Hace unos días, los vecinos de mi manzana apadrinamos a un paraguayo que vino por las fiestas y nos tenía desesperados. Se llamaba Darío y era uno de esos pelmas que llegan siempre en Aste Nagusia. Él decía que era artista. Y cantar cantaba, sí, pero hay que ver cómo cantaba el tío. Tenía poquita voz, pero fea, y suplía esa escasez con unos alaridos que ponían los pelos de punta. A las ocho de la mañana ya empezaba con “¡Nostalgiaaaaa, de sentir tu risa locaaaaa!” y así hasta las dos de la noche, cuando se despedía con El pájaro chogüí. No sé los demás vecinos, pero yo sí me encontré varias veces riéndome con una risa loca, fruto de la alteración nerviosa que me provocaba ese hombre. Porque además de cantar, también bailaba, animaba y dinamizaba. Sobre todo, dinamizaba. O sea, no callaba. Todo el día oyendo su “grasias, hermanos de otro continente, lindo Bilbao de mi corasón”. Agotador.

Total, que por culpa de Darío estábamos tan dinamizados que el tráfico de Trankimazin por los portales era ya preocupante. Así que nos reunimos unos cuantos y decidimos que lo que había que hacer era becarle, darle una especie de Erasmus local. Que era como decirle finamente que le ofrecíamos un dinerillo para que dinamizara otras zonas. O sea, para que se fuera al carajo de una santa vez. La negociación fue delicada, según algunos porque Darío era suspicaz, según otros porque era un chantajista de tomo y lomo. Pero finalmente se llegó a un acuerdo. El tío sacó su tajadita, pero nosotros nos lo ahorramos en ansiolíticos, que también salen por una pasta.

Unos dijeron que se había ido a Santutxu, otros que a Ercilla. Y daba gloria acostarte sin oír que “¡Cuenta la leyenda que en un árbol se encontraba encaramado un indiesito guaraníííí…!” Pero claro, ni los de Santutxu ni los de Ercilla se chupan el dedo. Ellos también aflojaron la mosca. Y ahí tenemos a Darío de vuelta. Ahora nos lo vamos rotando. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que el loro de nuestra calle se ha aprendido sus lindas cansiones y ahora le hace a Darío el dueto en Recuerdos de Ypacaraí. Nosotros hemos vuelto al Trankimazin.

Artículo aparecido en El País el 25 de agosto de 2012