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Un ejercicio de filosofía visual
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- Escrito por Javier Otaola
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Las fotografías de Sebastián Utreras que se recogen en este libro editado con artístico valor por la Editorial masonica han de permitir a los que se asomen a sus páginas una aproximación a la vida de una logia masónica en un modo que se aproxima más que otros a la experiencia vital de tantos masones y masonas: a través de la belleza. Las fotografías de Sebastián Utreras atrapan por su magia visual, por su personalísima perspectiva, por una belleza sencilla y potente que muestra la poesía de los gestos, los símbolos y los ritos que se trabajan en las logias.
Sebastián Utreras podía haber escogido otras logias, en Londres, o en Berlin, en Paris o en Nueva York, quizá más nutridas y numerosas, con oficiales adornados con hermosos mandiles y majestuosos collares, logias más ricas, cargadas de cierta pompa y esplendor, tan del gusto de la masonería anglosajona. No exentas tampoco de su propia belleza solemne pero siempre amenazadas de falsificación por causa de un halo de poder real o imaginario que fácilmente puede oscurecer su capacidad de esclarecimiento. Sebastián Utreras ha fijado su objetivo en una logia chilena, en una pequeña población, en un inmueble corriente; una logia en la que hombres y mujeres trabajan en pie de igualdad, de condición social común, hecha con materiales también sencillos, incluso modestos. Eso le permite mostrar la sabiduría, la fuerza y la belleza del simbolismo masónico en todo su esplendor, sin dorados y oropeles, que brillan con resplandor engañoso pero que no dan luz sino que tantas veces ofuscan y envanecen.
Las fotografías de Sebastián Utreras ponen de manifiesto cómo el método masónico, con unos pocos elementos materiales, con seriedad verdaderamente filosófica es capaz de romper la costra de nuestra conciencia cotidiana, distraída de nuestro ser, y crear una intimidad convocada en la que podemos encontrarnos con otros y con nosotros mismos en un nivel de radicalidad y de comunicación que es literalmente extra-ordinario. Quien lo ha probado lo sabe.
Eso es posible creo yo porque hay una especial poética en las imágenes, escenas y gestos que producimos en Logia. El escenario de un taller masónico trabajando no es sólo un lugar para el intercambio de ideas, el diálogo y para la palabra. Esa palabra y ese diálogo se producen en una atmósfera poetizada por la presencia de símbolos, dinamizada por un ritual en el que todos tenemos un papel y gracias al cual también nosotros nos convertimos en símbolos, unos y otras, en un juego de miradas mutuas.
La palabra griega poiesi, raíz de nuestra palabra poesía, significa ‘creación’, o ‘producción’. Viene a su vez de palabra poien que dice ‘hacer’ o ‘realizar’. Platón define en El banquete el término poiesis como «la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser».
Martin Heidegger explica la poiesis como «el florecer de la flor, el salir de una mariposa de su capullo, la caída de una cascada cuando la nieve comienza a derretirse». Con estas analogías el filósofo alemán destaca el momento significativo que se produce en el momento de la transformación cuando algo comienza a dejar de ser lo que aún es y comienza a ser lo que no todavía no es.
Si el método masónico que se practica en las logias del Oficio, es como pienso, un trabajo teórico y una iniciación práctica al ser –una invitación al esclarecimiento de nuestro ser- entonces estas reflexiones sobre la belleza poética y la virtualidad poiética –creadora y recreadora- del simbolismo masónico son plenamente pertinentes.
Lo primero que me atrajo de las hermosas imágenes de Sebastián Utreras fue la sencillez de los elementos con los que logra transmitir la belleza y la potencia del ritual masónico. Los juegos de luces y sombras nos evocan nuestras propias luces y sombras interiores, las muchas dudas y las pocas certezas sobre las que pretendemos cimentarnos.
Me gusta también la seriedad del ritual masónico que refleja el objetivo de Sebastián Utreras. Una seriedad que no es lúgubre sino alegre a pesar de que el trabajo de la logia tiene la gravedad de las cosas radicales que se refieren a cuestiones esenciales como la vida y la muerte, el sentido y el sinsentido, el amor y la justicia, la comunicación y la incomunicación, la libertad y la responsabilidad, la fraternidad y la soledad. Hay una clara alegría en la sencillez de los elementos simbólicos, en la naturalidad de los gestos, en la pureza de las intenciones que capta el ojo de Sebastián Utreras. Una alegría que no deriva del aturdimiento de la conciencia sino de su esclarecimiento, una alegría que se refuerza en los lazos fraternales y en el respeto que debe respirarse en la logia. Una alegría que no se agota sino que se renueva constantemente con la llegada de nuevos hombres y mujeres que aportan su itinerario biográfico, su experiencia vital, los afectos de su corazón y las luces de su inteligencia enriqueciendo así a todo la logia.
