Camuflaje
- Details
- Written by Luis A. Bañeres
- Parent Category: Colaboraciones
Ha sido visto con la hoz y el martillo, haciendo purgas en Siberia, también luciendo un minúsculo bigote, un flequillo rebelde y portando una esvástica.
Anteriormente se entretuvo quemando brujas en la Europa del siglo XV.
Puede tener piel blanca y deleitarse con los gritos de turcos empalados en la antigua Valaquia, o muy tostada y abastecer su frigorífico con viandas más que exóticas.
Recurre con frecuencia al disfraz de dictador, haciéndose llamar César, Caudillo, Comandante, Duce, Ilustrísima...
Montó caballos paticortos que pastaban hierba que nunca volvía a crecer y sembró el terror en las inquietantes noches brumosas del Whitechapel londinense.
A menudo se esconde tras el Corán, la Biblia o la Torá. Otras, se parapeta tras un cotidiano y simple maltratador.
Ha lucido traje de barras y estrellas. Y con otros trajes se ha paseado por Wall Street y por cientos de parlamentos. El diablo es tenaz, tiene debilidad por el camuflaje y de entre todas sus habilidades destaca la de saltar de un personaje a otro más adecuado al momento político y social.
La última vez que se le vio tenía el aspecto de un enano oriental con pelo alborotado y anteriormente el de un barbudo y acaudalado saudí de origen yemení.
¿Cuál será su siguiente apariencia?
Situarse en el antes
- Details
- Written by Luisa Etxenike
- Parent Category: Colaboraciones
Nació hace unas semanas la habitante número siete mil millones de la tierra. El nacimiento se situó en Filipinas, en la figura de una niña: Danica May Camacho. Ya sabemos que, con las hechuras de nuestro mundo, es difícil determinar con exactitud quién nació antes que quién, y que esa elección tiene mucho de convencional. Pero es precisamente su dimensión "simbólica" la que considero interesante. Que el ser humano siete mil millones sea una niña asiática contiene, a mi juicio, mucho sentido y mucha acción de futuro. No significa plegarse a una simple lógica demográfica sino, al contrario, rebelarse contra otras "lógicas" o contra ciertas maneras de mirar hacia esa parte del mundo que hoy, por el dinamismo de su crecimiento económico, tanto nos atrae. Como si ese nacimiento nos recordara que no tenemos que perder de vista que la situación de las mujeres, el estado de la condición femenina, indica el nivel de desarrollo de una sociedad; es el más fiable patrón de medir su riqueza. Que, independientemente de los datos de crecimiento o de los volúmenes de PIB, no hay progreso si las mujeres no progresan, no hay calidad de vida que no las incluya.
Y lo que vale para el Extremo Oriente vale igual para Occidente. Aquí también la situación de las mujeres, el estado de su condición, constituye un impresionante, un infalible líquido de revelar la fotografía real de nuestra sociedad. Y vamos a cerrar un año más sabiendo que la precariedad y la pobreza son, también entre nosotros, esencialmente femeninas. Sabiendo que las mujeres ganan mucho menos (en torno a un cuarto menos) que los hombres por el mismo trabajo. Y que el machismo no está, ni de lejos, en las últimas. Vamos a cerrar el 2011, lamentable, trágicamente, con 63 (esperemos que la cifra no se mueva ya) asesinadas por violencia de género, es decir, constatando que el ritmo de una muerta cada cinco días permanece inalterado.
Mañana, 20 de diciembre, el Consejo de Gobierno dará luz verde al Observatorio vasco de Violencia de Género que empezará a funcionar en 2012. Bienvenidas sean las iniciativas para atajar esa lacra social. Bienvenidos sean los incrementos de medios policiales y judiciales para combatirla. Pero, por muchos recursos que se destinen a esa tarea, nunca serán suficientes si se concentran en la desembocadura del problema, en las inmediaciones de un machismo ya instalado; de una violencia ya latente. El sexismo se ataca de raíz, en su mismo principio; o, por seguir con la imagen inicial, desde la cuna. Una reciente campaña de la Consejería de Interior recordaba lo fundamental: que la violencia de género se ejerce a menudo delante de los niños; que los niños al tiempo que la sufren, la interiorizan. Que la violencia se enseña. Bienvenido sea el nuevo Observatorio pero ojalá su observación sea de raíz, de "cuna". Ojalá se sitúe en el antes, a la altura de la fuente misma del sexismo, cuanto todo es aún posible, remediable.
