Paseo por los cafés literarios de París. Los principales -La Closerie des Lilas, Les Deux Magots y Flore- se encuentran situados en el distrito 6 de la ciudad y empezaron a cobijar talentos en el siglo XIX. El visitante sabe que ahí se guarda la memoria de una bohemia creativa. La Closerie des Lilas, ahora transfomado en restaurante y piano-bar, era el sitio en que se reunían los escritores naturalistas como Zola, los simbolistas de Baudelaire, los solitarios de Apollinaire. Fue también el lugar donde Jarry disparó a un espejo y Lenin preparó estrategias revolucionarias en partidas de ajedrez que disputaba contra el poeta Paul Fort. Sentado en el extremo ideológico opuesto, Pound compuso parte de sus Cantos. Pronto llegarían los surrealistas de Breton y la vanguardia pictórica. Después lo frecuentaron Beckett, Ionesco y los compañeros de su teatro del absurdo y los bebedores americanos escasamente santos (Fitzgerald, Hemingway). Los consumidores buscan en las mesas de madera los nombres de los artistas escritos en placas metálicas.
Los otros dos cafés están unidos por una decena de pasos. A Les Deux Magots acudían, con sus tormentas visionarias, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé. Queneau, Leiris y Bataille se citaban en el Café de Flore, que tuvo dos clientes casi inamovibles, Beauvoir y Sartre, quienes durante décadas apenas pasaban unas horas diarias en su propio domicilio. Trabajaron, comieron, conspiraron entre ruidos populares y calefacción gratuita. Los tres recintos son instituciones que otorgan anualmente sus premios de literatura. Y nunca falta el turista silencioso que celebra algún homenaje con la lectura de unas páginas en las penumbras interiores.
Artículo publicado el pasado 8 de febrero en El Cultural.