El pasado viernes un programa de investigación mostraba cómo diferentes profesionales ofrecían a un falso cliente que solicitaba un presupuesto, la posibilidad de pagar sin factura, sin IVA. Incluso alguno había que incluso incitaba a hacerlo.

Muchos de ellos lo hacían por teléfono, sin el mínimo pudor.

Y así ocurría con autónomos de varios gremios, letrados que incluso orientan al defraudador para ocultar el delito, agentes inmobiliarios que sugieren poner la propiedad a nombre de una empresa en Gibraltar, particulares en la compra-venta de un piso...

Había incluso quien confesaba estar de baja y por tanto no podía emitir factura.

Por otro lado, muchas de las cosas que pagamos, una copa de vino, el pan, las chuches, un corte de pelo, el lavado del coche... y miles más, llevan gravado el IVA, que pagamos. Como no pedimos factura, ni siquiera un ticket, la declaración de ese IVA que hemos pagado queda en manos de la profesionalidad y honestidad de quien lo percibe. Pero cuando éste no lo declara, va a engrosar la bolsa de economía sumergida.

El ciudadano medio, en general, es receptivo cuando se le ofrece la posibilidad de ahorrarse una parte del importe a cambio de no recibir una factura.

Es decir, que los mismos que salimos a protestar contra nuestros políticos por la desastrosa gestión y el mangoneo generalizado, también defraudamos aunque a una escala muy inferior.

Tenemos los políticos que nos merecemos: en el país de los ladrones, el golfo es rey.

Aparecido en el diario El Correo.