La desmesura del círculo
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El próximo sábado, 31 de marzo, en el marco del programa Las Noches poéticas, la escritora Ángela Serna presentará en el Bar Bilbobeer (calle Amistad, 4) su último poemario La desmesura del círculo/La démesure du cercle.
'Sala oscura' (marzo 2012)
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Los fogones de Hollywood están al rojo vivo, con una caldera repleta de títulos que nos llegan a las carteleras sin descanso. Y ya le gustaría a Vulcano semejante ritmo de trabajo si no fuera porque desde fuera uno tiene la sensación de que la mayor parte de las novedades que nos llegan huelen a pólvora mojada. Los guiones muchas veces apenas rozan el aprobado, los remakes se multiplican y la fragua ha de recurrir a otros trabajadores llegados del extranjero para mantenerse abierta. No es algo nuevo. El cine americano ha sabido fagocitar desde siempre a los creadores convirtiéndolos en algo propio: hasta son capaces de hacer que una película francesa se convierta en la protagonista de la última gala de los Oscars. En especial porque la cinta trata del cine, de los orígenes, de aquellos iluminados que supieron evolucionar del mudo al sonoro y seguir fabricando sueños. Se entiende, por tanto, que América importe directores europeos o que las estrellas del firmamento cinematográfico busquen otras manos por las que dejarse dirigir (véase los ejemplos de los nuevos trabajos de Juan Carlos Fresnadillo, Rodrigo Cortés o J.A. Bayona). Volviendo a los remakes, leía hace unas semanas que los estudios Dream Works y Working Title Films tienen previsto rodar una nueva versión de Rebeca, filme protagonizado por Laurence Olivier y Joan Fontaine con la que Alfred Hitchcock se estrenaba en Hollywood logrando, además, el Oscar a la mejor película. Incluso se rumorea que Sospecha, aquella cinta para el lucimiento de un ambiguo Cary Grant y de una tímida Joan Fontaine, también podría ser revisada con ojos de hoy. Y no deja de sorprender que desde Hollywood sigan empeñados en renovar los clásicos del Mago del Suspense. Ya lo hicieron en 1998 con Psicosis, engendro de Gus Van Sant calcando plano a plano, pero en color, uno de los títulos emblemáticos del cine de terror. Con pésimos resultados, como es obvio. Un despropósito parecido al que llevó a Jonathan Demme a rodar Charada, aquella película de Stanley Donen con Cary Gant y Audrey Hepburn. Se tituló La verdad sobre Charlie y los papeles principales fueron a parar a Mark Wahlberg y Thandie Newton. En fin, que la inconsciencia es atrevida.
Artículo aparecido en Luke.
Cuadernos Oxford (Marzo 2012)
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- Written by Pedro Tellería
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Francisco Taboada ha publicado un poemario sobre la escasez: se titula Palabras dactilares y lo ha editado Cantárida. Me gusta este libro de principio a fin porque comienza con unos versos meridianamente claros que a lo largo de los poemas tienen su corroboración: "lo que haré algún día / contra lo que ya no / tendré tiempo de hacer". ¿Poemas meditativos? Sí. ¿Poemas de la lucidez madura? También. ¿Poemas crepusculares? Desde luego.
Así es este libro. La alternancia entre poemas de cierta extensión con otros muy breves logra un equilibrio difícil de conseguir. El lector respira, piensa al hilo del poeta, encuentra esas reflexiones serenas que nos advierten de que de pronto la vida se pone un día cuesta abajo aunque se sienta todavía cuesta arriba. Y en medio están esos símbolos clásicos, sencillos pero profundos, que jalonan nuestra cultura desde la noche de los tiempos: el fuego de las pasiones frente a la ceniza del recuerdo, la luz de los sueños juveniles frente a la parca sombra de la realidad.
Y en medio, el poeta y el hombre se dan cuenta de que la existencia es sólo un grandioso malentendido provocado por el pensamiento excesivo y las palabras traidoras. ¿Y si éstas fueran mero artificio, trampa mortal para incautos? ¿Y si el aire, el fuego, lo sencillo en suma fuera la verdad?
Tal vez por eso, el primer poema retrata solamente a un pájaro que hace "Chuí". Quizá el diálogo entre un petirrojo y el agua estancada valga por todo lo que los hombres decimos, parece advertirnos Taboada.
Aparece en la revista Luke.
Videoentrevista a Luisa Etxenike en Luke
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http://www.youtube.com/watch?v=3-W69ZezsXI&feature=player_embedded
'El gato negro del amor' en El Cultural
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Gatos y el amor recorren este libro. Los gatos, diversos: el negro, el blanco, el gris, el azul, la gata, no son sino representaciones para la diversidad de situaciones a que da lugar el amor. O los temas en que se despliega lo que se suele nombrar como tema único: el amor. Está el deseo de amor que parece no llegar nunca, la escena del encuentro, la felicidad de la vivencia amorosa plena, la separación de los amantes, pero también la ruptura, la pérdida y entonces el recuerdo añorante o el lamento… No pretendo aquí dar una relación completa de las escenas que el amor llega a provocar, sino dejar dicha la complejidad temática.
Y no es gratuito llamar la atención sobre ello, pues los versos de El gato negro del amor son exploraciones por esa multiplicidad de situaciones y la utilización de los gatos como figuraciones es un instrumento que resulta, creo, de gran eficacia para poder seguir hablando en poesía del amor después de la inmensa biblioteca que los poetas han ido abasteciendo con sus discursos amorosos. Ello habla de la pericia poética de Kepa Murua (Zarautz, Guipúzcoa, 1962), bien demostrada en sus anteriores libros –y citaré al menos Las manos en alto y No es nada–; además están sus ensayos, y ha sido el editor de Bassarai, recientemente desaparecida tras una labor que merece todo el reconocimiento.
En sus publicaciones Murua ha ido construyendo un conjunto poético que, tras una aparente sencillez, rehuyendo el retoricismo, conforma ya una voz que no se confunde con los estilos, tendencias, etc., al uso en la república de los poetas. Ahora bien, esa sencillez es sólo aparente, pues esa forma de decir sirve a una visión poética de las cosas, como cuando se lee “Son días grises / en forma de corazón”, frase tan simple cuanto encantadora en su poder de evocación. Todo parece entenderse al tiempo que algo, un resto de significación, queda por dilucidar. A esa misma zona de oscuridad da respuesta el texto final, “Falta un poema”,donde lo que se ofrece es el poema que “se le parece” a otro no escrito, uno que se escribe “en la nieve” y que, por tanto, está ya borrándose. Es en este juego de decir y hacer saber que algo se está si no callando, quizá sólo susurrándose, donde reside una de las fortalezas poéticas de este libro y de la obra en general de Murua.
Dos declaraciones iluminan este quehacer: “He amado a las palabras /comoa los cuerpos sin darles un beso” expresa una toma de distancia: y la implicación “Cuando mi corazón estuvo fuera de mí / yo nunca pude escribir un poema”. Entre lo uno y lo otro, una escritura de excelencia. TÚA BLESA