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Aparición de la reseña de la primera novela de Daniel Barredo, El viaje a Budapest (Berenice) en Babelia. Pinchad en la foto para descargar el pdf.
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Las fotografías de Sebastián Utreras que se recogen en este libro editado con artístico valor por la Editorial masonica han de permitir a los que se asomen a sus páginas una aproximación a la vida de una logia masónica en un modo que se aproxima más que otros a la experiencia vital de tantos masones y masonas: a través de la belleza. Las fotografías de Sebastián Utreras atrapan por su magia visual, por su personalísima perspectiva, por una belleza sencilla y potente que muestra la poesía de los gestos, los símbolos y los ritos que se trabajan en las logias.
Sebastián Utreras podía haber escogido otras logias, en Londres, o en Berlin, en Paris o en Nueva York, quizá más nutridas y numerosas, con oficiales adornados con hermosos mandiles y majestuosos collares, logias más ricas, cargadas de cierta pompa y esplendor, tan del gusto de la masonería anglosajona. No exentas tampoco de su propia belleza solemne pero siempre amenazadas de falsificación por causa de un halo de poder real o imaginario que fácilmente puede oscurecer su capacidad de esclarecimiento. Sebastián Utreras ha fijado su objetivo en una logia chilena, en una pequeña población, en un inmueble corriente; una logia en la que hombres y mujeres trabajan en pie de igualdad, de condición social común, hecha con materiales también sencillos, incluso modestos. Eso le permite mostrar la sabiduría, la fuerza y la belleza del simbolismo masónico en todo su esplendor, sin dorados y oropeles, que brillan con resplandor engañoso pero que no dan luz sino que tantas veces ofuscan y envanecen.
Las fotografías de Sebastián Utreras ponen de manifiesto cómo el método masónico, con unos pocos elementos materiales, con seriedad verdaderamente filosófica es capaz de romper la costra de nuestra conciencia cotidiana, distraída de nuestro ser, y crear una intimidad convocada en la que podemos encontrarnos con otros y con nosotros mismos en un nivel de radicalidad y de comunicación que es literalmente extra-ordinario. Quien lo ha probado lo sabe.
Eso es posible creo yo porque hay una especial poética en las imágenes, escenas y gestos que producimos en Logia. El escenario de un taller masónico trabajando no es sólo un lugar para el intercambio de ideas, el diálogo y para la palabra. Esa palabra y ese diálogo se producen en una atmósfera poetizada por la presencia de símbolos, dinamizada por un ritual en el que todos tenemos un papel y gracias al cual también nosotros nos convertimos en símbolos, unos y otras, en un juego de miradas mutuas.
La palabra griega poiesi, raíz de nuestra palabra poesía, significa ‘creación’, o ‘producción’. Viene a su vez de palabra poien que dice ‘hacer’ o ‘realizar’. Platón define en El banquete el término poiesis como «la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser».
Martin Heidegger explica la poiesis como «el florecer de la flor, el salir de una mariposa de su capullo, la caída de una cascada cuando la nieve comienza a derretirse». Con estas analogías el filósofo alemán destaca el momento significativo que se produce en el momento de la transformación cuando algo comienza a dejar de ser lo que aún es y comienza a ser lo que no todavía no es.
Si el método masónico que se practica en las logias del Oficio, es como pienso, un trabajo teórico y una iniciación práctica al ser –una invitación al esclarecimiento de nuestro ser- entonces estas reflexiones sobre la belleza poética y la virtualidad poiética –creadora y recreadora- del simbolismo masónico son plenamente pertinentes.
Lo primero que me atrajo de las hermosas imágenes de Sebastián Utreras fue la sencillez de los elementos con los que logra transmitir la belleza y la potencia del ritual masónico. Los juegos de luces y sombras nos evocan nuestras propias luces y sombras interiores, las muchas dudas y las pocas certezas sobre las que pretendemos cimentarnos.
