Porque hay más vida más allá de la soledad del escritor. Del vértigo de la página en blanco. De las dudas entre líneas. Hay otras voces, otros miedos, otros caminos que llevan a un mismo libro, a una misma historia, a muchos sentimientos. El primer laberinto que tomamos es la ilustración. Muchas veces subordinada y relegada a actriz secundaria en favor de la obra escrita, este otro lenguaje toma, cada vez más, el papel protagonista que merece. Sara Morante, actual Premio Euskadi de Ilustración por 'La Flor Roja' de Vsévolod Garshín (Nevsky Prospects 2011) nos lleva de la mano por su manera de trabajar y de sentir cada proyecto que emprende.
¿Recuerda el primer libro que ilustró?
'Señal', un poemario de Raúl Vacas con una mimada edición a cargo de Mundanalrüido. Está articulado en tres capítulos que contienen cerca de quince poemas y quince illustraciones cada uno; Pasión, Soledad y Muerte, como las heridas de Miguel Hernández. Fue mi primera experiencia como ilustradora y me lancé a la piscina, allá por el año 2009, con un trabajo que tenía mucha dificultad, ya que se trataba de interpretar poesía, siempre tan ambigua, con el añadido de ir dirigido a un lectores adultos. Disfruté y sufrí este trabajo durante un año y estoy muy contenta con el resultado, creo que fui afortunada, primero porque la editorial me escogió a mí, sin ninguna experiencia en la ilustración profesional, y segundo porque comenzar mi trayectoria ilustrando un poemario para adultos me ayudó a confirmar mi vocación y entrar en un campo en el que me siento muy agusto: la ilustración literaria para adultos.
Para empezar a trabajar sobre una obra literaria, ¿Necesita mucha información, documentación previa?
Sí, procuro documentarme tanto sobre el autor que escribe la obra como sobre el momento geográfico, histórico, el contexto social, etc... intento tratar con rigor estos temas, no sólo para que quede reflejado en las ilustraciones y ayude a crear ese ambiente y escenarios, sino también porque para mí es muy importante conocer bien todos los detalles que rodean esa obra. Para el libro 'Los Zapatos Rojos' no solo investigué sobre la vida de H. C. Andersen, que considero muy relevante a la hora de comprender mejor sus cuentos y no tratarlos de forma superficial, sino que busqué mucha información sobre el modo de vida luterano, el arte y cultura vigentes en la Dinamarca de ese momento, la forma de vestir y de decorar el interior de las casas y muy especialmente me interesé por la religión protestante. También investigué mucho cuando ilustré 'La Flor Roja', ya que me tuve que situar en un “manicomio” ucraniano de 1890, para ello fue muy necesario buscar información sobre cómo eran estos lugares allí y entonces, y no solo eso, sino que para comprender mejor al personaje, el enfermo, me fue necesario conocer más las enfermedades mentales cuyo síntoma fuera el delirio. Al final no toda esta información queda reflejada en las ilustraciones, pero siempre permanece el poso, que que ayuda a armar la historia gráfica, y también me concede seguridad a la hora de afrontar la tarea y meterme en esos zarzales.
¿Necesita tener el libro muy presente para ilustrarlo?
Para mí es importante hacer una buena lectura del texto y, como he contado antes, documentarme sobre lo que rodea esta obra, pero a partir de ahí intento caminar sola, paralelamente al texto, dando mi lectura personal e intentando aunar mi imaginario con el imaginario propio del libro; mi intención es contar esa misma historia, pero con mis propias palabras, que son los dibujos.
¿Habló mucho con Patricia Esteban Erlés para ilustrar ‘Casa de Muñecas’?
Patricia Esteban Erlés y yo estuvimos “tricotando” 'Casa de Muñecas' durante un año. Ella dedicó ese tiempo a dar forma a la casa, escogiendo los microcuentos que formarían parte del libro, mientras tanto yo era una mera espectadora que se mordía las uñas deseando empezar a ilustrar aquellas historias. Una vez que comencé a trabajar sobre el texto final Patricia y yo hablábamos todos los días, bien fuera por teléfono o por email, el contacto fue diario, pero su papel ahí fue más bien el de la compañera que te anima, intervino poco en mi trabajo, y es que Patricia aprecia mucho la labor de un ilustrador; sabe que el ilustrador ha de ofrecer esa lectura paralela del texto. Tal es así que fue ella quien me propuso, en un principio, hacer la ilustración para la cubierta de 'Casa de Muñecas', y una vez nos fuimos tratando, surgió la idea de convertir el libro de microrrelatos en un libro de microrrelatos ilustrado.
