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Entrevista a Willy Uribe en El País, con motivo de la reedición de su novela Sé que mi padre decía:
Willy Uribe se considera un escritor minoritario. “No se me lee mucho, pero estoy tranquilo. Mi escritura es a largo plazo. No tengo prisa”. Quizá por eso se ha tomado con calma los azares que ha corrido Sé que mi padre decía, una de sus mejores novelas, por no decir la mejor. Se publicó en 2008; en 2009, ganó el Premio Memorial Silverio Cañada. Luego cerró la editorial que la sacó, El Andén, y adiós. Hasta ahora. La acaba de reeditar Los libros del Lince. Esta editorial también ha rescatado Allí donde ETA asesinó, un proyecto iniciado para el periódico digital Factual y que a punto estuvo de truncarse. De ello hablamos por teléfono y por correo electrónico.
Ismael estuvo seis años en la legión. Su ex mujer le pide que vaya a Bilbao para chantajear a Julen, amigo de la infancia de Ismael. Parece fácil, pero las cosas se ponen muy duras cuando un pistolero etarra se mete en el negocio. Sé que mi padre decía es una novela negra muy literaria, sin concesiones.
Vascos muy vascos, de buena cuna, acostumbrados a robar, trapichear y montar burdeles y etarras que también quieren mojar en el negocio. “Sé que mi padre decía no trata de esparcir porquería hacia todos lados, pero el sambenito de la honradez de los vascos no me agrada. El nivel de respeto, tanto moral como físico, no es un aspecto en el que la sociedad vasca puntúe alto. De todos modos, mis personajes no son paradigmas, se limitan a nacer, vivir y morir en un lugar determinado, en este caso Euskadi, un espacio en el que los condicionantes son poderosos”.
Ante esta tropa, Ismael casi parece un angelito. “Es un hombre apagado, ni siquiera un antihéroe. Un desesperado sin duende y alejado de la épica, los laureles y la escenografía, recursos muy comunes en Euskadi. Eso le diferencia del resto de un modo notable”.
A Ismael no le perdonan que haya sido “legionario español”. “Durante muchos años, y eso es algo que ha marcado la paranoia identitaria en Euskadi, ser español era una condición que se vivía en silencio. Sentirse español en público, decirlo o insinuarlo, era algo peligroso porque la manada era vasca y con sus buenos cuernos. Yo hice la mili en un cuartel de Euskadi a finales de los ochenta y conocí algunos suboficiales vascos. La vida que llevaban no se la deseo a nadie”
Sé que mi padre decía muestra un paisaje en el que impera el secretismo, la ocultación, el prohibido preguntar, la desconfianza, el miedo… “Describo las sensaciones más trágicas que Euskadi ha dejado en mí durante cuatro décadas. Provengo de una familia nacionalista y vivo en una sociedad nacionalista. Conozco las claves, los modos, el lenguaje, los silencios, los tiempos. Y no porque los haya estudiado, sino porque los he experimentado”.
El mar está casi siempre presente, de una manera u otra, en los libros de Willy Uribe (Bilbao, 1965). Siempre le gustó, pero a los 12 años fue como una revelación. “Coger olas y escribir. Sobre todo, poesía y algún relatillo”. También fotografiar. Es tan buen fotógrafo como escritor. Nanga fue su primer libro y ha publicado también Cuadrante Las Planas, Revancha y Los que hemos amado.
Su menos que antihéroe Ismael cree que el origen de todos sus problemas está en que es una buena persona. “Tengo un amigo que no ve el por qué de los apuros judiciales por los que está pasando Iñaki Urdangarin. ‘¿Y qué ha hecho de malo?’ pregunta. ‘¿Es que es ilegal intentar ganar dinero? Los delincuentes, en todo caso, serán Matas, Camps y compañía’. Y se queda tan ancho porque realmente lo cree así. Supongo que, seguido, imagina qué haría él con tanta pasta. Por fortuna, hay mucha gente que no piensa igual. Ismael era uno de ellos, pero las circunstancias le han llevado a traicionarse a sí mismo. Toma el papel de corrupto sin rodaje previo y cuando ya es demasiado tarde”.
