'Adiós con el corazón'
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- Written by María Eugenia Salaverri
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Adiós. Agur. Se acabó. Todo termina, amigos. Admitámoslo: ¡Lo hemos pasado de miedo y si estas fiestas no existieran deberían inventarse, porque son estupendas! Y al acabar la Aste Nagusia muchos sentimos la tentación de dejarnos embargar por la nostalgia -no sólo van a embargarnos los bancos, ¿no?-, pero debemos sobreponernos y buscar otro final, a poder ser menos lacrimógeno que un bolero de Dyango.
Ha sido una semana larga. Hemos hecho "¡Ohhh!" ante las palmeras de los fuegos; nos han dado escobazos en el tren de las barracas; hemos comido con la ansiedad de un condenado en el corredor de la muerte; hemos reído en el teatro y con los amigos, y hemos sacado el abanico y el paraguas varias veces. Y, entre tantas emociones, también hemos añorado mucho a quienes ya no están haciendo el tonto con nosotros.
Las fiestas han sido pacíficas y amables. Y hemos comprobado un año más que nuestros mejores rituales se siguen desarrollando como en las series de televisión inglesas, arriba y abajo. Arriba, en Abando e Indautxu, claro. Abajo, en El Arenal y aledaños. Por medio están Ledesma, Pozas, García Rivero, los Jardines de Albia, Pío Baroja, donde también podríamos decir, como el poeta: "Confieso que he bebido".
Han pasado muchas cosas. Hemos hecho amigos nuevos y hemos recuperado otros que hacía tiempo no veíamos. Hemos asistido al cambio de indumentaria de los hombres maduritos en ciertas terrazas. Antes vestían tan sobrios que parecían invisibles y ahora van como pavos reales. ¡Qué pantalones fucsias, qué camisas turquesas, qué rayas, qué cuadros, qué náuticos! ¡Ni Matisse, en su etapa más fauvista, se hubiera atrevido a tanto! Pero tampoco en las txosnas se andan con bobadas: por allí se ven ángeles con alas, guerreros interestelares, romanos, grouchos, boas de plumas, pelucas Marilyn...
Como dicen en los culebrones: fue lindo mientras duró. Ahora toca resignarnos y empezar la temporada como Dios manda: coleccionando chorradas, como cada septiembre. Yo ya me he apuntado a la promoción de casitas de muñecas: por 2,95 euros dan el fascículo y un minibidet precioso. ¡El que no se consuela es porque no quiere!
Aparecido el 29 de agosto en la edición vasca de El País.
'Si bebes, no te luzcas'
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- Written by María Eugenia Salaverri
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Esto ya se está acabando y más de uno lo celebrará en secreto. No, no me refiero a los vecinos que viven en el recinto festivo y no han pegado ojo en días y días -son fácilmente identificables: tienen unas ojeras como un oso panda y muerden cuando se les habla-. Yo hablaba de otra clase de damnificados por las fiestas: los políticos, que en estas fechas han trabajado -llamémosle así- más que todo el resto del año.
La jornada de un político bilbaíno en la Aste Nagusia es maratoniana. Desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la noche, no para de ir y venir en busca de fotógrafos, cámaras y radios, para exhibirse sonriendo y mostrar lo simpático y campechano que es. El político, sea del partido que sea, está en todas partes: participa en concursos gastronómicos, asiste a los toros y al teatro, oye conciertos, va a las barracas... ¡pero si dicen que hasta pillaron a uno intentando colarse en el Gargantúa, para escándalo de los niños que esperaban!
Esto les crea una ansiedad y un estrés que estalla por algún sitio y a menudo acaban como Bob Esponja, pero empapados en priva. Y desde que los teléfonos móviles graban videos y hacen fotos, eso es peligrosísimo. Los móviles están haciendo más por el puritanismo, que todas las soflamas de Ratzinger y sus acólitos. Porque una cosa es hacer el gamba con amiguetes, de madrugada, y otra muy distinta es que al día siguiente todo pichichi se parta la caja viéndote hacer el ridi en la Red.
Sé de un concejal que está acongojadísimo, porque hace días subió a una barra del Arenal, katxi en mano, y se bailó enterita A quién le importa, de Alaska.