Me gusta también la seriedad del ritual masónico que refleja el objetivo de Sebastián Utreras. Una seriedad que no es lúgubre sino alegre a pesar de que el trabajo de la logia tiene la gravedad de las cosas radicales que se refieren a cuestiones esenciales como la vida y la muerte, el sentido y el sinsentido, el amor y la justicia, la comunicación y la incomunicación, la libertad y la responsabilidad, la fraternidad y la soledad. Hay una clara alegría en la sencillez de los elementos simbólicos, en la naturalidad de los gestos, en la pureza de las intenciones que capta el ojo de Sebastián Utreras. Una alegría que no deriva del aturdimiento de la conciencia sino de su esclarecimiento, una alegría que se refuerza en los lazos fraternales y en el respeto que debe respirarse en la logia. Una alegría que no se agota sino que se renueva constantemente con la llegada de nuevos hombres y mujeres que aportan su itinerario biográfico, su experiencia vital, los afectos de su corazón y las luces de su inteligencia enriqueciendo así a todo la logia.
La Mirada que nos presenta Sebastián Utreras con sus magníficas fotografías nos muestra la logia como una representación del Mundo, como un microcosmos que incluye las tres faces del mundo humano:
a) En primer lugar el mundo de las cosas, de los lugares, de la naturaleza y de los acontecimientos que nos rodean, que aparece representado por el cielo estrellado, el sol, la luna….
b) También el mundo de nuestro ser interior, el mundo de nuestra conciencia, de nuestra psicología, evocado por el mosaico negro y blanco, y por las luces que nos iluminan en logia.
c) Finalmente el mundo de las relaciones con los otros y otras, representado por los demás hermanos y hermanas que nos evocan los lazos de la familia, la cultura y la historia.
La Logia es una representación a pequeña escala de esa triple condición de nuestro mundo en el que estamos y en el que debemos encontrar nuestras posibilidades de ser. La logia y el ritual masónico nos recuerdan constantemente la frase del maestro Ortega y Gasset: Yo soy yo [mi yo interior] y mi circunstancia [mi entorno natural, cultural e histórico] y si no salvo mi circunstancia no me salvo a mí mismo.
Las fotografías de Sebastián Utreras visitan todo el ritual masónico en Logia. La llegada de los hermanos y hermanas, el encuentro en la sala de pasos perdidos, la preparación de la logia, el ceremonial de apertura de los trabajos y la entrada en logia que nos marcan el umbral entre el tiempo profano y el tiempo masónico, la preparación de nuestra conciencia alerta, el encendido de luces, que nos invita a buscar la luz en nosotros y en aquellos que nos acompañan, el ritual de iniciación que representa de una manera sucinta pero potente el curso íntegro del método masónico, la cámara de reflexión, los viajes del iniciado, –el momento de la disolución, de la búsqueda, del hallazgo, de la confirmación y del despliegue- , una tenida al aire libre que nos descubre cómo el universo mismo es una especie de Gran Logia en la que todos trabajamos, la cadena de unión que evoca el lazo de la fraternidad que nos une a los otros, la ceremonia fúnebre de la columna truncada, los oficios y oficiales de la logia, la Venerable Maestra, lo Vigilantes, los Aprendices, los Compañeros, los Maestros…la escuadra y el compás, las herramientas… y todas esas imágenes, evocadoras, nos hablan en su hermoso silencio de una experiencia filosófica, de un encuentro, de un lazo de fraternidad. La genialidad del trabajo de Sebastián Utreras es la naturalidad con la que muestra la estética del decorum masónico, una estética y una poesía que se quieren poner al servicio del hombre y de la mujer de hoy, como lo hizo en el pasado, del hombre y de la mujer, que como Goethe son de la estirpe que de lo oscuro a lo claro aspiran.
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La editorial Los Libros del Lince está apostando seriamente por la obra de Willy Uribe. Esta apuesta ha llevado a su editor, Enrique Murillo, a reeditar Sé que mi padre decía, novela con la que Uribe obtuvo el Premio Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón. Os paso la carta del propio editor en la que habla de la novela y del escritor:
Queridos amigos:
Los tiempos son difíciles, y hemos reducido a la mitad el número de novedades que sacamos anualmente, pero seguimos vivos.
La primera novela que publica en 2012 Los libros del lince es una de las mejores de Willy Uribe. SÉ QUE MI PADRE DECÍA narra la historia de lo que empieza como un sencillo plan de chantaje que, por diversos motivos, acaba torciéndose. El libro termina convirtiéndose en una narración durísima de un autor que algunos críticos comparan con Dashiell Hammett, Jim Thompson y Patricia Highsmith.
