La Logia y la ley del deseo
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El jueves 22 de septiembre a las 7:30 de la tarde tendrá lugar en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa de Vitoria-Gasteiz, en el parque de La Florida —junto al Parlamento Vasco— la presentación del libro de Javier Otaola La Logia y la ley del deseo. El acto estará auspiciado por la Logia vitoriana, Manuel Iradier y por Atanor Ediciones y contará con la participación del propio autor, Javier Otaola y del periodista Valentín Díez.
A la sombra del Baobab
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El próximo jueves 22 de septiembre, a las 20:00 horas tendrá lugar en Baobab (c/ Herrería, nº 92) de VITORIA-GASTEIZ) un encuentro de poesía y música bajo el título de A la sombra del Baobab, en el que Angela Serna leerá textos de Patti Smith. La música correrá a cargo de Amaia Cantero (voz) y Juanma Guereñu (guitarra).
Irazoki en la revista 'Culturamas'
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Entrevista a Francisco Javier Irazoki realizada por Chus Sanesteban Iglesias para la revista cultural de Internet Culturamas:
No piensen que sólo los ojos pueden ver.
Mirad los ojos de agua, los manantiales de lágrimas de Job que pasean por París.
Poeta sin sombra, escuchador de Hallelujah, soñador de silencios… Francisco Javier Irazoki (Lesaka, 1954) nos muestra cómo rozar la exactitud.
-Su primer poemario se llamaba Árgoma . ¿A dónde nos traslada esta silvestre palabra?
-Sobre todo, al paisaje de mi infancia y adolescencia. Crecí rodeado de praderas, helechales y arboledas. Abundaba esa planta espinosa de flores amarillas. Mis primeros años fueron especialmente luminosos, pero los paisajes exuberantes no son liberadores en todas las etapas de una persona. Aquella plenitud verde se volvió opresiva. En mi juventud, cuando escribí el primer libro de poemas, identificaba las árgomas con algunas preguntas sin respuesta.
-“Escuchamos” Notas del camino . ¿Cuál es el camino?
-El libro fue el resultado de una colaboración con el fotógrafo segoviano Antonio Arenal, a quien le debo varias enseñanzas. En su masía de Tarragona todos los objetos son de gran belleza, pero la armonía debe estar al servicio de la utilidad. Esa relación de Antonio Arenal con sus objetos me ha abierto un camino poético. La eufonía, el cuidado musical en los versos o en la prosa y el amor al idioma me importan mucho, pero son únicamente ornamentos si no contienen una vivencia sincera, la duda, una reflexión.
-¿Somos los hombres intermitentes?
-Sí, en “Los hombres intermitentes”, poema en prosa que da título genérico al libro plublicado por Hiperión, describo cómo nos volvemos invisibles cuando falla la experiencia amorosa. Conocí esa desaparición y regresé a la visibilidad con un nuevo amor.
-De Los hombres intermitentes han dicho: “Me recuerdan sus textos a los poemas de Julio Cortázar.” ¿Un elogio?
-Desde luego. He disfrutado tanto con las páginas de Julio Cortázar… En especial con sus cuentos. Cuando viajo en el metro todavía me sigue viniendo a la mente el relato “Manuscrito hallado en un bolsillo”. Inolvidable la destreza con que evita la linealidad temporal.
Transformación
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- Written by Luisa Etxenike
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Las malas noticias relacionadas con la cultura nunca consiguen alcanzar, ni de lejos, ese grado de atención y alarma sociales que provocan, por ejemplo, las económicas. Se debe, sin duda, a que la materia cultural no se considera verdaderamente importante, esto es, capaz de ejercer una influencia decisiva sobre la realidad inmediata de las sociedades y las personas; que no se le reconoce a la cultura el estatuto de parte integrante o de ingrediente imprescindible del Estado/estado del bienestar. Y esa idea de que la cultura es un bien de segunda categoría hace que, cuando los recursos que se le destinan sufren recortes, como se acaba de anunciar desde nuestra y otras consejerías, esta pérdida se asuma como un mal menor. Me parece más que un error. Considero que la cultura es un artículo de primera necesidad y, por ello, un mal mayor cualquier encogimiento que pueda afectarla.
