Si uno consigue colarse en el interior de un acontecimiento político o cultural altamente mediático, se beneficiará de esa atención de los medios, verá cómo el volumen de su iniciativa o su mensaje se pone por las nubes. Hemos visto representarse muchas veces esta colonización publicitaria, en versiones más o menos serias y respetables. Y creo que la respetabilidad se gana, en éste como en otros casos, por generosidad en los motivos y coherencia de los protagonistas. En los últimos tiempos asistimos también a versiones caricaturizadas o ridiculizadas de esta práctica. Donde la oportunidad se asume, sin complejo ni disimulo, como oportunismo. Donde no hay mensaje, porque lo único que cuenta es sumar apariciones en lugares cada vez más improbables o inaccesibles -finales deportivas, entierros de famosos...-, colarse ahí como sea, y mejor disfrazado o desnudo.
Aprovechando el tirón mediático de la llegada a Euskadi de la Vuelta, Bildu y Aralar han saltado al terreno de juego con su mensaje. Se oponen al paso de la carrera ciclista porque lo atribuyen a la intención de algunos partidos de "reafirmar que Euskal Herria forma parte de España". Estas palabras ilustran perfectamente dos de las estrategias discursivas más tradicionales de la izquierda abertzale y más objetables (la veracidad es más que una exigencia, una condición de la democracia). La primera consiste en presentar como hechos lo que no son hechos, o en distorsionar la evidencia de los mismos. Porque el hecho es que Euskadi es una las comunidades autónomas de España. Que a ellos no les guste y encaminen sus esfuerzos políticos a intentar cambiarlo en democracia, forma parte de su derecho. El que no se distorsione ni falsee el contexto del debate político es derecho de todos. La segunda estrategia consiste en presentar como normal lo anormal y viceversa. Lo normal es que la Vuelta pase por Euskadi, como por otros lugares de España; lo anormal es que no haya podido hacerlo en más de treinta años. Lo brutalmente anormal son las razones de esa ausencia: el miedo, la inseguridad, la intolerancia, la opresión que el terrorismo había impuesto entre nosotros. La izquierda abertzale afirma estar en un nuevo ciclo. Resultaría más creíble si respetara la acepción común de los términos más fundamentales.
Pero quisiera referirme a la desnudez. A quien salta a un terreno de juego desnudo hay que reconocerle, al menos, que se expone. El valor de exponerse. Creo que, en este asunto de la Vuelta, la izquierda abertzale no se expone. Que no lleva su gesto, más allá del oportunismo, al terreno desnudo de la coherencia. Entiendo que ser coherente en este ámbito exigiría extender, haber extendido ya, esa oposición deportiva a todas las disciplinas. Defender, por ejemplo, que los equipos vascos de fútbol o baloncesto abandonen la liga española. Y aprovechar para defenderlo todos los tirones mediáticos, los de las campañas electorales, sin ir más lejos.
Artículo aparecido el 12 de septiembre en la edición vasca de El País.