El hombre llevaba algo de sangre en el torrente etílico y cantaba feliz: "¡La gente me señala, me apuntan con el dedo, susurran a mi espalda y a mí me importa un bledo!" Le grabaron y resulta que sí: que quienes le han visto susurran muchísimo. Pero de importarle un bledo, nada. Al revés, ha ido muy contrito a decirle al jefe de su grupo parlamentario que mil campanas suenan en su corazón y que qué difícil es pedir perdón. Y tanto. Hasta que dejen de llamarle El Fangorio, el pobre pasará un calvario.
Aparecido el 28 de agosto en la eidicón vasca de El País.
'La envidia, la codicia'
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- Written by Pedro Ugarte
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La discoteca del magnate italiano Flavio Briatore en Ponte Cervo, una de las zonas más exclusivas de Europa, se llama Billonaire (ahí es nada) y de ella seis niñatos rusos huyeron hace poco sin pagar los 86.000 euros en champán que se habían bebido en esa noche. Nadie duda de la legendaria capacidad de ingesta de los rusos, pero la anécdota describe el nivel de Ponte Cervo, lugar donde dudo que lleve a mi mujer en nuestro próximo aniversario. Imagino la vida en Ponte Cervo, Montecarlo, Estoril o Puerto Banús, y comprendo que el mundo es radicalmente injusto. Leo sobre la vida de esa gente y me siento completamente indignado. A eso nos lleva el capitalismo, la codicia de los poderosos. Cada vez son menos los opresores y más los oprimidos. Cada vez los ricos son más ricos mientras que aumentan las masas de los desheredados.
Yo leo sobre los ricachones desde la terracita de mi casa de verano en La Rioja. Es un piso en una urbanización pequeña, con garajes, trasteros, zona verde y piscina. Algo muy distinto al lujo de los billonarios de Briatore. Hago un repaso sociológico de las parejas que frecuentamos este infierno: el comercial que vende envases y su mujer que está en el paro; el empleado de la empresa de ascensores y su mujer que es dependienta; el ertzaina y su mujer que es señora de la limpieza; en fin, el abogado, el albañil, el gruista... Por mi parte, llevo años rezando por que el sueldo de mi mujer alcance a un mileurista, lo cual necesitaría actualizar ya el IPC de los próximos cien años.
Desde mi terraza, mientras tomo un vermú con gotas de angostura, mientras oigo los chillidos de los niños que juegan en la piscina, y la charla de las señoras maduras, que toman el sol con los tirantes del bikini desatados, pienso en la insultante vida de los ricos. Flavio Briatore, Porto Cervo, los yates, los fastos, las fiestas, las orgías, un hedonismo tan obsceno que casi, casi, podría compararse al de los sacerdotes papistas, instalados (dice la prensa avanzada) en un orgasmo permanente de placer, de poder y de riqueza. Sí, dan asco tantas desigualdades. Y mientras tanto nosotros aquí, trabajadores oprimidos de la Tierra. De pronto pienso que los filósofos de tercera hablan mucho de la codicia, pero nada dicen de la envidia. Será porque no existe.
Mi indignación se acrecienta ante las fotos de esos asquerosos millonarios. Briatore: qué cara de no haber pasado hambre. Y nosotros penando, padeciendo, sufriendo, en pueblos mesetarios de clima cálido y vino generoso, o en las mismas fiestas de Bilbao donde, en fin, la gente agoniza. Cierro el periódico con el gesto de violencia y tosquedad de un indignado. Oprimidos de la Tierra, víctimas de esos privilegiados que gastan miles de euros cada noche en Porte Cervo. Me siento rebelde y clamo por que al fin haya justicia. Esta tarde tenemos, a orillas del Oja, barbacoa.
Artículo aparecido el 27 de agosto en El País.
'Capuletos y Montescos'
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- Written by María Eugenia Salaverri
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Últimamente, Tana (mi amiga pija) está esquiva e independiente. Y me choca, porque lo suyo es que se me cuelgue a la chepa y no me la quite de encima ni con escoplo. Pero además, hace declaraciones crípticas, como ayer, que dijo desayunando: "Es que en fiestas de Bilbao pasan tantas cosas..." Pensé preguntarle qué cosas pasaban y dónde, porque la tía había desaparecido misteriosamente a medianoche y no volvió hasta las seis de la mañana, pero me contuve por discreción. Sin embargo, sé que me oculta algo. Por de pronto, ha reunido en casa un arsenal de artículos festivos impropios de una snob como ella: gorrito borsalino de lentejuelas rosas, gafas de sol con montura fosforito, bolso imitación Vuitton que de día no da el pego ni de broma, pero de noche tiene un pase, reloj de plástico reflectante... Todo muy popular y mantero, no sé si me explico. Y sólo he conseguido sonsacarle que se está aficionando a las txosnas. "¡Si las odiabas!", le he dicho. "Pues ya ves", ha respondido en plan interesante.