La Mirada que nos presenta Sebastián Utreras con sus magníficas fotografías nos muestra la logia como una representación del Mundo, como un microcosmos que incluye las tres faces del mundo humano:
a) En primer lugar el mundo de las cosas, de los lugares, de la naturaleza y de los acontecimientos que nos rodean, que aparece representado por el cielo estrellado, el sol, la luna….
b) También el mundo de nuestro ser interior, el mundo de nuestra conciencia, de nuestra psicología, evocado por el mosaico negro y blanco, y por las luces que nos iluminan en logia.
c) Finalmente el mundo de las relaciones con los otros y otras, representado por los demás hermanos y hermanas que nos evocan los lazos de la familia, la cultura y la historia.
La Logia es una representación a pequeña escala de esa triple condición de nuestro mundo en el que estamos y en el que debemos encontrar nuestras posibilidades de ser. La logia y el ritual masónico nos recuerdan constantemente la frase del maestro Ortega y Gasset: Yo soy yo [mi yo interior] y mi circunstancia [mi entorno natural, cultural e histórico] y si no salvo mi circunstancia no me salvo a mí mismo.
Las fotografías de Sebastián Utreras visitan todo el ritual masónico en Logia. La llegada de los hermanos y hermanas, el encuentro en la sala de pasos perdidos, la preparación de la logia, el ceremonial de apertura de los trabajos y la entrada en logia que nos marcan el umbral entre el tiempo profano y el tiempo masónico, la preparación de nuestra conciencia alerta, el encendido de luces, que nos invita a buscar la luz en nosotros y en aquellos que nos acompañan, el ritual de iniciación que representa de una manera sucinta pero potente el curso íntegro del método masónico, la cámara de reflexión, los viajes del iniciado, –el momento de la disolución, de la búsqueda, del hallazgo, de la confirmación y del despliegue- , una tenida al aire libre que nos descubre cómo el universo mismo es una especie de Gran Logia en la que todos trabajamos, la cadena de unión que evoca el lazo de la fraternidad que nos une a los otros, la ceremonia fúnebre de la columna truncada, los oficios y oficiales de la logia, la Venerable Maestra, lo Vigilantes, los Aprendices, los Compañeros, los Maestros…la escuadra y el compás, las herramientas… y todas esas imágenes, evocadoras, nos hablan en su hermoso silencio de una experiencia filosófica, de un encuentro, de un lazo de fraternidad. La genialidad del trabajo de Sebastián Utreras es la naturalidad con la que muestra la estética del decorum masónico, una estética y una poesía que se quieren poner al servicio del hombre y de la mujer de hoy, como lo hizo en el pasado, del hombre y de la mujer, que como Goethe son de la estirpe que de lo oscuro a lo claro aspiran.
Una reseña olvidada de 'Ficcionarium'
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Una reseña que se nos había pasado por alto del último libro de Fernando Palazuelos, Ficcionarium (Baile del sol). La firma Pedro Tellería para 'Mugalari' del diario Gara.
Fernando Palazuelos (Bilbao, 1965) continúa en su constante y discreta dedicación a la literatura. Tras publicar La memoria de los esclavos la primavera pasada, Baile del Sol edita ahora Ficcionarium. Premiado como narrador y dramaturgo, y con incursiones en la poesía, Palazuelos ha facturado un libro personal: un compendio de textos breves y en general narrativos que, ambientados en distintas épocas, tienen como idea-motor el juego entre ficción, realidad, historia y azar. Reconoce el autor deudas e inspiración al final del volumen. Borges, por ejemplo, pero también Monterroso o el vasco Ugarte. Detrás de todos está el relato y el más moderno, y a veces sobreexplotado, microrrelato.
Palazuelos ha dividido el volumen en tres partes y ha clasificado los textos en verídicos, híbridos y ficticios. Buena parte alberga personajes históricos como Bonaparte, Charlie Parker, Nabucodonosor o Ampère, para los que el bilbaíno confecciona un traje ficticio que los disfraza de personajes literarios.
¿De qué murió Zumalacárregui?
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- Escrito por Ascensión Badiola
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La novela de la historiadora bilbaína Ascensión Badiola recupera y actualiza la figura del militar guipuzcoano. Aparecido el 22 de enero en Deia:
ES citar a Zumalacárregui o a los carlistas y a todos los lectores les vendrá a la mente parte de la memoria que, paradójicamente, pocos conocemos bien. El nombre de una calle de nuestros pueblos, la imagen romántica de aquel general, también los sentimientos contrarios hacia sus ideas. Sin embargo, una vez más, para mal y para bien, hablamos... sabiendo muy poco.