Artículo aparecido en la edición vasca de El País.
Javier Mina en Noticias de Navarra
- Details
- Parent Category: Noticias
Javier Mina presentó ayer en Pamplona su nueva creación literaria, La mirada fósil, un ensayo en el que presenta un compendio de lo que la humanidad ha sentido acerca de la ceguera desde la Antigüedad hasta el presente.
Acompañado por Fátima Frutos y Javier López de Muniáin, Mina ofreció ayer algunas de las claves que le llevaron a embarcarse en esta aventura literaria así como los entresijos de una obra erudita a la par que amena. Una descripción ésta que parte del acertado análisis que de las características la obra hizo Fátima Frutos. "Muchas veces nos encontramos con ensayos farragosos, pero éste no es el caso. Se trata de una obra amena, asequible al gran público, que entretiene y con la que se aprende. Por otra parte, la obra cuenta con un gran sentido integrador a la par que se presenta como un texto innovador, ya que en lugar de centrarse en lo economicista, que es lo habitual en los ensayos actuales, se centra en un tema social, algo que se desgraciadamente se toca muy poco". Como última característica, Frutos apuntó la erudición del autor.
Por su parte, a la hora de desglosar los entresijos de su obra, Javier Mina puso el punto de origen de La mirada fósil en su estudio de los totalitarismos. "Todo surgió al empezar a estudiar los totalitarismos y verlos desde términos ópticos, ya que el Estado totalitario es el que quiere llegar al fondo del alma de todos para verlo todo. Pero, al mismo tiempo, surge la idea de no ver, ya que si no veo al prójimo o no quiero ver lo que sucede, eso favorece a los totalitarismos. Al tocar esto es cuando empezaron a salir cosas de los ciegos, tanto en lo que se refiere a las cegueras simbólicas, el que no quiere ver, como el que no ve de verdad".
En este sentido, y aunque la ceguera es un campo ampliamente tratado a lo largo de los años en los diferentes ámbitos literarios, Mina resaltó que su obra lo que aporta con respecto al resto es el hecho, precisamente, de que "incide en la parte literaria, en el tratamiento que la literatura ha dado a la ceguera; ésta sería la parte novedosa, aunque con esto no quiero decir que nadie haya hablado así de la ceguera... Pero reagrupar las referencias y ofrecer ese distingo entre la literatura que hace referencia a las personas que no ven y aquella que la utiliza con carácter simbólico, para hablar de otras cosas, esa creo que es la principal aportación de esta obra". Un texto para el que el autor no ha mantenido contacto con personas ciegas. "Si yo estuviera buscando explicarme como percibe el mundo alguien que carece de vista, posiblemente habría tenido que ir a entrevistar... Pero no he querido meterme ahí, porque lo que yo quería explicar es cómo los que tenemos vista, vemos a los ciegos".
En esta explicación radica el quid de este libro, aunque, a su vez, el autor también marca, como es de recibo, otros objetivos para el texto. "Uno de los objetivos fundamentales del libro es tratar de que nos fijemos en los ciegos, ya que parece que solo forman parte del paisaje... Si quieres ir a comprar un cupón pues vas donde hay un ciego, pero poco más. Creo que tiene cierta importancia intentar hacerlos visibles. Y, por otra parte, en cierta manera también intenta mostrar la carga que han sufrido los ciegos a lo largo de la historia, ya que han estado muy fastidiados y han tenido que ganarse las cosas muy a pulso, peleando además con visiones muy raras que se han tenido de ellos, desde ser el blanco de las burlas hasta tacharles de pecadores".