A Uribe se le ha comparado con Highsmith, con Hammett, con Goodis. “Quien ha establecido esa comparación tiene las claves. A Goodis no le he leído, sí algo de Hammett y de Highsmith y no me reconozco. En novela negra me veo más cerca de Jim Thompson, pero mis referentes son distintos. Faulkner, Maugham, Conrad, Hemingway o Pinilla, por ejemplo. Cortázar y Vargas Llosa también, aunque nada tenga que ver con ellos. Como nada tengo que ver con Cela y Sender y me parecen escritores muy sólidos. Eso por decir algunos nombres, porque las novedades no cesan para un escritor que no lee tanto como se piensa en un escritor. Hace poco he leído a Cunqueiro por primera vez y he disfrutado mucho. Lo que sí me gusta es que el escritor no se esconda, encontrar en sus obras rasgos que yo imagino suyos, personales. Eso me ayuda a profundizar en su narrativa y en su actitud ante las sociedades y el tiempo que les tocó vivir”.
Allí donde ETA asesinó, con prólogo del lehendakari, Patxi López, es un libro estremecedor: reúne fotografías de los escenarios de los asesinatos de ETA el día de su aniversario y la misma hora. Uribe habla en este libro del hecho diferencial vasco: “Casi mil muertos”. “Una cifra que echa por tierra los mitos de honor de los vascos y pone en primera línea su lado más violento e irracional. La tribu y el clan pueden ser muy románticos y las faldas le quedan de cojones a William Wallace (nacionalista escocés del siglo XIII), pero suponen una regresión. Enfocar la independencia desde el asesinato ha sido un error sostenido, mayúsculo y trágico”.
Uribe no se muestra complaciente con el PNV. “Ahora se disfrazan de escoceses; antes, de Asterix y Obelix”. “Hay toda una galería de lugares comunes románticos. Hay cierto orgullo por la lucha al que no quieren renunciar”. “Es importante”, dice, “prescindir de muchos mitos en Euskadi”.
Afirma en Allí donde ETA mató que no tiene la objetividad suficiente para contemplar esas terribles imágenes como espectador. “Yo sé que los vascos, sobre todo aquellos que no hemos jaleado a ETA, debemos hacer un esfuerzo para lograr una sociedad más sana, pero el lenguaje que emplea la izquierda patriótica vasca, el recuerdo tan reciente de su violencia cotidiana, lo orgullosos que están de sus asesinatos, no facilita esa tarea”.
El sentido de la decepción le dice que es difícil creer en nada. “Demasiados manifiestos que tan solo les pertenecen a ellos, demasiadas palabras huecas y mentiras”.
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En estos tiempos en los que parece que todo (información, opinión, ensayo y ficción) está, más o menos superficialmente en la red, hay que volver al papel puro y duro, periódicos y libros - en ediciones tan cuidadas como ésta de la que nos ocupamos- para encontrar reflexión más serena y profunda sobre el mundo en qué vivimos. Y por qué leer un libro en un buen sillón en una tarde gris nunca dejára de ser el mejor de los planes.
Es el caso de El detective de sonidos (Ed. Libros de Pizarra) la última novela de Luisa Etxenike (San Sebastián, 1957), escritora que tiene en su haber una larga lista de novelas (Querida Teresa, Los peces negros, Efectos secundarios) y relatos (La historia de amor de Margarita Maura).
Etxenike, que es columnista habitual del El País (edición País Vasco), debe ser seguramente la única escritora vasca que ha recibido el Premio Euskadi (en 2009 por El ángulo ciego) y la distinción por parte de la República Francesa de "caballero de la Orden de las Artes y las Letras", en 2007.
Novela negra blanca
Y es el caso porque en esta novela "negra blanca" reflexiona precisamente sobre la hipercomunicación de la que gozamos actualmente gracias a los servicios que nos prestan las nuevas tecnologías y el "aislamiento" que paralelamente sufren los seres humanos involucrados en esa "ilusión de comunicación", como la define Etxenique, en conversación con RTVE.es. La novela sorprenderá al menos por dos motivos que apunta su autora "la ironía, el humor que me cuestan" y " porque "es una novela contra los estereotipos asignados a las edades"
Y nos enfrenta -desde un personaje lo suficientemente raro como para intrigarnos- a tormentas que todos, más tarde o más temprano debemos encarar, como la enfermedad, la vejez y la muerte de un ser querido.
