Gracias a un puesto callejero he llegado a Jarosław Iwaszkiewicz, un escritor polaco poco conocido en lengua castellana. Nacido en 1894 y fallecido en 1980, Iwaszkiewicz fue narrador, poeta, dramaturgo y político. Escribió, entre otras obras, Las señoritas de Wilko y El bosque de los abedules, que la extinta colección Narradores de Hoy (de la también desaparecida Bruguera) publicó en un solo volumen a comienzos de los años ochenta.
Ambas novelas cortas, llevadas al cine por Andrej Wajda, se ambientan a comienzos de siglo en medio del paisaje rural polaco. Las dos, además, tienen como protagonistas a dos personajes típicos de la novela europea de aquellos tiempos: seres decadentes y posrománticos incapaces de gobernar con arrojo sus vidas y tiernamente ambiguos en cada una de sus acciones y sentimientos. Así, si Wiktor es un tipo que rondando los cuarenta regresa a su pueblo de origen para revivir su juventud rodeado de las amables, hospitalarias y atrayentes hermanas Wilko, en El bosque… encontramos a un hombre desahuciado que resuelve compartir con su lúgubre hermano viudo y su sobrina las últimas semanas de vida.
En JI hay sicología, ambigüedad extrema en los motivos y un paisajismo que ya por entonces estaba en trance de desaparición ante el deslumbramiento que tantos escritores sintieron por la ciudad. En una y otra novelas hay todavía coches de caballos, bosques interminables y barro en las botas. Hay también casas de campo, aires de decadencia y frustraciones que se disfrazan. Quedan en estas novelas, como quedó en el arte de Zweig, Mann, Marai y otros centroeuropeos cuya estética burguesa se estiró hasta bien entrado el siglo XX, una mirada y unas voces prácticamente desterradas de la literatura. Búsquenlo, hasta donde sé, en librerías de viejo y rastrillos solidarios.
Aparecido en la revista Luke del mes de abril.