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En breve estará en la calle Andrómeda encadenada (Alberdania), el poemario con el que Fátima Frutos obtuvo el último Premio Kutxa Ciudad de Irún de Poesía.Os paso la referencia que la editorial hace de la obra:
"¿Qué habita en las almas de las mujeres que entregaron su vida a una causa? ¿Cuál es la estela de Artemisia Gentileschi, Irena Sendler o Carolina Coronado?
Fátima Frutos exhuma verso a verso a éstas y a otras mujeres, reales y ficticias, que a lo largo de la historia de nuestro mundo hicieron de la lucha por la dignidad el sentido de su existencia, y, al hacerlo, se busca a sí misma en todas ellas. De igual manera se interroga sobre cómo se puede sortear al Espacio y al Tiempo en el recorrido hacia el Amor o cuáles son las leyes de la Física que contribuyen a que memoricemos las experiencias eróticas. En las estrofas de “Andrómeda Encadenada” se esconden los secretos con los que la Naturaleza se hace presente en el deseo de unión de dos cuerpos. Finalmente, la autora se pregunta qué parte de la eternidad somos y de qué modo accedemos a ella, e intenta encontrar una respuesta de la mano de los grandes maestros de la lírica germánica, como Novalis o Hölderlin. Y siguiendo al gran físico y filósofo Carl Friedrich von Weizsäcker, que le sirve de guía desde el más allá, nos adentra poema tras poema en una concepción diáfana y personal de un Universo infinito pero acogedor. El objetivo último de todo ello es trazar una mirada en que la Felicidad se muestra como una exigencia dentro de la propia Vida."
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El vigilante del fiordo (Tusquets) es el título del nuevo libro de Fernando Aramburu, con el que el escritor donostiarra vuelve a los relatos tras Los peces de la amargura. El que da título a la colección narra la historia del vigilante número 155, un hombre de mediana edad destinado a una inhóspita cabaña solitaria, en las orillas de un fiordo noruego. Su misión consiste en alertar de la presencia de terroristas en la zona, por lo que debe permanecer atento día y noche. Esa situación de pesadilla está íntimamente relacionada con el enloquecedor sentimiento de culpa que asedia a un funcionario de prisiones. La angustia provocada por el terrorismo está presente también en "Chavales con gorra", donde el miedo empuja a un matrimonio a huir de ciudad en ciudad, y en "Carne rota", un puzzle de vivencias de varios personajes en la tragedia del 11-M. El vigilante del fiordo ofrece ocho relatos en los que Aramburu, "con una escritura tersa e implacable, logra de nuevo sacudirnos con historias memorables, que subrayan lo que de dramático y heroico, pero también de miserable, atroz y absurdo, hay en el alma humana".
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- Escrito por Juan Bas
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De la mano de Editorial Alberdania, acaban de salir nueve de mis libros en formato digital, cada uno de ellos a 4'90 euros. Los títulos que la editorial ha digitalizado son los siguientes:
Páginas ocultas de la historia (escrito con Fernando Marías, 1999) (edición revisada para formato digital en 2010)
La taberna de los 3 monos y otros cuentos alrededor del póquer (2000)
El oro de los carlistas (2001)
Alacranes en su tinta (2002) (edición revisada para formato digital en 2010)
Tratado sobre la resaca (2003) (edición revisada para formato digital en 2010)
La cuenta atrás (2004)
Voracidad (2006)
La resaca del amor (2009)
En mi furor interno y otros jocosos surrealismos semánticos (2011)
Podéis descargaros alguno de los ejemplares pinchando aquí. Para más información sobre estos libros.
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Al borde del tiempo azul es el título del nuevo poemario de Sergio Arrieta que publicará la editorial Nautical Union Works y que en breve entrará en máquinas. Por el momento os dejo la sugerente portada. Arrieta avisa: sus poemas van a sorprender a más de uno. Y conociéndole, me lo creo. Toda la información la tenéis al pinchar en la imagen.
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Hoy en la página web de El Cultural, aparece un adelanto del próximo volumen de relatos de Fernando Aramburu, El vigilante del fiordo, cuya publicación está prevista para el mes de mayo. Edita Tusquets.
Carne rota
SU PADRE dice hijo, cuando entremos, si me ves llorar, no te asustes, tú sigue adelante, son cosas mías, sólo venir aquí me parte el alma, pero te lo llevo prometiendo desde hace tiempo y hoy cumplo, Borja, ya no lo retraso más. De nuevo marzo, mediodía, han dicho que va a llover. Si quieres no entramos, papá, me basta con lo que me has contado y con ver el apeadero por fuera. Bancos rojos, la cubierta sostenida por columnas, el reloj fijado a una de ellas. El apeadero tiene pinta de haber sido renovado. Llega un tren que se dirige a Alcalá. Baja gente, sube gente. Una señora lleva un perro pequeño en brazos. El perro viste una especie de chaleco. Un chaval con auriculares se sube a un vagón cuando ya van a cerrar las puertas. Todo el mundo está vivo, no hay duda, anda, respira y todo eso. El tren arranca. El tren toma velocidad. El tren se pierde de vista por el fondo. Cables del tendido eléctrico, el brillo de los rieles, nubes. Para entonces el padre, me da un no sé qué volver a este lugar, y el hijo se han quedado solos en el andén. Una paloma busca desperdicios comestibles por el suelo meneando la cabeza adelante y atrás como acostumbran las palomas. Ahí fue. Han pasado los años como pasan los trenes. Uno, otro, otro. El niño dirige la mirada hacia donde señala la manga vacía de su padre. ¿Ves la papelera roja? A un costado de la papelera va y viene la paloma. Pues más o menos por ese sitio anduve tirado, aunque yo de la papelera no me acuerdo, no me preguntes cómo salí del tren porque no lo sé, quizá volé por los aires. Yo sentía un calor muy grande en la cara mientras me arrastraba por el suelo. Olía mucho a carne quemada, el calor se me desplazó hasta un hombro y después, imagínate, me fue bajando, yo creía que por el pecho pero tuvo que ser por el brazo, y cuando se me figuró que me había llegado al vientre me dije la has jodido, Ramón, tienes un agujero y de esta no sales. El silencio y la humareda, un silencio de tímpanos reventados, y por último gente que venía a ayudar y gente que huía con sus buenas piernas y sus buenos ojos y todo el cuerpo completo, menuda suerte, aunque algunos sangraran por la nariz. Todavía no eran las ocho de la mañana. Levanté así un poco la cabeza para mirar dónde se me había parado aquel calor que se estaba convirtiendo en un hormigueo cada vez más intenso y no vi ningún agujero, lo que vi es que de medio antebrazo para abajo no había más que unas tiras de tela empapadas de sangre, y me acordé de tu madre en casa y de ti también, que eras tan pequeñito, te había dejado dormido en la cuna y no sabía cómo te podría acariciar en adelante si me faltaba la mano. (sigue)