Pocas son las prendas que presentan tal versatilidad. Objetos indisociables para las damas de alta alcurnia que abandonaban distraídamente para que les fuera devuelto por el caballero escogido. Con millones tocaron sus cabezas los hippies en los 70. Los lucieron deportistas a modo de diadema y se anudan al cuello en las fiestas de muchos pueblos. Secaron el sudor, taponaron heridas o improvisaron torniquetes en miles de películas. Ondearon al viento en muchos andenes para llorar un adiós y junto al claxon salvaron muchas vidas al permitir franquear el paso a través de un tráfico espeso. Indicados para saludar a distancia, recoger pruebas de un crimen, transportar mariposas o guardar el perfume de la mujer deseada. De todos los colores podremos verlos en en un espectáculo de magia. Formaban parte de la indumentaria de los cowboys para protegerse del polvo de la tierra árida.
Hoy día las damas de alta alcurnia usan iPhones. Los hippies están al borde de la extinción. Está prohibido circular con urgencia y en muchos casos, el papel de celulosa y la camiseta rotulada han sustituido al pañuelo tradicional. La magia está a otro nivel y los cowboys conducen camionetas que no levantan polvo del asfalto que cubrió el camino de tierra. El pañuelo se usa hoy para otros fines: borrar las huellas de un delito, ocultar el rostro de una mujer por imposición religiosa, ocultar el rostro avergonzado del corrupto a la salida de un juzgado o alabar la faena de un torero para pedir orejas o rabo. Injusta involución para una prenda tan solidaria.
Aparecido el 6 de noviembre en El Correo.