Ha sido visto con la hoz y el martillo, haciendo purgas en Siberia, también luciendo un minúsculo bigote, un flequillo rebelde y portando una esvástica.
Anteriormente se entretuvo quemando brujas en la Europa del siglo XV.
Puede tener piel blanca y deleitarse con los gritos de turcos empalados en la antigua Valaquia, o muy tostada y abastecer su frigorífico con viandas más que exóticas.
Recurre con frecuencia al disfraz de dictador, haciéndose llamar César, Caudillo, Comandante, Duce, Ilustrísima...
Montó caballos paticortos que pastaban hierba que nunca volvía a crecer y sembró el terror en las inquietantes noches brumosas del Whitechapel londinense.
A menudo se esconde tras el Corán, la Biblia o la Torá. Otras, se parapeta tras un cotidiano y simple maltratador.
Ha lucido traje de barras y estrellas. Y con otros trajes se ha paseado por Wall Street y por cientos de parlamentos. El diablo es tenaz, tiene debilidad por el camuflaje y de entre todas sus habilidades destaca la de saltar de un personaje a otro más adecuado al momento político y social.
La última vez que se le vio tenía el aspecto de un enano oriental con pelo alborotado y anteriormente el de un barbudo y acaudalado saudí de origen yemení.
¿Cuál será su siguiente apariencia?