Javier Mina, Diario VascoEl autor navarro afincado en Donostia publica un nuevo ensayo que completa dos anteriores en los que trataba sobre las relaciones de poder. En 'La mirada fósil' investiga la huella que la ceguera ha dejado en los libros. Un recorrido desde la propia Biblia hasta textos contemporáneos en los que los ciegos o la ceguera son de forma literal o simbólica temas centrales. Lo presentará el próximo martes a las siete y media de la tarde en el centro Ernest Lluch.

-¿Cómo nació este libro?

-Hace tiempo me puse a investigar sobra las relaciones de poder. De aquella reflexión han salido tres libros. La parte que tenía que ver con el propio totalitarismo la recogí en 'El ojo del cíclope', los mecanismos del poder excesivo se convirtió en 'Los tiranos' y, ahora, la tercera parte ha sido este libro sobre la ceguera en la literatura.
-¿Se relaciona también la ceguera con el poder?

-Sí, la ceguera ha sido tomada de manera simbólica como una metáfora de la invalidez ante el poder. Por otra parte, los totalitarismos históricos han jugado mucho sobre la idea de vigilar perfectamente a cualquier disidente y hacer que el prójimo se ciegue ante la suerte del otro para creer, ingenuamente, que así se pueden salvar de la acción de ese poder absoluto.

-¿Cómo ha sido el proceso ?

-No me he quedado sólo en tomar los libros como una fuente de datos sociológicos o históricos, aunque también hay una parte que se centra en esto. Me interesó más investigar cómo se ha tratado ese tema desde la creación literaria.

-¿Qué va a encontrar el lector?

-Un seguimiento de las obras principales de la literatura universal en las que se ha tratado la ceguera, bien sea de manera simbólica o literal. Como el campo es enorme me puse el requisito de que los textos tuvieran cierto nivel literario y que fueran obras muy importantes.

-¿Ha habido sorpresas?

-Una de las principales que me he encontrado son obras teatrales francesas de los siglos XII y XIII. En ellas aparece ya el ciego tratado de una manera peculiar e inmisericorde en bastantes ocasiones. Se burlan de los ciegos, algo que trescientos años más tarde volveremos a encontrar en la literatura picaresca española.

-¿Se mantiene el tono peyorativo en la historia de la literatura?

 

-No. En la propia picaresca se va diluyendo porque lo que predomina es más el pícaro que el ciego. Pero es verdad que la visión negativa de la ceguera se da ya desde la Biblia. En el Antiguo Testamento se dice de forma clara que los ciegos no podían ser sacerdotes. Y tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento la ceguera se consideraba como un castigo divino.

-También rescata momentos más positivos.

-El libro lo escribo siguiendo la tradición judeocristiana y la grecolatina. En Grecia la ceguera se consideraba algo nefasto para vivir, pero no existía esa idea de castigo, como pago por algo que habían hecho mal. Al contrario, la ceguera era algo que se padecía y que tenía que ser compensado. Y se compensaba con la capacidad de adivinación. El ejemplo es Tiresias. Y antes Homero, poeta ciego al que los dioses le han compensado con esa visión interior que le permite conocer mejor las cosas de los humanos. Esa visión positiva fue recogida posteriormente por el Romanticismo. Pero en general la literatura ha utilizado la ceguera como una imagen más bien negativa.

-Dice usted que la ceguera nos interpela.

-Ha costado siete u ocho siglos pasar de las limosnas a ser tratados con dignidad. Pero la ceguera va más allá, es también una metáfora sobre la propia indefensión. No lo es para los ciegos, pero sí para los demás, ya que para nosotros ellos son seres frágiles e inermes. Y no hay que olvidar que de una manera simbólica todos podemos quedar ciegos si la sociedad se desmorona y cae en manos del totalitarismo.

Noticia y foto aparecidas en Diario Vasco. La entrevista es de Roberto Herrero.