La información procede de Noticias de Navarra.
Cuadernos Oxford (Diciembre)
- Details
- Written by Pedro Tellería
- Parent Category: Colaboraciones
Me ha pasado ya un par de veces: terminar una novela de Flann O'Brien y preguntarme a bocajarro: ¿qué demonios he leído? Me sucedió hace tres años con La boca pobre, y hace un par de días con El tercer policía. El funcionarion irlandés cuyo nombre verdadero era Brian O'Nolan (1911-1966) es considerado uno de los grandes del siglo XX por aquellas tierras.
Recurro a un adjetivo entre obvio y ramplón para clasificar El tercer policía: inclasificable. No se sujeta a un género concreto, no presenta una trama equilibrada, contiene unas notas al pie entre delirantes y superfluas... Y sin embargo, funciona. El costumbrismo rural que tanto se estilaba en Gran Bretaña (basta pensar también en John Houston o el primer Hitchcock) más la ciencia-ficción y las novelas filosóficas, góticas, de misterio y policíacas están mezcladas, hibridadas, arrazimadas (lo que queramos) en sus páginas. Pero lo que más destaca de O'Brien en La boca pobre o La vida dura resplandece también aquí: el sentido cruel y tierno, ácido y autocomplaciente, de su satírico humor. A ello se unen los disparates más esperpénticos, presentados –eso sí– como algo perfectamente verosímil: en La boca pobre era el rostrizo que los lugareños disfrazaban de recién nacido para cobrar una subvención y en El tercer policía es un agente que encierra con absoluta naturalidad una bicicleta en el calabozo de la comisaría.
Hay autores raros-raros por el mundo. Recuerdo, por ejemplo, al juguetón y olvidado Keeler de Las gafas del señor Cagliostro. O'Brien es otro de ellos. Muy serio y circunspecto en las fotografías, un verdadero gamberro en los libros. No publicó en vida esta novela, que durmió el sueño de los justos casi treinta años. Tal vez le sobrara alguna página. Da igual. En ella se rió del mundo y devolvió al lector las preguntas sin contestar. La editorial Nórdica nos lo ha puesto fácil gracias a su esfuerzo por traducirlo.
Aparecido en Espacio Luke.
Javier Mina en Diario Vasco
- Details
El autor navarro afincado en Donostia publica un nuevo ensayo que completa dos anteriores en los que trataba sobre las relaciones de poder. En 'La mirada fósil' investiga la huella que la ceguera ha dejado en los libros. Un recorrido desde la propia Biblia hasta textos contemporáneos en los que los ciegos o la ceguera son de forma literal o simbólica temas centrales. Lo presentará el próximo martes a las siete y media de la tarde en el centro Ernest Lluch.
-¿Cómo nació este libro?
-Sí, la ceguera ha sido tomada de manera simbólica como una metáfora de la invalidez ante el poder. Por otra parte, los totalitarismos históricos han jugado mucho sobre la idea de vigilar perfectamente a cualquier disidente y hacer que el prójimo se ciegue ante la suerte del otro para creer, ingenuamente, que así se pueden salvar de la acción de ese poder absoluto.
-¿Cómo ha sido el proceso ?
-No me he quedado sólo en tomar los libros como una fuente de datos sociológicos o históricos, aunque también hay una parte que se centra en esto. Me interesó más investigar cómo se ha tratado ese tema desde la creación literaria.
-¿Qué va a encontrar el lector?
-Un seguimiento de las obras principales de la literatura universal en las que se ha tratado la ceguera, bien sea de manera simbólica o literal. Como el campo es enorme me puse el requisito de que los textos tuvieran cierto nivel literario y que fueran obras muy importantes.
-¿Ha habido sorpresas?
-Una de las principales que me he encontrado son obras teatrales francesas de los siglos XII y XIII. En ellas aparece ya el ciego tratado de una manera peculiar e inmisericorde en bastantes ocasiones. Se burlan de los ciegos, algo que trescientos años más tarde volveremos a encontrar en la literatura picaresca española.