Vale, todos podemos cambiar de opinión. ¡Pero me revienta que hable de la Aste Nagusia como si la hubiera inventado ella y que encima, haga rankings de las txosnas! "El mejor espacio interior", dice con aplomo, "es el de SinKuartel, con su bonita fuente. Los mejores aseos, los de Pinpilinpauxa. La terraza con mejores vistas, la de Txomin Barullo. Las mejores barras de bailables: Pinpi y Mamiki..."
Me tiene tan mosca, que he pedido a un amigo txosnero que investigue el tema. Y su respuesta me ha dejado ojoplática: ¡Tana está loquita por un chico de SinKuartel y le somete a un acoso que ni Atracción fatal! "Tana, por Dios", le he dicho, "que esos son antimilitaristas y a ti te ponía Bush, reconócelo". Y ella, llorosa, ha admitido: "Sí, lo nuestro es imposible. Somos como Romeo y Julieta, ya lo cantaba Karina". "¿Y él qué dice de eso?", le he preguntado. "Que Karina se la sopla y que es más de Lady Gaga. O sea, pasa de mí a tope". Oye, me ha dado tanta pena, que me la he llevado a comer rabo y se ha zampado tres raciones. Y yo, al lado, solidaria, también me he puesto las botas. Si seguimos a este ritmo, acabaremos mugiendo.
Aparecido el 27 de agosto en la edición vasca de El País.
'El mendigo sincero'
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- Written by María Eugenia Salaverri
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Frente a mi casa hay un banco que cada año, por estas fechas, se convierte en el lecho de algún indigente, de modo que verano tras verano los vecinos hemos visto ya toda clase de mendigos: altos, bajos, bordes, majos, jóvenes, viejos,... Creíamos conocer el catálogo entero, pero el de este año nos ha sorprendido. Y gratamente. Para empezar, el tío va limpio como una patena. No sé cómo lo hará, pero es así. Y, además, es muy simpático con todo el mundo sin pasarse ni ponerse pelma. "En las fiestas, como en la vida", le oí decir el otro día, hablando con orgullo de su banco, "hay que saber situarse. Si te ubicas mal, vas de cráneo. Pero, como sepas colocarte en el sitio justo, ¡la vida es gloria bendita!"
A este hombre, un filósofo que se refiere a sí mismo como "gestor de la caridad ajena", le divierten mucho nuestras bilbainadas, como ésa de montarnos una Semana Grande nada menos que con nueve días. También tiene sus teorías sobre la idiosincrasia bilbaína. En su opinión, los bilbaínos tenemos el bolsillo muy suelto con quienes nos provocan una sonrisa. Y, como él conoce su oficio y sabe dar al cliente lo que quiere, cada mañana coloca ante su banco un cartón grande en el que ha escrito "SOY SINCERO" y, junto a él, varios cartones más pequeños con peticiones concretas. Un cartón dice: "Para vino"; otro: "Para whisky"; otro: "Para kalimotxo"; y el último: "Para resacas".
Dependiendo del día y la hora, la gente va echando más moneditas en un cartón o en otro, y el negocio funciona. "Hay que evolucionar y analizar la sociedad", comenta él, "y el tiempo de dar pena se ha pasado. Hoy hay que divertir. Todo el mundo tiene problemas y el personal no quiere latazos. Además, si pides para comer, es posible que te traigan un bocata guarro. ¡Y uno ya no se lleva cualquier cosa a la boca, que hay que ser selectivo!"
Dicho lo cual, para ilustrar la frase, se inclinó sobre su zurrón, sacó una botella de Rioja cuya etiqueta decía "Reserva", y le pegó un buen lingotazo con cara de satisfacción. "Y ahora, que me quiten lo bailao", declaró. Y, qué quieren que les diga, yo creo que no le faltaba razón.
Artículo aparecido el 26 de agosto de 2011 en El País.