Gonzalo Garrido en 'Culturamas'
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http://www.youtube.com/watch?v=8-_2R_hzzdA
Escribir la distancia, de Kepa Murua
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La editorial Luces de gálibo publica el nuevo libro de Kepa Murua. O como dice el poeta vasco:
La poesía es una conversación con el infinito, una confesión de otros lugares, de otros países, de otras tierras, sin límites geográficos ni históricos, un diálogo del individuo ante un tiempo que no tiene principio ni fin y que se presenta con un eco que une todas las distancias posibles. Escribir su distancia es, por tanto, necesario; intentarlo, al menos, inevitable.
Quizá sea así el amor.
Un oscuro licor
que nos atraviesa el cuerpo
desde la garganta
hasta los pies.
un aguardiente inesperado
que nos deja sin voz
en la mitad de la frente.
Un veneno necesario
que desde el placer de los sentidos
nos lleva al silencio
dejándonos temblando y sin habla.
“Porque escribir es seguir una distancia que pocos comprenden con el ruido de las cosas que se dicen o el maltrecho significado de las que se pronuncian.”
Dos relatos de Ugarte y Oviedo en ABC
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El diario ABC reseña el nuevo libro de Menoscuarto, Mar de pirañas, en el que Fernando Valls ha seleccionado varios escritores de microrrelatos. La reseña selecciona los cuentos más pequeños de la antología bajo el título: "Diez microrrelatos en menos de 72 palabras".
"Los libros, los cigarrillos, tu hijo y sus juguetes, el rostro de tu esposa", de Pedro Ugarte:
Estás en casa, y es de noche, y apagas la última luz. Qué extraño: de pronto todo desaparece.
"Olfato animal", de Álex Oviedo:
Es ya de madrugada. En el ático, la vecina se deja mecer, anclada a su butaca, por las imágenes del televisor. El volumen del noticiario se cuela entre las persianas de los pisos. Un perro aúlla a la oscuridad. Ha sido el primero en vencer la muerte.
Luisa Etxenike en 'Deia'
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La autora de 'El detective de sonidos' y 'El ángulo ciego' (Premio Euskadi 2009), considera un "privilegio" la educación plurilingüe que recibió en el Liceo Francés de Donostia y defiende la diversidad lingüística como "una invitación a ser de más de una manera". En Deia:
Preocupada por los recortes en la Cultura y en la Educación, Luisa Etxenike (Donostia, 1957) apela al talento de pertenecer a varias lenguas, a la vez que aboga por "hablar en un idioma común".
La conferencia que ofreció hace unos días en el Liceo Francés de Bilbao llevaba por título 'El talento de pertenecer'. ¿A qué se refiere?
Cuando te educas en más de una lengua tienes la idea de una pertenencia doble, o triple. Demasiadas veces apelamos al derecho a la identidad, pero también es importante referirnos al talento. El haberme educado en más de una lengua me ha llevado a una avidez comunicativa, a una curiosidad por lo que dicen los demás y un deseo de participar en conversaciones múltiples. Los debates, cuanto más corales, mejor. El idioma es la vía de acceso que permite conocer en profundidad a las personas y a las culturas.
Su charla se enmarca dentro de los actos conmemorativos del Día Europeo de las Lenguas. ¿Qué significa para usted esta efeméride?
Parece que la multiplicación de las lenguas es una maldición bíblica como la de Babel... Yo creo que Europa es una ambición que tiene que salir bien. Hablar muchas lenguas induce a pensar que deseamos entendernos en un idioma común, y eso para mí es fundamental.
¿Y qué puede aportarle al euskera?
Las lenguas son el vehículo de la diversidad europea. En el caso del euskera, conectarse a Europa le abre una autopista hacia un terreno de influencia mayor. A la inversa, beneficia el conocimiento que Europa posee del euskera y de nuestra realidad bilingüe. Porque más que una convivencia entre el euskera y el castellano, se trata de una identidad bilingüe. Cada uno puede vivirlo como quiera, pero creo que hay un sentir profundo de una identidad bilingüe.
Los idiomas tienden puentes...
Eso es, nunca los destruyen. En casa y en el colegio, me enseñaron a ver siempre riqueza y a no imaginar, ni un solo momento, que la lengua sirva como elemento de división. Es un instrumento de comunicación exigente, profunda, fértil.