¿Le hubiese gustado conversar con Wharton, Garshín, Austen mientras ilustraba sus obras?
No sé si tendría la misma suerte con ellos como he tenido con Patricia, tan respetuosa y empática, pero desde luego me hubiera encantado simplemente conocer a Wharton, Garshín y Austen por lo fascinantes que debían ser. Correría el riesgo; sí, me hubiera gustado.
¿Qué libro y/o autor le ha planteado más dudas?
'Los Watson', de Jane Austen. No conocía mucho su obra, había leído alguno de sus libros, pero lo cierto es que me costó pasar del ambiente un poco más hostil y sórdido de mis anteriores trabajos a este ambiente tan gentil y civilizado que podemos encontrar en los títulos de Austen. Una vez que percibí esa crítica velada a las normas sociales, tan injustas con la mujer, y esa ironía fina de la autora, conecté rápido con ella.
¿Es necesario que le guste un libro para ilustrarlo?
Se puede ilustrar un libro que no te guste, pero no quedaría contenta con el resultado. Para ilustrar un libro y quedar satisfecho con el trabajo creo que es necesario meterse dentro de la historia, empatizar con los personajes y ver tus dibujos ahí. Si el texto no te gusta, esa parte de la labor es imposible y por lo tanto no se puede hacer un buen trabajo.
¿Qué papel juegan los editores en su trabajo?
Los editores con los que yo trabajo suelen apreciar mucho el trabajo de los ilustradores a la hora de interpretar los textos; buscan un tipo de ilustración que aporte algo a la historia, y editan libros formados por el trabajo de dos autores. No me suelen imponer criterios, y me dan libertad a la hora de escoger tanto las partes del texto que ilustro como el propio estilo con el que lo hago. Es posible que sugieran cambios, sobre todo a la hora de maquetar, pero no hay imposición.
¿Alguna vez se le ha resistido un libro?
Sí. Textos con los que no conecto y por lo tanto, como explico arriba, no ha sido posible aventurarse mucho más.
¿Qué libro le encantaría ilustrar?
'El baile', de Irène Némirovsky. De hecho, tengo algunas ilustraciones inspiradas en esta historia, y forman parte de un proyecto personal. Tal vez debería hablar con su editorial en España.
¿Cree que se puede ilustrar cualquier obra literaria?
He ilustrado poesía, cuento, microcuento, narrativa, ensayo,... se puede ilustrar teatro... creo que todo es ilustrable, siempre y cuando te guste.
Una vez terminado un trabajo, ¿Vuelve a sus dibujos e ilustraciones? ¿Los usa como referencias para futuros proyectos?
Creo que cualquier trabajo que haga ahora es fruto de lo que hice antes, siempre quedará ese poso, aunque intento evolucionar con cada libro y no repetir recursos.
¿Cómo consigue que cada trabajo no se parezca al anterior sin perder su firma?
Por un lado, el texto te sitúa en una historia diferente cada vez, con distintos personajes y otros matices que pueden pasar desapercibidos pero que intento buscar cuando hago las primeras lecturas del texto. Por otro lado, tengo un imaginario personal amplio, como todos los ilustradores y gente que se dedica a labores creativas en general, y tengo recursos para diferentes libros, voy echando mano de ellos. La ilustración literaria es contar una historia con palabras, pero también sirve para canalizar nuestra creatividad; el libro es el soporte y la oportunidad para hacerlo, y el resultado final es algo tan completo como la literatura ilustrada.
Cuando lee, como una lectora más, ¿imagina dibujos, ilustraciones?
Cada vez más, supongo que es deformación profesional. Y no solo eso, cuando leo libros que me emocionan y que veo claramente ilustrados, rápidamente compruebo si es posible ofrecérselo a algún editor.
¿Le ha tentado alguna vez la escritura?
Escribo desde siempre, desde que era pequeña que escribía mis propios cuentos en una Olivetti portátil que había por casa, y también los ilustraba, pero siento que escribiendo soy como una ciega en una habitación que no conoce, no controlo bien los límites. Supongo que es algo que requiere oficio y no debo dejarlo, porque lo cierto es que me gusta.
Imagínese que publica un libro como escritora, ¿Quién le gustaría que lo ilustrase?