Mañana comienza en Pamplona una serie de presentaciones que se extienden a San Sebastián, Estella y Lesaka
Ciento noventa espejos (Editorial Hiperión) contiene 95 textos breves que hablan de encuentros, viajes, lecturas, caretas políticas, placeres musicales, enseñanzas que recoge de artistas y de personas anónimas. Son paradas en el viaje por un libro que su autor reconoce "difícil de etiquetar", aunque ya en el prólogo da una pista: "Creo que estas piezas son una especie de sonetos en prosa, con sus penumbras y sus parcelas luminosas".
Irazoki (Lesaka, 1954), escribió estos textos en París, donde reside desde hace 24 años. Creados entre 2009 y 2016, todos ellos cuentan con la peculiaridad de estar compuestos por 190 palabras, ni una más ni una menos. "Cada una de esas palabras es un espejo al que me asomo", explica al lector en el primero de los textos.
El autor de Los hombres intermitentes u Orquesta de desaparecidos, entre otros títulos, dice que tomó la decisión de utilizar solo 190 palabras en cada texto como una forma de "averiguar la medida de mi libertad encerrando la expresión en un número reducido de frases. Para escribirlas, he luchado sin angustias verbales".
La idea vital de Irazoki de enfrentarse a la vida desde el agradecimiento ante el resentimiento, la alegría contra el dolor o el humor como vacuna de apocalipsis cotidianos, ("La gratitud es el tamiz que me separa de lo oscuro") hace de este libro un nuevo ejemplo de profunda humanidad expresada con alta calidad literaria. En él reivindica a "los escritores desobedientes" al citar a Krzyanowsky, perseguido por el régimen soviético. Celebra la literatura de Bob Dylan y Leonard Cohen, relata el placer de escuchar un concierto en un club de jazz o admira las imágenes del cine de Víctor Erice.
Son muchas también las referencias literarias que aparecen en Ciento noventa espejos, pero Irazoki, lector febril y crítico literario de El Cultural, anota que "acaso más que los buenos libros, me ha guiado la manera de vivir de ciertas personas". En otros capítulos del libro habla de la cercanía de la vejez ("A partir de cierta edad, vemos nuestra biografía en la naturaleza"), de su visión de ser escritor ("No olvidar que la escritura es un oficio humilde"), de dolorosas desapariciones ("Quienes la conocimos siempre caminaremos transportando un hueco") o de un placentero paso por la cocina de Arzak que recuerda así: "Viajamos al paraíso y volvemos con él".
Las experiencias vividas en diversas ciudades ocupan otras páginas que siempre comienzan con un "paseo por". Nueva Delhi ("En esta ciudad no existen lugares sin personas"), México D. F. ("Tardo seis días en expulsar la niebla que la altitud ha introducido en mi mente. Miro la ciudad desde mi veladora"), Moscú ("Todo es alto y con anchura de estepa armoniosa"), Tel Aviv ("Una luminosa Babel de idiomas") o New York, donde persigue las huellas de Herman Melville, son algunas de las paradas de este viaje.
En un libro repleto de confesiones íntimas, el último de los textos es una enumeración de los que denomina "goces de la vida diaria". El primero, "mi gratitud al azar por haber nacido en una familia humilde", da paso a otros como "el cinismo bondadoso de las canciones de Brassens (...), leer a Camus y Arendt, dos flechas éticas que me guían (...), no padecer el fracaso que llaman envidia". O los que contienen las últimas anotaciones de estos espejos: "Envejecer sentado en un refugio de preguntas. El goce de no tener tiempo para el odio".
Ayer domingo El Diario Vasco publicó una entrevista que firmaba Roberto Herrero que se puede descargar desde aquí.
Calendario de presentaciones
- 24 de octubre, martes, a las 19:45 horas, en Pamplona. Librería Auzolan, con Roberto Herrero.
- 26 de octubre, jueves, a las 19:30 horas, en San Sebastián. Librería Lagun, con Jorge G. Aranguren.
- 27 de octubre, viernes, a las 19:30 horas, en Estella. Biblioteca Municipal, con Ángel de Miguel.
- 28 de octubre, sábado, a las 19:00 horas, en Lesaka. Ayuntamiento, con Zaza Rodríguez.