Entrevista a Juan Infante en el suplemento cultural 'Pérgola' del mes de julio, incluido en el periódico Bilbao:
"A veces las novelas surgen de la lectura de otras. Es lo que le ocurrió a Juan Infante tras acabar La jungla de asfalto, del escritor W.R. Burnett, en la que se teoriza sobre el atraco a un banco. “Me preguntaba cómo es posible que los americanos lo analicen todo, incluso sobre la posibilidad o no de robar un banco. Se hablaba en ella de la teoría de los dos minutos, el tiempo que tienes para llevar a cabo una acción antes de que la policía sea capaz de reaccionar”. Infante comenzó entonces a idear su novela en la que aparecía la bilbaína calle Ledesma, “cuando era pequeña y sucia y me fascinaban los convoys que llegaban al portalón del Banco de España”.
Y para ello nada mejor que recurrir a dos personajes ya empleados por Infante en El crimen de Cienfuegos, el sargento Puchades y el inspector Fabretti. Aunque en esta ocasión, Puchades, “esa especie de Torrente vasco”, aparezca sólo de forma marginal para dar paso a una inspectora de la Ertzaintza. “Hay gente que me dice que le gustan mis personajes y quizás por eso repito. Me parece que algunos pueden enlazar así con una novela anterior”. Incluso pensó en volver a María Urcelay, ese personaje un poco disparatado y yonki de Asesinato en Santurce, aunque finalmente vio que no tenía cabida.
Quince millones (Hiria) se convierte así en una obra “muy ligada a la ciudad de Bilbao, porque creo que existe una tradición que hace que la novela negra esté pegada a la ciudad. Lo hacía Vázquez Montalbán cuando en sus novelas aparecían locales muy de Barcelona, y lo hace también gente como Donna León o Ginénez Bartlett”. Además, Infante se halla a gusto en la novela negra, “soy lector y afionado, me encuentro cómodo escribiendo sobre robos o asesinatos. No me veo contando historias sobre mi vida personal”, señala.
En su nueva incursión narrativa incorpora algunas novedades que escapan de las calles bilbaínas. Uno de sus personajes es un abogado gaditano, un personaje interesado “en la manzanilla y en la música de Rocío Jurado”, apunta. “He pasado veranos en la bahía de Cádiz; tuve incluso dos clientes en las cárceles de la zona que me permitieron además describir los escenarios con conocimiento de causa”. Y plantear asimismo “esas relaciones entre diferentes cuerpos policiales más fáciles y fluidas de lo que la gente podría pensar”.
Todo ello en favor de una novela que conducirá al lector hacia una pregunta: ¿puede cometerse el robo perfecto? ¿Y puede la Ertzaintza impedirlo? Pero eso sólo se sabrá tras la lectura de estos Quince millones."