Porque, ¿en qué otro ámbito de la actividad humana se generan más debate ético que en las obras de arte y de cultura? ¿En cuál está la libertad más ambiciosamente recogida y alentada? ¿En qué terreno hay mayor curiosidad o apertura hacia el otro y lo otro? ¿En cuál vuela el pensamiento con menos temor, complejo o freno? ¿En cuál se le opone a la infamia una denuncia más constante o una réplica más decidida? ¿En qué otra dimensión de lo público las razones y condiciones de la felicidad se analizan con más detenimiento o reciben mayor protagonismo? Yo creo que en ninguno. Y que, por eso, invertir en cultura significa siempre ganar, ahorrar presupuesto.
Estoy convencida de que invertir en cultura es aligerar la tarea y el peso de otros departamentos: de Educación, sin duda, pero también de Sanidad, por ejemplo, e incluso de Interior. He visto, y veo, infinidad de veces representado que existe una relación proporcional directa entre cultura y capacidad crítica, entre cultura y conciencia; que a mayor cultura, mayor responsabilidad sobre la vida propia y la ajena. Y veo además que las invenciones, exigencias, interrogaciones, valentías de la cultura son ahora más necesarias que nunca, porque no son precisamente ideas ni conciencia del otro ni aliento de la libertad lo que le sobra a nuestro mundo en crisis.
Entiendo que esos recortes anunciados son una rendición, no una respuesta a estos tiempos difíciles. Que la respuesta es más cultura. Pero, ¿cómo obtener los recursos necesarios? En mi opinión, revisando las partidas presupuestarias actuales -¿todo lo que hoy se subvenciona merece la consideración de cultura?- y promoviendo un mestizaje de gestión y financiación entre lo público y lo privado. Un mestizaje que permita liberar a la cultura de su sobredependencia de la política; que avance en la profesionalización de las decisiones culturales y que anime sinergias más imaginativas y fértiles que las que hoy propone el marco institucional. No es el momento de recortar nociones ni acciones culturales, sino de transformarlas.
Artículo aparecido el 19 de septiembre en la edición vasca de El País.
Cuadernos Oxford (septiembre)
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- Written by Pedro Tellería
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Nacido en Sursee, el suizo Hans Küng (1928) es uno de los teólogos más leídos y controvertidos de nuestro tiempo. Formado en Roma y París, ha sido profesor en Tubinga y sufrió en 1979 la retirada de su licencia eclesiástica para enseñar. Autor de monumentales estudios sobre las grandes religiones, de propuestas sobre ética mundial y de unas polémicas memorias, actualmente está retirado pero en activo, como lo demuestra Lo que yo creo, obra publicada hace dos años y que Trotta ofrece traducida en 2011.
Aunque sólo sea por curiosidad, merece la pena acercarse al pensamiento de este católico que defiende su fe ilustrada ante un mundo occidental desacralizado y, también, ante posturas oficiales o no que considera criticables. El libro, como avisa, adquiere mayores densidad y altura conceptuales conforme avanza, pero resulta interesantísimo como introducción a las creeencias del suizo y a conceptos elementales de la teología católica y de la historia de las religiones. El diálogo entre fe y ciencia, el choque entre religión e ideología, la oración, el consumismo, el estimulante diálogo interreligioso, la pregunta por el sentido del sufrimiento humano, el amor al otro y en especial al débil como mensaje evangélico crucial y, en definitiva, el lugar de una fe no sólo teórica –sino sobre todo implicada en la resolución de los problemas globales de la actualdad– en una humanidad occidental racionalista e individualista son temas expuestos con sencillez y valentía.
"Yo me cuento entre esas personas a las que –merced a una relación en modo alguno exenta de problemas, pero sí intacta, con la madre, el padre y otras personas de referencia– les ha sido dada una firme confianza en la vida". Küng confiesa a renglón seguido que su existencia no ha estado exenta de problemas, pero que esa confianza resulta fundamental para afrontar la vida en todos sus planos. Así, casi al final del libro proclama: "En el trascendental cambio de paradigma que estamos viviendo y que afecta al mundo, a la política, a la economía y a las culturas, necesitamos con urgencia una 'visión' que intente atisbar el contorno de un mundo más pacífico, más justo, más humano". Küng sugiere algunos caminos, como la propuesta de la Fundación para la Ética Mundial, de la que es presidente desde 1995. Pero sobre todo, defiende la función beneficiosa para el ser humano de una fe ilustrada y reflexiva que devuelva el extraviado sentido de la trascendencia, y pone el dedo en la llaga de las encrucijadas que debemos afrontar todos, Humanidad entera, en este siglo XXI
Aparecido en Espacio Luke del mes de septiembre.