Su protagonista es Ismael, un vasco que se largó de su tierra para recorrer mundo, y que es considerado un traidor por los amigos y por la familia. Cuando era camionero en México conoció a una mujer y se casó con ella, y luego se divorciaron. Ella le escribe una carta desde Bilbao, invitándole a regresar para chantajear a un hombre de la buena sociedad, un viejo amigo de infancia de Ismael, que ahora trabaja como abogado en una seguradora de la Gran Vía bilbaína, pese a no haber terminado sus estudios de Derecho, detalle que ella ha averiguado.
Ismael regresa sin estar muy convencido. Comprueba que se le sigue recibiendo con hostilidad. Su ex esposa parece dedicarse a la prostitución de lujo. Y su viejo amigo no acepta de entrada el chantaje, sino que está dispuesto a defenderse. Un Bilbao siempre lluvioso es el escenario de la historia, cuyo desarrollo adquiere un inusitado grado de violencia cuando comienza a participar en ella un tipo extraño que el lector adivina pronto que es un miembro “durmiente” de ETA.
Uribe consigue hacer en este libro una radiografía de su ciudad y de la sociedad vasca, analizarla sin tapujos, poner al descubierto su esencia, y todo ello sin añadir un solo comentario, sino a base de la pura narración.
“Sé que mi padre decía” será publicada en francés por la prestigiosa editorial Rivages el próximo mes de mayo.
Acerca de la obra de Uribe ha escrito Fernando Savater en El País:
“Willy Uribe escribe, a mi juicio, auténticos y excelentes thrillers. Es decir, no cansinas repeticiones de Chandler o Hammett -el detective alcohólico y sentimental, el inspector maltratado por sus jefes que se enfrenta a los poderosos, etcétera-, sino tramas violentas y ambiguas, opresivas, a lo Patricia Highsmith, con protagonistas paulatinamente trastornados por la dureza existencial. Así son Sé que mi padre decía, Cuadrante Las Planas y sobre todo Los que hemos amado (Los libros del lince), una concisa obra maestra cuyo argumento gira en torno a otra de las pasiones del autor, el surf.”
Isabel Coixet, por su parte, escribió en El Periódico, tras leer Los que hemos amado:
“La mano maestra de Willy Uribe hace avanzar la trama de una manera implacable. Hacía tiempo que un libro no me producía esa opresiva sensación de atenazarme la garganta, de angustia a cada nuevo giro de la trama. […] Una historia que tienes ecos de Jim Thompson, pero que consigue ser absolutamente original. […] Una remarcable sutileza de la que deberían aprender muchos novelistas españoles contemporáneos…”
Javier Sánchez Zapatero, en La gaceta de Salamanca, cierra su elogiosa reseña de Los que hemos amado con este párrafo:
“Escrita con un estilo dinámico basado en la concisión y en la ausencia de elementos superfluos, Los que hemos amado va envolviendo poco a poco al lector hasta atraparle sin remedio con una historia densa y turbia sobre el fin de la inocencia y los límites de la maldad, que a nadie dejará indiferente. Así, con una magistral novela sobre los sueños de la juventud, el amor, la aventura, la culpa y los ritos de la iniciación, Willy Uribe se confirma como uno de los grandes narradores de su generación.”
El Cultural ha subrayado:
“Como si de una de sus novelas se tratara, pronto habrá que estudiar El Caso Willy Uribe, flamante finalista del premio Tusquets con Cuadrante Las Planas […] El escritor parece empeñado en aportar en sus artículos, y libro a libro, pruebas irrefutables de su imaginación y sensibilidad. Un consejo: no le pierdan la pista.”
Por su parte, Paco Camarasa, comisario de BCN Negra, escribió al publicarse la primera edición de Sé que mi padre decía:
“Si le gusta el Hammett de Cosecha Roja y La llave de cristal, o el Goodis de Rateros o La Luna en el arroyo, o el Jim Thompson de La sangre de los King, no deberían perderse esta novela. Ni pueden ni deben. Algunos estábamos a la espera de la próxima novela de James Ellroy. Sé que mi padre decía ha calmado la ansiedad. Lo sentimos por él (por Ellroy), alguien le ha subido el listón.”