¿Se piensa diferente en cada lengua?
En cuestión de concepto, no, pero sí en el detalle. Tendemos a pensar en los idiomas reparando sólo en la letra, pero una lengua también es música, alimenta y educa el oído. Por ejemplo, recuerdo una de las primeras palabras que aprendí en francés, buvard (secante). Me gustaba la imagen del francés, parecía que te bebieras la tinta; sin embargo, prefería el sonido de la palabra en castellano. A eso me refiero con el talento de pertenecer: a sentirse feliz en ese vaivén entre las lenguas.
Explíquese.
Las lenguas permiten consenso y a la vez muestran todas sus diferencias de matiz y toda la civilización que llevan detrás. Uno debe vivir las lenguas como una invitación gozosa a ser de más de una manera.
¿Qué recuerda de su etapa en el Liceo Francés de Donostia?
Soy consciente del privilegio de haber recibido una educación plurilingüe, algo que identifico con la idea de libertad por una razón muy obvia: me eduqué en un sistema educativo homologable al que se impartía en Francia, en pleno Franquismo.
¿Qué destacaría del sistema educativo francés?
Es una educación muy exigente, algo que valoro. Es inflexible en el respeto a la autoridad a la vez que alienta al alumno a responsabilizarse de su libertad, a desarrollar su propia singularidad, creativa e intelectual... (reflexiona). Contemplo con horror los recortes que se están realizando en Educación y en Cultura. Son de una temeridad máxima, ya que a corto y largo plazo constituyen un empobrecimiento social y personal considerable.
De otro lado, ¿cuál es su balance de los primeros años de la Asociación de Escritores de Euskadi de la que es presidenta?
Se ha doblado el número de asociados, hemos organizado muchas actividades... El balance es positivo, aunque soy consciente del peligro de quedarnos dormidos en los laureles... Nos esperan tiempos muy duros y considero vital que artistas y autores estemos unidos para reflexionar sobre el hecho creativo y abogar porque la cultura conserve un lugar importante en la sociedad.
Pedro Ugarte en la revista Elkar
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Entrevista al escritor bilbaíno Pedro Ugarte en Elkar tras la publicación de El Mundo de los Cabezas Vacías y El país del dinero.
Tras seis años sin publicar, Pedro Ugarte ha regresado este año a las librerías por partida doble. En septiembre aparecía El mundo de los Cabezas Vacías (Páginas de Espuma), un libro de relatos en el que glosa y disecciona zozobras, servidumbres, alegrías y miserias de la cotidianidad y sus rutinas. Poco después, con el boom inmobiliario como eje central, desembarcaba El país del dinero (Algaida), merecedora del V Premio Logroño de Novela. Dos nuevos títulos que se suman a la sólida trayectoria de un escritor que es capaz de analizar con precisión las contradicciones de nuestra sociedad y la urdimbre compleja de las relaciones familiares, laborales o sentimentales. Su mirada se traslada a la literatura con humor, ternura contenida y cierto sarcasmo, y arroja un resultado tan realista como imaginativo.
Su novela El país del dinero, que puede leerse como una alegoría del boom inmobiliario, explica –al menos en parte- cómo hemos llegado a la situación económica en que estamos. ¿La crisis se veía venir?
La crisis se veía venir, pero el enunciado corresponde al presente, este presente que analiza el pasado. Ahora parece una evidencia que estábamos inmersos en una completa locura, pero entonces no lo parecía. De todos modos, la economía tiene un elemento tan importante de psicología social que a veces pienso que deberíamos vincularla con la magia.
Políticos corruptos, fieles del pelotazo y del trapicheo a gran escala, ambiciosos con muy poca vergüenza… Imagino que para crear algunos de sus personajes le habrá resultado muy útil leer la prensa diaria.
Sí, bueno, la lectura de la prensa ha sido importante, pero también cosas que me han contado protagonistas (o testigos) del estropicio inmobiliario. Y hay una tercera fuente: el conocimiento directo de ciertos tipos. Los he conocido, sí, y hay pasajes inspirados en hechos ciertos, a veces escandalosamente ciertos.
La novela transcurre en el gran Bilbao, y las dos márgenes de la ría, con sus desigualdades, funcionan como un resumen de nuestra sociedad.
