Juan Carlos Márquez en 'Territorios'
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Con sus tres primeros libros, 'Norteamérica profunda', 'Oficios' y 'Llenad la tierra', Juan Carlos Márquez (Bilbao, 1967) consiguió ser reconocido como un notable escritor de cuentos. Sin embargo, tras la publicación de 'Tangram' (Salto de Página) ya no es posible circunscribirlo distraídamente a la cuentística. Su nuevo trabajo, aunque deudor de las brevedades, es una novela. La historia, que adquiere la solidez de la buena narrativa, se nutre de distintos géneros. 'Tangram' ofrece humor, terror, suspense, romance y una magnífica galería de tiernos perdedores y tipos poco recomendables que se las ven y se las desean para, cada uno a su manera -alguna muy peregrina- , intentar ser felices. Se trata, en definitiva, de un libro «travieso», en el que, a pesar de la dureza de algunos pasajes, se preserva el carácter lúdico de la literatura.
- Nos habíamos acostumbrado a referirle como cuentista, pero nos ha sorprendido con 'Tangram', una novela que, eso sí, es algo deudora del relato.
- Comencé a escribir 'Tangram' convencido de que en cualquier faceta de la vida los cambios drásticos necesitan a menudo una transición. 'Tangram' era mi transición narrativa, un puente entre el relato y la novela que pretendía beber de de ambos géneros: de la complejidad argumental y estructural de la novela y de la inmediatez y la contundencia del relato. Un puente flexible, ligero, sostenido sobre la idea de agilidad. Una vez escrito el libro, resultó que el puente me interesa tanto como las orillas que une.
- La estructura de la novela se convierte en un elemento narrativo más que genera deseos de saber cómo y cuándo se irán uniendo las piezas?
- Esos deseos, consecuencia de la intriga común que vertebra las historias, me parecen fundamentales para que el libro funcione como conjunto novelesco y también para mantener al lector en un estado de alerta. Sin ese interés del lector por completar el puzzle, 'Tangram' sería una colección de relatos con unidad temática y personajes comunes, un libro muy distinto porque además, al tratarse de cuentos independientes, el tratamiento e incluso el desenlace de algunas historias hubieran sido diferentes.
- Hay en este libro un humor insobornable. Los personajes pueden atravesar situaciones muy difíciles, a veces terroríficas, pero siempre encuentra la manera de introducir algún elemento que nos haga sonreír: surrealismo desmandado, ironía, absurdo?
- Estoy convencido de que no hay ni puede haber vida ni literatura si no es bajo el paraguas de alguna variedad de humor. Incluso en las situaciones más dramáticas, nos tomamos a risa nuestras desgracias. No es raro ver a un mutilado bromear sobre la pierna que le amputaron o a un ciego sobre su ceguera. La búsqueda de la felicidad está siempre ensombrecida por la muerte y quizá por esa razón necesitemos el sentido del humor como un salvavidas al que agarrarnos ante esa certidumbre de la muerte. Creo que si fuéramos inmortales no tendríamos sentido del humor. De hecho, la gente que no tiene sentido del humor ya está muerta, pero no lo sabe.
- En su novela, los elementos de género son muy importantes, pero los trasciende: no resulta sencillo definirla.
- Para mí 'Tangram' es un cóctel de géneros. Hay un poco de thriller, mucho de comedia negra, unas gotas de terror, una pizca de novela policiaca, algo de autoficción?
- En alguna ocasión, ha afirmado que no se conforma con representar la realidad sino que quiere verle las tripas. Ese ejercicio ha cristalizado en pasajes de mucha dureza. ¿Tan mal está el mundo en que vivimos?
- No. Supongo que también existe el bien en el mundo, pero como escritor no me interesa.
- Vive en Madrid hace algunos años, pero se siente usted muy cerca de Bilbao. Del Athletic no hablaremos ahora, pero sí de la importante presencia de su ciudad natal en 'Tangram'?
- Hasta esta novela, Bilbao no había aparecido de manera explícita en ninguno de mis textos. Le debía ya un pequeño homenaje. Bilbao es la ciudad de mi infancia y mi juventud, me fui de allí con treinta años, era inevitable que acabara apareciendo en algún libro. En 'Tangram', si me apura, es un personaje más. Del Athletic quizá me ocupe en el futuro, pero para hacerle justicia tendré que escribir, como mínimo, una trilogía.
El oficio de escribir
- A pesar de lo difícil que es abrirse paso en el mundo literario, hay multitud de personas que quieren escribir. Esto es algo que usted observa en primera línea desde la Escuela de Escritores de Madrid, donde trabaja como profesor. ¿Qué empuja, principalmente, a sus alumnos a matricularse en sus cursos?