Saludos cordiales,
Enrique Murillo.
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Fernando Aramburu (escritor) ha prestado su barrio y los recuerdos de infancia a 'Años lentos', su novela más reciente y último Premio Tusquets. La historia, ambientada en San Sebastián durante los sesenta, está contada desde la mirada de un niño que llega a una ciudad bajo la grisura franquista, pero en la que ya se incuba el fenómeno etarra. El escritor guipuzcoano protagoniza hoy (20.00 h.) un encuentro del Aula de EL CORREO en el que conversará con el historiador Fernando García de Cortázar. El acto, que tendrá lugar en el Salón El Carmen de Bilbao, cuenta con la colaboración de Tusquets Editores.
- Dibuja una sociedad dócil, una población que no se cuestionaba el régimen.
- Existía un férreo control y una paz impuesta. La gente se dedicaba a lo suyo, no estaba politizada. Era una época en la que pasaban pocas cosas, muchas menos que ahora. Yo así lo recuerdo, aunque a finales de los sesenta ya se percibía la decadencia de la dictadura y el torbellino político que se avecinaba.
- La novela tiene un planteamiento de comedia que se agria a medida que se desarrollan los acontecimientos
- No es deliberado, sino que se trata de una manera de entender las cosas. Estamos inmersos en una realidad con diferentes colores y yo tengo una tendencia natural hacia el humor, excepto cuando trato el dolor ajeno. Tengo una visión entrañable y ridícula de nuestra experiencia humana.
- «Me lo había imaginado diferente». Es lo que confiesa un personaje que se integra en ETA cuando emprende una penosa huida. ¿Eran ingenuos los terroristas?
- Recuerdo que se hablaba de vecinos que habían huido a Francia con un cierto halo de mitificación. Cuando Julen se aleja del barrio, se diluye, no sabemos por qué vuelve del exilio y ese misterio se abre a la interpretación y conjeturas del lector.
- El regreso del militante caído en desgracia ante sus antiguos compañeros evidencia la hostilidad ambiental, una ley de acoso y silencio que sustituye a la anterior pasividad ante la dictadura.
- Guardar silencio y no ponernos en peligro es una reacción que se encuentra en el instinto animal. Cuando Franco estuvo en el poder contestar era peligroso, a uno lo maltrataban en comisaría, así que los primeros atentados contra el régimen generaron simpatía porque sentimos que nos podían liberar. Pero cuando se dirigen contra personas sin vínculos con la dictadura se vuelve doloroso y triste.
- En su novela, el cura del barrio ejerce una influencia decisiva sobre los más jóvenes, los adoctrina políticamente. ¿Hubo sacerdotes que gestionaron mal su ascendiente sobre los fieles?
- Hablamos de una figura de ficción inspirada en otras que existieron, personas que en vez de difundir la palabra de Dios, anteponían la ideología al amor del prójimo, que no actuaron en función de la moral cristiana.
- ¿Existe el riesgo de que se dé carpetazo al pasado, una tentación favorecida por la pesadilla de la crisis económica?
- Algunos que han sido agresores pueden pensar que lo mejor es levantar la alfombra y meter dentro todo lo lamentable, una solución muy negativa para el objetivo de construir una sociedad pacífica. Quien detenta el poder tiende a remodelar la historia, pero algunos escribimos para que quien quiera simplificar o negar no lo tenga fácil.
- ¿Cree factible que se pida perdón?
- Sería muy positivo que todos esos que usaron pistolas pidieran perdón y garantizaran que no van a ampliar nunca más el dolor causado. No es fácil, exige valentía mirar a los ojos de viudas, huérfanos y mutilados, una dimensión humana que no se ha tenido cuando se han empuñado armas.
- ¿Sigue manteniendo que los escritores en lengua vasca permanecen cautivos?
- En ese artículo que menciona se desvirtuaron mis declaraciones y la mitad de mis reflexiones no aparecieron. No quise ofender a nadie. Es evidente que algunos no fueron libres, que llevaron escolta, que hubo crímenes y se quemaron librerías, y que otros se situaron en zonas de silencio. Lo extraño es decir lo que se quiere cuando impera el terror.