De tiempos como los actuales marcados mayormente por las incertidumbres y la dificultad se acostumbra a decir que "son malos para la lírica", una expresión que me resulta desconcertante, porque si de algo tenemos innumerables pruebas es de que la creación poética se crece con la adversidad. Y sobre todo de que es en los momentos de crisis cuando más apetece la belleza del lenguaje poético. La belleza y la lealtad. E insisto en este último concepto, porque la buena poesía está hecha de palabras aún repletas del sentido para cuya expresión fiable se inventaron. Palabras que piensan lo que dicen y dicen lo que piensan. Buenos tiempos pues para la lírica en esta época en que cualquiera sabe lo que están diciendo o callando, bajo su superficie retórica, la mayoría de los discursos públicos.
Recojo estos versos de Hijos de la época de la poeta polaca -premio Nobel en 1996- Wyslawa Szymborska : "Adquirir significado político ni siquiera requiere ser humano. Basta ser petróleo, pienso compuesto o materia reciclada. O la mesa de debates de diseño largamente discutido: ¿redonda?, ¿cuadrada?, ¿qué mesa es mejor para deliberar de la vida y de la muerte?". Y los elijo porque recuerdan, o mejor, porque se oponen al olvido de que las decisiones políticas afectan a la vida de los ciudadanos de un modo muchas veces radical. Que los gestos e incluso los objetos del poder tienen la capacidad de cambiar en un momento el rumbo de la vida de la gente. Que la política es, en definitiva, un asunto cuyas repercusiones son de tal magnitud que necesita ser constantemente revisada, interrogada.
Y podría detenerme en la precipitación de las autoridades alemanas a la hora de condenar al pepino español, para ilustrar cómo una decisión que se toma alrededor o detrás de una mesa política puede suponer para la gente (en este caso nuestros productores agrícolas) un tsunami devastador. Pero quisiera centrarme en otras mesas cuyas repercusiones nos tocan aún más de cerca, afectan al corazón mismo de la vida política y social en Euskadi. Y me refiero a las mesas en torno a las que los partidos vascos están debatiendo ahora mismo la presencia de Bildu al frente de las instituciones guipuzcoanas, o lo que es lo mismo, la asunción por parte de Bildu de competencias en materias como Educación o Juventud o Cultura, que resultan fundamentales para cimentar nuestra convivencia democrática presente y futura.
No creo exagerado decir que se trata de un "deliberar de la vida y de la muerte", en el sentido más descarnadamente literal, considerando lo sucedido aquí durante más de treinta años. Y entonces ¿se puede eludir en esas mesas un debate de previos? o ¿se puede abordar allí otro asunto que no sea el de exigir a Bildu que se posicione inequívocamente contra el terrorismo; y que fije su postura también con respecto al pasado, a lo hecho y no hecho en el pasado? ¿Puede hablarse de otra cosa en esas mesas hasta que Bildu hable de eso?
Artículo aparecido en la edición vasca de El País.