Se presentaron hace unos días los resultados de la última encuesta anual de percepción de la opinión pública sobre la violencia de género. Que la inmensa mayoría de los encuestados -más del 90%- piense que esta violencia es "totalmente inaceptable" no puede interpretarse más que en positivo. Pero más negativos y preocupantes resultan, en mi opinión, otros datos de la misma encuesta que señalan que prácticamente dos terceras partes de las personas consultadas consideran que los hombres maltratan a las mujeres porque tienen problemas psicológicos, mientras que más de la mitad asocia la violencia de género al consumo de drogas y alcohol.

Es decir, que indican que la mayoría de los consultados, y cabe entender que por extensión de nuestra sociedad, sigue pensando que la violencia machista es el resultado de alguna forma de patología individual, o si se prefiere, sigue representándosela como un problema íntimo o personal, y no social. Lo que sin duda explica la apatía con la que se recibe, el poco escándalo o la baja preocupación que genera, a mucha distancia de los que puede provocar cualquier otra forma de violencia. Y me temo que no han perdido la menor actualidad los datos de otra encuesta que se publicó hace unos meses y que señalaban que sólo un porcentaje mínimo de españoles -en torno al 3%- considera que la violencia contra las mujeres es un "problema social grave", a pesar de que en nuestro país las asesinadas se cuentan por decenas y por miles las maltratadas, cada año. Año tras año.

Es fundamental cambiar esta tendencia de las mentalidades, y a ello deberían destinarse más debate y más recursos públicos. Porque entiendo que mientras se siga asociando la violencia machista a la psicología y no a la ideología -el machismo es un modo de pensar, una visión del mundo articulada en torno a la desigualdad y la sumisión de las mujeres a los hombres-; mientras se la reduzca al ámbito de las patologías individuales y no sociales, seguiremos básica, trágicamente, en las mismas: sumando muertes, agresiones físicas y descalabros morales a un ritmo más o menos sostenido. Al tiempo que se nos daban los resultados de la encuesta citada se nos informaba también, y la comparación creo que merece ser calificada de obscena, de que las 33 asesinadas en lo que va de año suponen "diez menos" que en el mismo periodo del 2010.

Seguiremos básica, trágicamente en las mismas mientras el machismo se siga viendo más como un descontrol de las emociones que como una patología de las ideas, y mientras la violencia que provoca se perciba como una amenaza doméstica, sólo de casa y no de calle. El machismo no es emocional, sino ideológico, y desde luego no es atentado en la esfera privada, sino fundamentalmente a la vida pública: un desafío y una agresión inaceptables a los fundamentos mismos de la convivencia en igualdad, es decir, a los principios de nuestro ordenamiento jurídico, a los valores declarados de nuestra democracia.

Aparecido en la edición vasca de El País.