el pájaro Piolín. Y si fuera un actor, o un payaso -oficios respetabilísimos, pero que implican cierta inclinación por la comedia-, no resultaría tan chocante. Pero, ¿qué hace un escritor con esas fachas? ¿Se imaginan ustedes a Borges, a John Le Carré, a Houllebecq cargando con ese traje a todas horas?
Lo dicho: Kirmen porque es un santo, que otro, de qué. Dile a Donna Leon que vaya así nueve días. Te hace un corte de mangas que te espabila. Y yo, en mi afán de contribuir a la fiesta aportando mi granito de arena, propongo una idea: que el pregonero lea el pregón disfrazado con esas pintejas -o sea, como hasta ahora-, pero al acabar pueda vestirse de paisano y olvidarse ya del tema. Así el traje podría utilizarse para otros menesteres. Por ejemplo, para el cobro de morosos. Como el amarillo es tan vistoso y el traje pega un cante que no veas, seguro que las compañías de cobros se lo rifan. Sería como El Cobrador del Frac, pero en cobrador pregonero. Y así mataríamos dos pájaros de un tiro: el pregonero (pobre) podría respirar tranquilo, y además entraría un dinerillo extra en las arcas municipales. Que está la cosa muy achuchá y el consistorio lo sabe.
'Nueva York, inteligencia vertical'
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- Escrito por Francisco Javier Irazoki
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Artículo aparecido en la web La nave de los locos.
Un mes en Nueva York da para muchos placeres. Urbe con más de cuatro mil rascacielos, el primero de sus goces viene de una inteligencia vertical. De una rara ligereza que junta edificios gigantescos y no nos impide ver el horizonte.
En cuanto empiezo a callejear por Nueva York, aguzo el oído. Es verano y la alcaldía ha organizado conciertos gratuitos. Son casi siempre actuaciones al aire libre. Sesiones calientes de jazz, soul y rhythm and blues. Por ejemplo, en un modesto parque del Bronx, a escasa distancia de tantos deterioros urbanísticos, personas septuagenarias y hasta octogenarias se mueven al ritmo de la música tocada en directo. Bailan con una alegría que embellece los cuerpos cansados. Aquí recuerdo la frase en que Octavio Paz se refiere a la poca gracia física de los ancianos europeos, sumisos ante esa esclavitud que imponen los miedos a la propia imagen y el recato obligatorio.
Dividida en cinco distritos (Brooklyn, Queens, Manhattan, el Bronx y Staten Island), la ciudad sigue reuniendo los principales alicientes en Manhattan. De las pasiones financieras a la bohemia artística, con descansos en los 93 kilómetros de senderos de Central Park, cualquier empeño encuentra su espacio en Madison Square Garden, en las evocaciones literarias de Greenwich Village, en las fachadas góticas de las residencias próximas a Gramercy Park, en el mirador de Empire State, en las bulliciosas Tercera y Quinta Avenidas, en los mercados de Chinatown y otros tumultos.
Siguiendo el hilo musical, los amantes del jazz acuden al local Blue Note, situado cerca de la Sexta Avenida. Allí están, rodeados de comensales japoneses, David Villanueva, director de la editorial Demipage, y su familia. Villanueva, músico que en la actualidad registra su primer disco en solitario, elogia la destreza del contrabajista Gerald L. Cannon. Pero la mayoría del público ha venido a escuchar al pianista McCoy Tyner, que durante cuatro años complementó con su serenidad el talento libertario de John Coltrane. Tyner no sabe decepcionar. Hoy dirige a Ravi Coltrane, hijo risueño de su antiguo patrón, y a Gary Bartz, cuyas improvisaciones breves son los mejores regalos de la noche. ..
Hay también una música que no se encierra en los clubes. En cualquier calle de Nueva York, la variedad sonora de los idiomas. Alrededor del 40 % de sus habitantes es de origen extranjero, con gran número de dominicanos, chinos, pakistaníes, jamaicanos y más judíos que en Tel Aviv. Un Babel tranquilo de 192 lenguas. Al visitante hispano lo protegen acentos de toda Latinoamérica.
Tampoco faltan museos de calidad. Sobresalen el de Historia Natural, el Metropolitan y la Frick Collection. En el Whitney, el MoMA y el Solomon R. Guggenhein, igualmente interesantes, desentonan las exposiciones recientes. Frente a un público escéptico, el autismo glorioso (subvencionado) del arte contemporáneo. ..
Los turistas fotografían la Estatua de la Libertad. Creada en el siglo XIX por el escultor Frédéric-Auguste Bartholdi, fue un regalo de Francia a EE.UU. Sin que me parezca especialmente bella, la miro recordando un detalle personal. La estructura con armazón interior de hierro y láminas de cobre y la llama bañada en oro de su antorcha fueron fabricadas en el patio de mi vivienda de París. Tiene adherida a su base una placa de bronce con el poema de Emma Lazarus: “Dadme a los hastiados, a los pobres, a las muchedumbres que ansían respirar la libertad”.
Naturalmente, ninguna cultura, por poderosa que sea, carece de debilidades. La gastronomía popular de Nueva York es menos refinada que la de Francia o España. Puede entristecernos la estampa del neoyorquino que, en su pausa laboral, se detiene entre los arbustos de un pequeño jardín y consume la comida extraída del envoltorio de plástico. No sentarse a la mesa parece una manera de prolongar la tensión del trabajo. El dirigente de atuendo impecable pierde así su elegancia. Como si tuviera el traje manchado por la prisa. ..
Para despedirse es aconsejable recorrer el High Line Park. Lo construyeron recientemente en Manhattan sobre las vías de los desaparecidos trenes de mercancías. Se le notan las ideas copiadas de la Promenade Plantée de París, pero con menos ingenio floral y vistas más espectaculares.