'Ideología'
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- Written by Luisa Etxenike
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Se presentaron hace unos días los resultados de la última encuesta anual de percepción de la opinión pública sobre la violencia de género. Que la inmensa mayoría de los encuestados -más del 90%- piense que esta violencia es "totalmente inaceptable" no puede interpretarse más que en positivo. Pero más negativos y preocupantes resultan, en mi opinión, otros datos de la misma encuesta que señalan que prácticamente dos terceras partes de las personas consultadas consideran que los hombres maltratan a las mujeres porque tienen problemas psicológicos, mientras que más de la mitad asocia la violencia de género al consumo de drogas y alcohol.
Es decir, que indican que la mayoría de los consultados, y cabe entender que por extensión de nuestra sociedad, sigue pensando que la violencia machista es el resultado de alguna forma de patología individual, o si se prefiere, sigue representándosela como un problema íntimo o personal, y no social. Lo que sin duda explica la apatía con la que se recibe, el poco escándalo o la baja preocupación que genera, a mucha distancia de los que puede provocar cualquier otra forma de violencia. Y me temo que no han perdido la menor actualidad los datos de otra encuesta que se publicó hace unos meses y que señalaban que sólo un porcentaje mínimo de españoles -en torno al 3%- considera que la violencia contra las mujeres es un "problema social grave", a pesar de que en nuestro país las asesinadas se cuentan por decenas y por miles las maltratadas, cada año. Año tras año.
Es fundamental cambiar esta tendencia de las mentalidades, y a ello deberían destinarse más debate y más recursos públicos. Porque entiendo que mientras se siga asociando la violencia machista a la psicología y no a la ideología -el machismo es un modo de pensar, una visión del mundo articulada en torno a la desigualdad y la sumisión de las mujeres a los hombres-; mientras se la reduzca al ámbito de las patologías individuales y no sociales, seguiremos básica, trágicamente, en las mismas: sumando muertes, agresiones físicas y descalabros morales a un ritmo más o menos sostenido. Al tiempo que se nos daban los resultados de la encuesta citada se nos informaba también, y la comparación creo que merece ser calificada de obscena, de que las 33 asesinadas en lo que va de año suponen "diez menos" que en el mismo periodo del 2010.
Seguiremos básica, trágicamente en las mismas mientras el machismo se siga viendo más como un descontrol de las emociones que como una patología de las ideas, y mientras la violencia que provoca se perciba como una amenaza doméstica, sólo de casa y no de calle. El machismo no es emocional, sino ideológico, y desde luego no es atentado en la esfera privada, sino fundamentalmente a la vida pública: un desafío y una agresión inaceptables a los fundamentos mismos de la convivencia en igualdad, es decir, a los principios de nuestro ordenamiento jurídico, a los valores declarados de nuestra democracia.
Aparecido en la edición vasca de El País.
'Paseo estival'
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- Written by Pedro Ugarte
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Como uno ha escrito muy serio en las últimas entregas, ahora prefiere sestear. La canícula de agosto invita a la holganza, pero también suscita, en los especímenes estáticos, una paradójica inclinación al movimiento. Yo soy, cinéticamente hablando, un espécimen estático, de modo que en verano me levanto muy de mañana, me pongo las playeras -qué término exquisito, que ya nadie utiliza- adquiridas de oferta en el centro comercial, allá por las rebajas, y me lanzo al campo en busca de aventuras.
En contra de la retórica ecologista, el campo no es lugar recomendable. El campo es el remedo humanizado, domesticado, de la naturaleza, ese lugar siniestro y peligroso, sin centros de salud, ni normativa contra incendios, ni políticos socialdemócratas. Hablamos a menudo de volver a la naturaleza, pero volvemos de mentirijillas. Lo de la naturaleza sí que era capitalismo salvaje: la lucha por la vida, con todas las consecuencias.
Pero ahora, cada día, provisto de mis playeras de oferta adquiridas en el centro comercial, voy al campo con la esperanza razonable de regresar vivo a casa, algo que no pasaba siempre en la Edad del Hierro, ni en la Edad del Hielo, ni en ninguna de esas incómodas edades tan añoradas por la ideología verde. Aún así, conviene ser prudentes: hay que internarse en el campo con el temple de un burgués en territorio enemigo.
La aventura me lleva por la ribera del río Oja, allá donde confluye con el Tirón, entorno en que los vascos dejaron una profusa toponimia que ahora revive, pues La Rioja está llena de ciclistas que charlan en euskera guipuzcoano mientras pedalean sin descanso, arriba y abajo, de aquí para allá, de punta a punta. Y por la ribera voy yo, filosofando, agradeciendo el espacio umbrío que ofrecen los árboles, unos árboles que no sé cómo se llaman, cosa que lamento, porque este artículo ganaría mucho con una batería de nombres de vegetales.
Lo mejor de esos paseos es encontrarse con lugareños amables, de acento riojano, que te hablan como si fueras amigo de toda la vida. Es curioso: en el campo se prodigan las conversaciones de ascensor. Hay un paisano que todos los días me para y se pone a hablar del tiempo. Yo le sigo la corriente; nos lleva un buen rato dilucidar el tiempo que hará más tarde, y felicitarnos o lamentarnos por ello. El paisano es simpático y está cogiendo tanta confianza que cualquier día empezará a hablarme de las cosechas. Y ahí ya no podré seguirle: de las cosechas sólo conozco lo que llega, envasado, a las grandes superficies.
Melancólicos paseos estivales por la ribera del Oja. Qué hermosas jornadas de descanso para un hombre tranquilo, aficionado a las lecturas y con los hijos casi criados. Esto no es el paisito, pero me siento como en casa. Serán la toponimia, los ciclistas. Y, en el paseo, escucho el canto seductor y sugerente de muchas y muy distintas aves. Lástima no saber cómo se llaman.