Siempre he considerado que el Bilbao metropolitano tiene una configuración muy teatral. En todas las ciudades hay barrios ricos y barrios pobres, pero es curiosa la disposición de dos riberas que se separan claramente por un criterio económico. Esa distribución, no nos engañemos, sigue condicionando mucho más de lo que nos gustaría aceptar.
¿Qué nos vuelve más locos? ¿El dinero o el amor?
El ser humano es una construcción tan fascinante que en él caben toda clase de locuras. Si algo como la literatura puede volver locos a algunos de ellos, ¿cómo no van a hacerlo, con mucha mayor fuerza, el dinero o el amor? En cuanto a la pregunta “cuál más”, sinceramente, no lo sé…
En El país del dinero hay lugar también para una historia de amor intensa y extraña: la de Jorge y Sharon.
Es una historia poco convencional, si se mira en la superficie, pero quizás, en un estrato más profundo, sea un retrato cruel de muchas relaciones personales. Como relación sentimental, hay en ella pulsiones muy poco románticas (la ambición, el modo en que el dinero condiciona la vida, incluso la conciencia de las clases sociales). Además se desarrolla una relación sexual bastante extravagante, que ha sorprendido a muchas personas. A algunas por la práctica sexual en sí, y a algunas otras porque se me hubiera ocurrido a mí. En general, nuestra capacidad de sorprender a los otros corre pareja a nuestra capacidad para decepcionarlos, incluso para despertar admiraciones tontas.
Por cierto, ¿por qué le gusta tanto el nombre de Jorge para sus personajes masculinos?
Hay mucho de voluntad estilística en que mi personaje se llame siempre igual. Jorge ha protagonizado tres de mis cinco novelas y alrededor de sesenta cuentos largos. Quizás sea un modo de señalar que, al final, uno busca construir un mundo literario, y esa construcción se fundamenta en un modo de pensar concreto y en un modo, también concreto, de mirar la realidad.
Ha escrito poesía, relatos y en esta novela se acerca al ensayo. Cuando decide escribir sobre una idea o un tema determinado, ¿sabe pronto a través de qué género lo hará?
Escribo muy poca poesía, pero cuando afronto un poema sé que estoy buscando eso y no otra cosa. Con la narrativa la experiencia es más compleja: en mi caso, la idea de una novela es el fruto de un largo proceso de maduración; el cuento, en cambio, es fruto de un chispazo. Ese distinto origen condiciona el género del texto.
Este año hemos tenido la firma Pedro Ugarte por partida doble porque muy poco antes de la novela publicó el libro de relatos El mundo de los Cabezas Vacías, un trabajo que se surte de la cotidianidad, siempre inagotable y tumultuosa.
Por circunstancias personales, estuve seis años sin publicar narrativa. La verdad es que no fueron años especialmente fecundos, pero aún así iban saliendo cosas. No es extraño, si uno es escritor, que seis años den para una novela y un puñado de cuentos. El mundo de los Cabezas Vacías se surte de esa cotidianidad que, en efecto, es inagotable y tumultuosa. Asombra lo irreal que llega a ser la realidad.
En sus relatos el humor es un elemento importante e irrumpe, a veces, en situaciones dramáticas manifestando, de nuevo, su capacidad salvadora: salva la realidad y también puede salvar un texto.
Creo en cierta capacidad redentora de la literatura. Pero es una creencia, cuidado, y como tal algo absolutamente opinable. En esa idea de la literatura es importante el humor, pero también cualquier otra manifestación de la inteligencia. Tenemos una pobre inteligencia de la que debemos hacer uso, al menos para levantar acta de lo que ocurre, y mostrar ante el universo nuestra perplejidad.
Su novela Casi inocentes acaba de ser llevada a la gran pantalla. ¿Cómo ha resultado la experiencia?
Es la segunda vez en que una de mis novelas se convierte en película. No he tenido una relación muy estrecha con el proyecto porque no he ejercido de guionista, pero lo que tengo claro es que el escritor no tiene derecho a condicionar esa otra forma artística que es una película. Lo que he visto de Casi inocentes, la verdad, me ha emocionado. Ver lo que has imaginado tomando cuerpo es una experiencia impresionante.