En Nueva York he visto edificios, parques y cuadros muy hermosos. Pero mis mayores agradecimientos son musicales. Tras varios conciertos al aire libre, esperaba excitado el momento de escuchar a Vaneese Thomas en el Lincoln Center. Una artista que, sin caer en adaptaciones serviles, ha cantado junto a Luciano Pavarotti y Eric Clapton. Llegué con una hora de antelación y en la puerta me advirtieron que el local estaba casi lleno. Sentí alivio al entrar en la sala. Qué raros somos cuando tenemos una certeza. Al sonar los primeros compases, tocados por seis instrumentistas de calidad, presentí los mejores placeres estéticos. Imposible equivocarse. Vaneese Thomas empezó a cantar soul con una potencia que nunca olvidaré. En sus notas agudas vibraban las raíces del gospel que la cantante seculariza para hablarnos de amores carnales. Las tres coristas templaban en el estribillo la alta temperatura de la melodía. No en vano el repertorio elegido era para homenajear a las intérpretes de soul y rhythm and blues que consiguieron ser admitidas en el coto musical de los hombres. La canción Respect sonó con energía de himno. Durante dos horas Vaneese Thomas permaneció en el peldaño más alto de su verdad artística. Hasta acabar la actuación. Fui el último en salir del recinto. Había comprado dos discos de la cantante y me dedicó uno de ellos, después de darme un beso y —sorpresa— responderme en un francés lujoso. Noche para quedarse en ella.

Aparecido en El Cultural.