Tipos bien extraños
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- Written by Esther Zorrozua
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Enero salió a mi encuentro. Soy el encargado de conducirte al interior, me dijo. Era un tipo distinguido, en esa edad indefinible y perfecta que hace atractivos a los hombres. Todo en él invitaba a acompañarlo, pero algo en su físico presentaba una extraña peculiaridad. Al principio, creí que se trataba de un error mío de visión, de un desenfoque momentáneo, porque la mitad de su rostro miraba hacia el este, mientras la otra mitad lo hacía al oeste. Una facultad para mantener controladas las entradas y salidas, me dije. Una vez dentro y traspasado el gran vestíbulo de altos techos de los que colgaban hermosas arañas de cristal, me condujo al salón principal.
Había una pareja sentada en un confidente que parecía inmersa en una charla íntima. Ésta es Mayo y éste es Septiembre, me los presentó Enero. Ella era una dama esplendorosa y exuberante, con uno de esos cutis que sólo se consiguen durmiendo diez horas diarias y dedicando el resto del tiempo a mimarlo con mejunjes. Llevaba una guirnalda de flores en el pelo y transmitía mensajes cifrados con los aleteos de su abanico de encaje. Él era un robusto caballero, curtido por el deporte, sin duda, que vendía salud a raudales y por algún motivo que nadie me explicó, adornaba su fornido cuello con un pámpano de vid con la misma naturalidad que si llevase un pañuelo de seda. Fueron muy amables conmigo durante un momento, pero luego volvieron a sus asuntos.
Al fondo, de pie junto a la chimenea en la que chisporroteaban unos troncos de encina, hacían conciliábulo dos ancianos, uno de cabellos de nieve pero gesto vigoroso y otro de canas plateadas y bastante más achacoso; razón por la que, seguramente, se apoyaba en un bastón. Ambos tenían sendas copas de brandy en la mano. Estaban serios, circunspectos, como si el destino del mundo dependiera de sus decisiones. En ese momento hablaban sobre los vaivenes de la Bolsa. Enero me los presentó como Febrero y Diciembre, respectivamente. En otro lateral, junto a la ventana con visillos de organza, una joven etérea vestida de tul gris del que asomaban unos brazos de nácar, tocaba el arpa con tal virtuosismo que, al cerrar los ojos, se podía adivinar un surtidor de agua cristalina en el centro mismo de la habitación. Tal era la naturaleza de su música transparente. No podía ser otra que Abril.
Espido Freire retrata a Cristina de Noruega
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Aparecido en ADN, con motivo de la publicación de La flor del Norte (Planeta):
"No sabemos cómo sonaba su voz. Sólo habla dos veces: cuando elige a Felipe como su marido y cuando le pide una iglesia para San Olav. Lo que más me ha fascinado es el proceso de crear esa voz".
La voz de la que Espido Freire habla es la de la princesa Cristina de Noruega. Desconocida, misteriosa, nostálgica, "desconcertante" e infravalorada en su tiempo y por la historia. La escritora ganadora del Planeta en 1999 con Melocotones helados y columnista de ADN incurre en la novela histórica para darle vida en La flor del norte (Planeta), que presentó el miércoles en Covarrubias, donde descansa la princesa.
De fórmulas atractivas o no
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Una reflexión sobre la literatura, los encuentros culturales y las conferencias al uso aparecida hoy en Deia y firmada por Jon Mujika con motivo del encuentro 'Diálogos con la Literatura' entre José Fernández de la Sota y Fermín Etxegoien.
"Venga esa mano que despeine tristezas y alborote melancolías! Escribo en una tarde de lluvia y un punto asombrado por lo ocurrido en la apertura de una nueva edición de Diálogos con la literatura, el programa de encuentros literarios que mantiene en pie la biblioteca de Bidebarrieta y que ayer descorchó su cuarto ciclo, el correspondiente al curso de 2011. La cita tenía un aparente interés: cara a cara los dos últimos premios Euskadi de literatura, el poeta José Fernández de la Sota y el novelista Fermín Etxegoien, prestos a desenfundar la palabra que, como ustedes supondrán, manejan como Billy El Niño usaba su Colt o Buffalo Bill su Winchester: con certera precisión. Moderaba sus palabras el periodista César Coca, mientras Begoña Morán, programadora del ciclo, vigilaba la escena para que todo encajase como un guante.