Artículo aparecido el 6 de agosto en El País.
Antonio Maura se une a la AEE/EIE
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El recientemente nombrado Socio Académico Corresponsal de la Academia Brasileña de las Letras, Antonio Maura, ha entrado a formar parte de la Asociación de Escritores de Euskadi (AEE/EIE). (Bilbao, 1953). Maura ha escrito diferentes libros entre los que se encuentran Piedra y Cenizas (cuentos), Voz de Humo (premio Castilla La Mancha de novela corta en 1989), Ayno (novela) y Semilla de Eternidad (novela). Experto en literatura brasileña, ha sido director de la Cátedra de Estudios Brasileños en la Universidad Complutense de Madrid desde 2004 a 2009. Es asesor de la Fundación Cultural Hispano-Brasileña y de diferentes instituciones sobre temas brasileños. Colaborador de varias revistas literarias como la Revista de Libros (Madrid) o Cronopios (São Paulo). Como asesor técnico del Ayuntamiento de Madrid en el Área de Las Artes desempeña, entre otras funciones, la de coordinar los Premios Villa de Madrid.
En El Correo del 5 de agosto aparece una entrevista con motivo de su nombramiento.
La Coruña cultural
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El festival Viñetas desde o Atlántico, que comienza el lunes 8 de agosto en La Coruña, analizará la situación actual del tebeo nacional con autores como Kim y Antonio Altarriba (Premio Nacional de Comic con El arte de volar), Guarnido o Canales. El próximo viernes 12 de agosto Altarriba y Kim ofrecerán una conferencia sobre su obra en la segunda planta del Kiosco Alfonso. En el propio Kiosco Alfonso podrá verse una exposición con obras de Kim, Luís Royo, Laura, Ricard Castells y Patricia Albajar, todas ellas con guión de Antonio Altarriba, y con muestras de las obras El arte de volar, Amores Locos, Norte-Sur, El paso del tiempo y Antes de Nada.
Por otra parte, hoy viernes 5 de agosto se presenta en la feria del Libro de La Coruña el primer libro de la colección 'Los hijos de Mary Shelley' titulado Cronotemia y otras historias de viajeros del tiempo, un proyecto encabezado por Fernando Marías con la producción de Imagine Ediciones, con relatos de Antón Castro, Luis Alberto de Cuenca, Patricia Esteban Erlés, Espido Freire, David Lozano, Ricardo Menéndez Salmón, Félix J. Palma, Pilar Pedraza, Pedro Ramos, Care Santos, José Carlos Somoza y Manuel Vilas.
'Escaneado moral'
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- Written by Luisa Etxenike
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Esto "no tiene nombre" decimos y también que "no tenemos palabras" cuando algo nos parece particularmente atroz o abyecto. Y ahora cuesta encontrar enunciados para dar cuenta justa de lo que acaba de suceder en Noruega: decenas de jóvenes asesinados por un fanático; y del impacto que provoca el hecho de que esa matanza ha tenido un escenario "impensable", se ha producido en un país que, en muchos aspectos, tenemos por modelo de sociedad avanzada. La conmoción que está causando lo sucedido en la isla de Utoya tiene que ver, en primer lugar, con su atrocidad y sus dimensiones. Pero, también, con el hecho de que su autor se inserta en un brutal ideario de intolerancia identitaria que lleva tiempo apuntando signos en Europa. De este suceso espanta, desde luego, la tragedia misma; pero, además, la posibilidad de que tenga algo de punta de iceberg; de indicador de que un monstruo helado de totalitarismo pueda estar avanzando en Europa, por debajo del agua de sus apariencias.
Señales hay -y también sensaciones- suficientes que invitan a no tomarse el asunto a la ligera, sino, por el contrario, a considerar muy en serio el estado moral de Europa. Que indican que hay que hacerle a ese estado un diagnóstico minucioso, como el que, ante la sospecha de una dolencia grave, permiten los escáneres. Creo que Europa necesita pasarse una forma de escáner por sus principios y valores; darse así la oportunidad de remediar, en tiempo real, las posibles, probables, patologías. Las posibles, probables, inmunodeficiencias democráticas, las bajadas de defensas morales por donde puede colarse la infección de los extremismos. Cómo es Europa de vulnerable, en este momento, frente a los radicalismos excluyentes, a las xenofobias brutales, a las intolerancias totalitarias, debe evaluarse a conciencia, analizarse al detalle. Y analizar también, la forma que en cada país y en cada sociedad, adopta esa vulnerabilidad; cuáles son las fragilidades de cada cual, los resquicios por donde puede colarse con más facilidad la enfermedad.
Yo no puedo dejar de pensar que la máxima vulnerabilidad de la sociedad vasca se contiene en esos estudios que indican que un número importante (casi un tercio) de nuestros jóvenes o bien justifica la violencia o bien se muestra indiferente ante ella. Y en los datos que señalan que la xenofobia está calando también en un sector nada desdeñable de nuestra juventud. Insisto en que creo que en esto se concentra nuestra máxima vulnerabilidad. Y que no podemos desatenderla en ninguno de sus signos, por muy puntuales, insignificantes o deslocalizados que parezcan. Que debemos considerar esta vulnerabilidad con la agudeza y la ambición diagnóstica de un escáner. Conocer al detalle donde están los tejidos más frágiles, más permeables a la intolerancia; los virus más feroces contra la convivencia democrática; los argumentos más tóxicos contra un futuro social de pluralidad y respeto asumidos, convencidos.
Aparecido el 1 de agosto en la edicion vasca de 'El País'.