Frente a mi casa hay un banco que cada año, por estas fechas, se convierte en el lecho de algún indigente, de modo que verano tras verano los vecinos hemos visto ya toda clase de mendigos: altos, bajos, bordes, majos, jóvenes, viejos,... Creíamos conocer el catálogo entero, pero el de este año nos ha sorprendido. Y gratamente. Para empezar, el tío va limpio como una patena. No sé cómo lo hará, pero es así. Y, además, es muy simpático con todo el mundo sin pasarse ni ponerse pelma. "En las fiestas, como en la vida", le oí decir el otro día, hablando con orgullo de su banco, "hay que saber situarse. Si te ubicas mal, vas de cráneo. Pero, como sepas colocarte en el sitio justo, ¡la vida es gloria bendita!"
A este hombre, un filósofo que se refiere a sí mismo como "gestor de la caridad ajena", le divierten mucho nuestras bilbainadas, como ésa de montarnos una Semana Grande nada menos que con nueve días. También tiene sus teorías sobre la idiosincrasia bilbaína. En su opinión, los bilbaínos tenemos el bolsillo muy suelto con quienes nos provocan una sonrisa. Y, como él conoce su oficio y sabe dar al cliente lo que quiere, cada mañana coloca ante su banco un cartón grande en el que ha escrito "SOY SINCERO" y, junto a él, varios cartones más pequeños con peticiones concretas. Un cartón dice: "Para vino"; otro: "Para whisky"; otro: "Para kalimotxo"; y el último: "Para resacas".
Dependiendo del día y la hora, la gente va echando más moneditas en un cartón o en otro, y el negocio funciona. "Hay que evolucionar y analizar la sociedad", comenta él, "y el tiempo de dar pena se ha pasado. Hoy hay que divertir. Todo el mundo tiene problemas y el personal no quiere latazos. Además, si pides para comer, es posible que te traigan un bocata guarro. ¡Y uno ya no se lleva cualquier cosa a la boca, que hay que ser selectivo!"
Dicho lo cual, para ilustrar la frase, se inclinó sobre su zurrón, sacó una botella de Rioja cuya etiqueta decía "Reserva", y le pegó un buen lingotazo con cara de satisfacción. "Y ahora, que me quiten lo bailao", declaró. Y, qué quieren que les diga, yo creo que no le faltaba razón.
Artículo aparecido el 26 de agosto de 2011 en El País.