¿Qué pasó entonces...? Me temo que la constatación de una verdad verdadera, como se diría en un cuento infantil: las conferencias no son para media tarde. En realidad, lo que se canta es el gorigori de la fórmula, cada día menos atractiva para una sociedad interactiva, presta a tomar parte, a participar, a que se escuche su voz. Podrá decirse que lo mismo ocurre con este artículo -o con la inmensa mayoría de los artículos que aparecen en la inmensa mayoría de los periódicos...-, que es carne de cañón. Es cierto, pero hoy no hablamos del papel impreso sino de la fórmula de la charla. Ha entrado en barrena y, salvo raras excepciones, no hay más que un puñado de brillantes oradores que la sujetan. Es la era audiovisual, la edad de las pantallas que menosprecia el contacto cercano, ese estar a pocos metros de la persona admirada. ¿Para qué, si todo está al alcance de un clic?"
Más información en Deia.
Seve Calleja propone un periplo por la literatura tradicional del país
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Aparecido en La Opinión de Zamora:
N. S. La leyenda sobre el origen del Lago de Sanabria, sobre la construcción del acueducto de Segovia, el palacio de Linares o la noche de San Juan, San Jorge y el dragón, entre otros cuentos y leyendas, componen el libro «Cuentos y leyendas de la geografía española» del zamorano Seve Calleja, quien propone un recorrido por España a través de su literatura tradicional, respaldado con ilustraciones del vallisoletano Raúl Allén.
En la publicación, en la que el escritor ha empleado alrededor de dos años de trabajo, ha recopilado más de medio centenar de textos a través de su rastreo en libros antiguos especializados o el contacto con algunos narradores, como es el caso del escritor zamorano Fernando Martos, de quien tomó la leyenda del origen del Lago. «Yo no he realizado una labor de campo, como puede hacer Joaquín Díaz, sino que mi papel ha sido de "cultura libresca"», señala. Calleja ha incluido la leyenda sanabresa, en la que un pobre iba pidiendo limosna por las casas de Villaverde de Lucerna y al no dársela hizo que el agua llegara a todas las casas salvo a aquella donde le entregaron pan, como «un homenaje a mi tierra zamorana y a Fernando Martos».
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La silenciosa vida de Austin P. Shelby
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- Written by Juan Manuel Uría
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Austin P. Shelby nació en Santa Mónica (California) en 1902 y murió en la misma Santa Mónica en 1989. Austin fue, ante todo, un buen hombre, que como dato biográfico no es baladí, por lo inusual; pero no es por esto por lo que se le recuerda sino por algo mucho más excepcional: en toda su vida sólo dijo tres frases. La primera cuando ya tenía 10 años. En la escuela, recreo, después de que el típico matón de frente huidiza y maxilar hipertrofiado –¡puto mudo de mierda!– le tirara al suelo de un empujón. Austin, levantándose lentamente del suelo, se sacude los pantalones, y tras lanzar al matón una mirada de advertencia cargada de peligro, le dice, con voz segura, profunda y clara: como me vuelvas a tocar, te mato. Nadie le volvió a molestar. Desempeñó trabajos de lo más variopinto: pintor de brocha gorda, actor de cine mudo (donde, dicho sea de paso, iba cosechando notables éxitos hasta la llegada del cine sonoro, que le obligó a dejarlo), funcionario de correos y, por último, farero. Se casó con una chica discreta, protestante y sorda. El prescriptivo sí quiero fue su segunda frase. Tuvo tres hijos parlanchines y bien educados: Ángela, Michael y Austin Jr. En abril de 1989 cayó gravemente enfermo. Estando en su lecho de muerte, rodeado de sus familiares y amigos, estos ven que Austin hace un gesto con la mano pidiendo que se acerquen a la cabecera de la cama. Así lo hacen, solícitos, solemnemente tristes, y (todo hay que decirlo) expectantes porque piensan que va a hablar. Y lo hace, efectivamente, y lo que dice, sólo un instante antes de morir, es lo que será su tercera y última frase: ¿por qué siempre tenéis que hacer tanto ruido, joder?