Entrevista a la escritora Espido Freire con motivo de la publicación de La flor del Norte (Planeta), su primera incursión en la novela histórica.
"Los vikingos, dicen, eran gente fuerte y valiente. Protagonistas de grandes batallas, moradores de tierras inhóspitas. Incansables. Sin embargo, la princesa que mandaron allá por el siglo XIII a casar con un hermano de Alfonso X el Sabio no parece que cumpliera esas normas. Cristina «era contradictoria, tenía un punto de cobardía y estaba muy alejada de la imagen de princesa vikinga que nos ha llegado filtrada por la Disney y el cómic…», describe la escritora Espido Freire. Esa es, al menos, la protagonista de 'La flor del Norte' (Planeta), la primera incursión de la autora en el terreno de la novela histórica.
Y es que Cristina, hija y hermana de reyes noruegos (al mismo tiempo, porque por entonces padre e hijo compartían la regencia), no tuvo lo que se dice una buena vida. Llegó a Sevilla con 24 años y murió con 28 de una dolencia extraña que la fue dejando paralizada. No es que haya mucho escrito sobre ella. «Como tantas princesas, sólo aparece en las crónicas de manera anecdótica», dice Freire. Eso la ha convertido en leyenda y también en un personaje digno de ser novelado.
Una vida sin privilegios«Cristina me fascina», subraya la autora. Le plantea preguntas y le permite convertir a la princesa en suya, darle voz y pensamientos. «Mi Cristina estaba enferma y sola y se engañaba mucho. Apenas nos cuenta nada de sí misma, sino que nos habla de su familia y de su reino».
Era una princesa que se «quedó a medias». Murió sin descendencia y prácticamente sin haber vivido en su nueva tierra. Cuentan las crónicas que murió de pena tan lejos de Noruega; o tal vez fuera por el cambio de aires. No se descarta un envenenamiento. Así que a la escritora le surgen dudas. «¿Y si ya estaba enferma cuando la enviaron aquí? ¿Por qué la casaron tan tarde, si con 24 años una ya era una solterona? ¿No era tan guapa como se decía o qué? ¿Quisieron deshacerse de ella?».Lo que está claro es que no vivió una vida de privilegios, como correspondía a su cargo, pues su padre y hermano la mandaron lejos, sin concederle tierras y sin posibilidad de volver a verla.
En fin, que aunque fue un personaje real, poco se sabe de ella. Apenas que murió con una promesa incumplida: erigir en su tierra de adopción una capilla en honor de san Olav. Casualidades de la vida, esa capilla está a punto de ser terminada en Covarrubias, Burgos, la localidad donde está enterrada la vikinga. «Llevo un diario de casualidades por consejo de un amigo, y con este libro me han pasado unas cuantas», dice la escritora.
También ha podido comprobar cómo la leyenda de la princesa venida del frío mueve a gente muy distinta. Unos joyeros con los que suele colaborar han hecho un anillo recordando su historia y una amiga cocinera prepara unas galletas en su honor.