Jesús Ortega reúne en Proyecto Escritorio imágenes y reflexiones a propósito de los espacios de escritura de autores contemporáneos en lengua española. El texto y foto pertenecen a Fernando Aramburu:
«Durante un tiempo lo estuve llamando atril, hasta que me convencí de que cometía una inexactitud. Es un pupitre, vocablo que de costumbre asociamos a las mesas de los escolares. Rara vez compro muebles. La tarea, quizá el placer, de comprarlos compete a la costilla. Así y todo, el pupitre lo compré yo, para mí, y por eso y porque, cuando lo necesito, no me niega la ayuda me siento orgulloso de tenerlo por amigo. Se atribuye a Nietzsche la afirmación según la cual quien escribe sentado piensa con el culo. A mi juicio, no deberíamos menospreciar ninguna parte del cuerpo. Un culo perspicaz puede ser francamente útil, quizá más útil que un cerebro. El caso es que el pupitre está pensado para que uno trabaje de pie. Obliga también a escribir a mano. Al menos yo no he hecho todavía la prueba de colocar el ordenador sobre el tablero inclinado. Puede que al cabo de dos o tres horas se me fatiguen las piernas. A cambio, no me duele la espalda ni paso sueño, achaques de los que no siempre estoy libre cuando trabajo sentado. El pupitre lo reservo para las tareas de orfebrería literaria. Me refiero a las correcciones a mano sobre la versión impresa del libro en el que esté ocupado. También a la toma de apuntes, a los resúmenes, a los bosquejos y esquemas; en fin, a esas cosillas que piden un tipo de atención distinto del que pide el ordenador, que es más oficinesco y de venga y dale. El pupitre invita a ser cuidadoso y poeta.»