Durante estos días, los escaparates muestran una nueva y esclarecedora referencia literaria. No es un ensayo. Lleva por título La bala que mató al General y hace referencia a aquel militar llamado Tomás de Zumalacárregui, nacido en Ormaiztegi y fallecido en Zegama tras haber sido herido de muerte en la toma de Bilbao. La autora de esta novela, Ascensión Badiola Ariztimuño (Bilbao, 1961), remonta al apasionado lector a los siglos XVIII y XIX a través de una trama en la que hurde espionaje, intriga y alta política de la primera Guerra Carlista.
La bala que mató al General, la segunda novela de Badiola, es una historia de ficción alrededor del general guipuzcoano, "un héroe a caballo entre la leyenda y el romanticismo de una guerra completamente olvidada en nuestros días", enfatiza la prolífica escritora vizcaina, que en 2011 publicó tres libros.
En esta novela, Badiola ha buscado, sobre todo, entretener con una historia impactante y también resucitar la figura de "uno de los generales más respetados por sus propios enemigos, por su rectitud y honradez y por la forma que tuvo de poner en jaque a los soldados de la reina con apenas un grupo de campesinos que no estaban preparados para la guerra", expone la también escritora de La ría de los franceses. Zumalacárregui reunió a los partidarios carlistas y organizó un ejército que utilizó la guerra de guerrillas como táctica para intentar otorgar la sucesión al trono a Carlos María Isidro de Borbón, tras la muerte de Fernando VII.
La novela publicada por De Librum Tremens narra, además, la forma en que ocurrieron los sucesos alrededor de este hombre, que no es, sin embargo, el personaje central de la novela. No obstante, la autora se ha documentado debidamente con abundante bibliografía, entre la que ella destaca la obra de Karl Friedrich Henningsen, el oficial inglés que luchó junto a Zumalacárregui. Aquí han tenido un papel importante los archivos digitales de la Fundación Sancho el Sabio y las visitas al museo dedicado a este icono en Ormaiztegi, pueblo natal del general. Con ello, Badiola aporta información puntual de quiénes fueron los carlistas, relata las acciones de Viana y de Alegría, entre otras, y cómo se desarrolló el conflicto hasta la muerte de este militar.
EL HIJO FUSILA AL PADRE El arranque del libro deja con la boca abierta al lector: un oficial carlista fusila a su padre, soldado cristino. Con ello, la autora sumerge a quien adquiere el libro en una historia de intriga y espionaje que pretende desvelar a lo largo de sus páginas el litigio mantenido entre los dos protagonistas de ficción, padre e hijo, y para ello recurre a narrar una trama de alta política, que mantiene en vilo al lector hasta la última línea.
Y es que quién no ha oído hablar de algún antepasado carlista o ha sentido la curiosidad en algún momento por saber con concreción quiénes fueron y qué papel representaron a lo largo de la historia. Pues bien, La bala que mató al General, además de entretener con una lectura amena, que atrapa, ofrece la posibilidad de obtener información de una parte de la historia reciente sin hacer ningún esfuerzo supletorio. De algún modo, Badiola aporta su grano a la tan en boga memoria histórica, como hiciera hace escasos meses con el interesante ensayo Cárceles y campos de concentración de Bizkaia (1937-1940), que incluye nombres de más de 9.000 represaliados por el franquismo.
"La parte de la historia que más me apasiona es la contemporánea, del siglo XVIII en adelante. Actualmente, estoy escribiendo una novela que tiene que ver con la guerrilla en la Guerra de la Independencia, pero será más bien para 2013, de cara al 200º aniversario de la victoriosa batalla de Vitoria, que supuso la expulsión definitiva de José I Bonaparte", avanza Ascensión a DEIA.
Las ventas de este relato con el general Zumalacárregui como uno de sus protagonistas van a buen ritmo. "Estamos muy contentos", valora esta licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales y diplomada en Estudios Avanzados de Historia. Su trama cabalga por el género histórico, la intriga, el espionaje, la política y también la psicología profunda de los personajes en conflicto. "Sí, nos sumergimos de lleno en una de las guerras más crueles del siglo XIX", valora Ascensión, que deja con la intriga al lector al preguntarle qué bala fue la que mató al general Zumalacárregui: "Eso me lo tendrás que contestar tú cuando hayas finalizado de leer la novela. Si en Estados Unidos hubieran tenido un personaje tan interesante como él, a día de hoy ya le habrían hecho una película. Sin duda".