La escritora, acostumbrada a construir historias con personajes jóvenes, ha creado aquí su novela más "transgeneracional". Su protagonista (que no tiene nombre porque aún no ha conformado realmente su personalidad aunque le veremos madurar a ojos vista ) se mueve con absoluta soltura en la red, pero padece una absoluta desconexión con su propia historia familiar.
Comienza publicando un anuncio que dice "se hacen biografías sonoras", pensando en confeccionar playlists de canciones, y termina comprando una plancha (pero no de vapor, sino eléctrica, de viaje), como las que durante años utilizó su padre para planchar las sábanas de cama de su madre, en cama por una larguísima y grave enfermedad.
El hecho de este inicio para el personaje en la novela responde como nos cuenta Etxenike a su afición por el "arte sonoro" -ella también ha grabado conversaciones con sus seres queridos- como a los detalles sonoros -tan difíciles de concretar en papel- que ella siempre echó de menos en los relatos.
Los clientes singulares
Entre el anuncio y la compra de la plancha, atenderá a dos clientes singulares. Una señora, la señora Urrutia, una anciana científica con especial sensibilidad sonora que le pide precisamente eso que él ofrece. Recuperar los sonidos fundamentales de su vida para comprender su vida y poder morir en paz. (Podéis escuchar una reflexión de la señora Urrutia -que explica muy bien este interes por lo sonoro-en el audio de Radio 5, a la izquierda)
El otro, reconduce el trabajo de nuestro protagonista y le convierte en escribano y editor de un blog en el que irá desvelando su pasado. Un blog sin posibilidad de comentarios en el que irá narrando -de entrada en entrada- asépticamente un negro y mercenario pasado en el que manipuló vidas y voluntades. Cada texto, cada entrada que el amanuense copia en el blog, interrumpe esta intrahistoria del cliente, en su mejor momento, jugando con el suspense.
Escribirá para uno y grabará expresamente sonidos para la otra (desde el sonido de un remo hasta el de una pareja haciendo el amor) e incluso para no perder nada grabará sus deliciosas conversaciones con la Sra. Urrutia. Y todas estas tareas, removerán todo el universo interior del detective, como también puede ocurrir con el lector.
Las orillas remotas
Como sabiamente explica la Sra. Urrutia, el hecho de escribir una palabra en un buscador, nos puede llevar hasta una orilla remota. Y esto ocurre en esta novela que refleja también, como explica su autora "el funcionamiento en red". Las historias a las que se enfrentan remueven el universo interior del "detective de sonidos", así como también del lector. A cada palabra, gesto o sonido provenientes de sus clientes, va superponiendo vivencias propias.
Todo ello le llevará a romper el bloqueo emocional que le impidió afrontar la enfermedad y presencia de su madre, a lo largo de una grave enfermedad. A comprender que vio de cerca el amor en la persona de su padre, desvivido por cuidar a su esposa. Y a montar en parelelo, su propio auto-psicoanálisis sonoro que le llevará a...
No digo más, porque ya he contado bastante. Para conocer el desenlace hay que leer El detective de sonidos. Una novela joven, actual, diferente que uno puede leer sin descanso intrigado por los avatares de las distintas tramas entrelazadas o simplemente disfrutando de su lenguaje claro y sincero, plagado de mínimos y precisos detalles descriptivos (que despiertan insospechado reflejos emotivos en lector ) y que son, sin duda, lo más grande de esta novela.
Ver todo el artículo pinchando aquí.
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Esther Zorrozua quería contar en «Fuga para un pianista» (Alberdania) una historia de amor. «Se dice que detrás de un gran hombre suele haber una mujer y pensaba que desde el siglo XX también sucede al revés. Empecé de ahí, pero después de escribir unas cien páginas murió la mujer, el hombre quedó solo y surgió otro tema: cómo vivir la vida con dignidad hasta el último momento».