- Las motivaciones son variopintas. Hay alumnos con verdadero interés en convertir la escritura en una pieza importante de sus vidas, otros acuden en busca de compañeros con quienes compartir intereses y aficiones literarios, no faltan los que vienen en busca de lecturas provechosas y hay quienes acuden por curiosidad o para relacionarse con otras personas. Entre todos los alumnos que he tenido estos años, los que menos han proliferado son los que quieren abrirse paso en el mundo literario. Es más, los pocos que tuvieron esa pretensión desde un principio, terminaron abandonando pronto.
- ¿Siente usted que hay que sacrificar mucho para poder realizar una carrera literaria?
- No. Yo he ido poco a poco dirigiendo mi vida hacia la escritura y sus inmediaciones, y a medida que lo he ido consiguiendo más que un sacrificio he sentido una liberación. Para mí un sacrificio es hacer durante ocho horas un trabajo que no te motiva o incluso te desagrada.
Aparecido en el suplemento Territorios de El Correo.
Reseña sobre 'El gato negro del amor' en Luke
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Reseña de Isabel Alamar aparecida en la revista virtual Luke:
Este veterano autor con once títulos a sus espaldas nos sorprende ahora con El gato negro del amor, sin duda una de sus obras más intimistas, donde el tema fundamental es el amor, pese a que nos hable también de la ruptura, del abandono, de la nostalgia, de la soledad… Y es que Kepa Murua empezó a escribir este libro a raíz de su separación. No olvidemos entonces tener en cuenta, o recordar, el valor terapéutico que posee la escritura.
Sin embargo, como buen escritor, y pese a que el libro contenga algunos elementos de carácter autobiográfico, sólo utilizará el poso de sus experiencias vitales para alzar más alto el vuelo de su poesía y para establecer unos férreos cimientos basados en la verdad y en la sinceridad, porque sin verdad y sin sinceridad el mensaje no llega, y eso lo sabemos muy bien todos los que escribimos. Hemos de escribir sobre lo que conocemos y queremos conocer. Si no, lo mejor es que no lo hagamos y guardemos silencio.
Un aspecto muy importante y que llama poderosamente nuestra atención en El gato negro del amor es su casi perfecta estructura. Y eso se hace notar en diferentes aspectos: en el estilo, donde se nos muestra un lenguaje sencillo, casi austero, pero firme que le confiere un ritmo pausado y sosegado a todo el poemario, relajado, propicio para la reflexión. Y también en el tono, unas veces más poético y otras más narrativo, pero siempre tierno y evocador, que se encarga de presidir todos los poemas en busca de la emoción del lector.
Y, por supuesto, ayuda a esta honda trabazón la cuidada simbología que ha desplegado Kepa Murua (el gato negro, el gato azul, el gato gris, el gato blanco…), cada uno con su especial significado. El gato negro nos avisa de que algo bueno está a punto de cruzarse en nuestro camino: “(…) Este gato no tiene remedio / Aparece cuando menos lo esperas (…)”, nos recordará el poeta. El gato azul personifica los sueños, nuestra realidades más íntimas: “(…) ¿Por qué siempre es el azul / el que tiene el color más transparente/ y claro?, ¿Por qué el cuerpo / tiene un pequeño mar / con todos sus secretos al fondo? (…)”, se interrogará el yo poético. Y luego está el blanco… y luego el gris… Sin embargo, no estamos aquí para desvelar los secretos del libro: lo mejor es leerlo y dejarse envolver y arrullar por sus misterios.
Para finalizar, me gustaría hacer hincapié en que se trata de un libro que contiene profundas reflexiones, de una gran belleza, además, de esas que nos dejan por unos momentos hasta sin aliento porque pertenecen al género de las grandes verdades de todos los tiempos con las que cada uno de nosotros se identifica. Transcribo a continuación algunos de estos versos inolvidables para que hacerse una idea aproximada de lo que quiero decir: “Lo que más me gusta de este mundo / es cómo la vida me llama / por mi nombre. Como si me buscara / o no supiera dónde encontrarme (…) Como si me preguntase sin preguntarme. / Como si me buscase como poeta y como hombre (…)”; “(…) No puedes huir de tu destino. / Llegarás a amar algún día / como de verdad te han amado. / A perdonar como te perdonaron. / A olvidar como te olvidaron”.
Cuadernos Oxford (Febrero 2012)
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- Written by Pedro Tellería
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El gypsy jazz es uno de esos mágicos inventos de la cultura europea del siglo XX. En él confluyen tradiciones musicales de ambos lados del Atlántico que se amalgamaron gracias al inverosímil guitarrista Django Rinhard, un gitano de bigotito perfilado y pose de dandy a quien le faltaban varios dedos, pero no un deslumbrante virtuosismo y una capacidad innata para componer. La guinda la puso otro venerable músico, el violinista Stephan Grappelli. Ambos se encontraron en ese París prebélico de espías en blanco y negro y cafés sin hora de cierre, donde crearon su famoso quinteto en el Hot Club.
El género sobrevivió a sus mentores y se esparció por muchos rincones de Europa (hay grabaciones desde Estocolmo hasta Milán pasando por Bruselas) y Estados Unidos. Y continúa activo y fiel a sus cánones originarios. Hace unas semanas, por ejemplo, calló en mis manos Vino y pasteles, el disco que la primavera pasada publicó El síndrome de Stendhal, cuarteto afincado en Vitoria (Javier Antoñana, guitarra solista; Nika Bitchiashvili, violín; Pedro Salazar, contrabajo; y Enrique Loyola, guitarra).
He testado el disco entre varias personas de confianza y todas han exclamado lo mismo: ¡qué bonito! Guitarras, violín, contrabajo y algunos instrumentos adicionales son el soporte para las composiciones de Antoñana, que abarcan todos los registros del género. Los temas vertiginosos tocados a velocidad endiablada se combinan con los evocadores pasajes del violín de Bitchiashvili, quien sube y baja, entra y sale de los oídos, busca las revueltas de la melodía para llevarnos a través de esa Europa nómada, de carromato y verde planicie, que ya no existe. Es hermosa esta música: sensual y melancólica, alegre y acogedora… Música de nómadas y desplazados que se afincó en las grandes ciudades para deleite de bohemios en las noches estrelladas.
Aparecido en la revista Luke.
¿Pacificación?
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- Written by Luisa Etxenike
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Durante el juicio, celebrado estos días, por el atentado del que fue víctima en 2001, el periodista Gorka Landaburu ha dirigido a sus presuntos agresores estas significativas palabras: “Soy periodista. Me habéis destrozado las manos, me habéis dejado ciego del ojo izquierdo, cicatrices por todo el cuerpo, pero os habéis equivocado: no me habéis cortado la lengua”. Considero que es una declaración además de emocionante —siempre lo es la réplica que la libertad le opone a la barbarie— valiosa porque ilustra también a la perfección lo que el terrorismo de ETA ha representado para nuestra sociedad, lo que ha intentado hacer con nuestra democracia: impedirla y amordazarla; acallar la libertad de expresión, la libertad de cátedra y de prensa; condicionar la vida económica y empresarial, y el ejercicio de la justicia, y la libre y múltiple elección política de los vascos; todo ello mediante la amenaza, la extorsión y, desde luego, el asesinato. La representación real de lo que ETA ha supuesto y pretendido en nuestras vidas es la de una banda armada contra una ciudadanía en democracia. Y no la de un conflicto armado entre dos bandos equivalentes, como pretenden hacer creer, dentro y fuera de nuestras fronteras, quienes han ejercido esa violencia antidemocrática, y quienes, de un modo u otro, la han amparado y acompañado.
Este tiempo post-ETA es y va a ser muchos tiempos, muchos procesos juntos. El de consolidación y transmisión de la memoria. El de expansión de la libertad personal y colectiva —el despliegue de muchos gestos de libertad, privados y públicos, encogidos o inhibidos tantas veces—. Y el proceso además de la necesaria reconversión democrática de una parte de la sociedad vasca. En el juicio citado, Gorka Landaburu recordaba también que, años antes de su atentado, su casa ya había sido atacada; que les tiraron basura, piedras, cócteles molotov y pasquines invitándole a marcharse del país, “que pintaron dianas, corbatas negras y nos llamaban a las dos o tres de la mañana sólo para reírse”. Este tiempo post-ETA debe ser el de la asunción de responsabilidades y principios democráticos de quienes, como los agresores de Landaburu, durante decenios los han ignorado y despreciado.
Estamos frente a muchos procesos, pero, desde luego, no ante un proceso de paz o de pacificación. No estamos al cabo de un conflicto armado, sino ante una culminación de la democracia, de la voluntad democrática de los vascos. Por eso creo que estos términos —pacificación o proceso de paz— no deberían aplicarse a ninguna de las fases ni supuestos de esta nueva etapa. Durante cincuenta años ETA ha querido imponernos, dictarnos la agenda personal, social, política, intelectual. Y también la léxica. ETA ha querido siempre imponernos su vocabulario. Un vocabulario que no considero de recibo democrático. La democracia tiene sus propias palabras, como tan bien nos recordaba Gorka Landaburu, su propia lengua, suelta, desatada.
Artículo aparecido el 20 de febrero en El País.
Se presenta en Bilbao 'La bala que mató al general'
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Os invitamos a la presentación de la novela La bala que mató al General, de la escritora bilbaína Ascensión Badiola, que tendrá lugar el próximo día 23 de febrero de 2012 a las 19,30 horas en la Casa del Libro (Alda Urquijo, 9) de Bilbao. Junto a la autora estará el poeta, miembro de la Asociación de Artistas Vizcaínos y Miembro de la Asociación de Escritores de Euskadi, Santiago Liberal.