El hombre se siente solo, vacío. Pronto va a cumplir 90 años; todos sus amigos han ido muriendo, con la familia tampoco tiene una relación muy estrecha y, por lo tanto, elige a una persona de fuera para arreglar su situación, porque es una persona que necesita ayuda. «Nunca ha tenido amigos íntimos, siempre ha vivido un poco solo, sobre todo tras morir su esposa. Entonces, decidió que continuaría su camino solo, sin la ayuda de nadie. Y, tal vez, eligió el camino equivocado».
Desde el punto de vista del editor, Jorge Giménez Bech, dejando a un lado el tema, lo más atractivo de este libro es la manera de contar que tiene Zorrozua, cómo aborda este complicado tema que tiene tantas aristas, cómo lleva al lector como en un paseo por el bosque.
Aparecido en Gara.
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Entrevista a Pedro Tellería aparecida en el programa Pompas de papel de Radio Euskadi con motivo de la publicación de su primera novela, Un asunto muerto (Arte Activo). Aparecida el 18 de febrero.
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Comentario sobre el último libro de relatos de Juan Carlos Márquez, Llenad la Tierra (finalista del premio Euskadi 2011) en el blog El placer de la lectura:
Este libro viajó a Panamá y al ver el nombre de su autor un amigo escritor me dijo: me han dicho que hay que leerlo, que es de los mejores del momento. Y yo lo hice y mi sensación es que llevo tiempo perdiéndome algo. Juan Carlos Márquez (Bilbao, 1967) es una voz que no había escuchado y he de confesar que con este “Llenad la tierra (Menoscuarto, 2010) ha conseguido un nuevo lector.
Márquez sencillamente consigue que sus historias se pueblen de profundidad. Nos son los típicos cuentos de lectura rápida en el metro en el avión. Se van posando en el fondo de la conciencia, van compactándose para hacerse difíciles de dejar. Son en su atmósfera y su fondo grandes construcciones literarias con vocación de permanencia.
Hay tres cuentos que para mí son los mejores de este excelente libro y que, en las circunstancias que han acompañado la lectura del mismo, los convierte en crónica de mi vida en estos tiempos.
El primero, sin orden ninguno, es el orden integral que es la más perfecta narración sobre las consecuencias cósmicas de faltar a “los principios de la fila”, de “guardar la vez”, de la “cola del supermercado”. Un cuento breve que produce en el lector la vieja sensación de sentirse narrado de ser parte de lo que lee. Para mí, que me vi envuelto en un altercado de fila por faltar a sus principios me hizo salir del supermercado con una sonrisilla cómplice con Juan Carlos Márquez y su cuento en el fondo de la memoria.
Después está “El corazón de mi padre” una maravilla de cuento que combina lo fantástico con lo cotidiano, muy en la línea de “La Metamorfosis” de Kafka y de un cuento de Matías Candeira, “El extraño” (por citar a algún escritor cercano) que extraen de este binomio una profunda reflexión sobre la vida.
Pero el que definitivamente es mi favorito de “Llenad la Tierra” es “Papá, mírame, un cuento cargado de las inseguridades que habitan en todo padre. La historia transcurre entre la vigilia y el sueño, donde la obsesión por la seguridad del hijo crece por momentos. La familia vive en un piso alto y con terraza. Las posibilidades de un accidente pueblan la mente del padre. El final, conmovedor y rotundo se los recomiendo leer. Con este cuento Juan Carlos Márquez consigue producir en el lector un vuelco vertiginoso, de esos que te llevas para siempre como parte de tu bagaje vital.
Ha conseguido la Literatura y la Literatura practicada por Juan Carlos Márquez ensartar una serie de grandes historias con personajes cotidianos, salpicados de la magia de la realidad y teñido con los luminosos grises de la realidad.
Cuentos que nos acercan por el texto a unas poderosas reflexiones sobre lo que implica formar parte de esta locura que llamamos sociedad, vía la familia, ese núcleo cada vez más disperso y renovado que la sustenta.
Para los que no conocíamos a Juan Carlos Márquez esta es una muy buena oportunidad de buscar el resto de su obra. Para sus incondicionales lectores un motivo de fiesta y una confirmación, eso me dicen, de la grandeza literaria de este brillante escritor.
Pedro Crenes