“Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la amanita phaloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto”
Así, con voz de niña que hace ya tiempo que ha dejado de serlo, comienza la novela de la autora norteamericana Shirley Jackson 'Siempre hemos vivido en el Castillo'.
Una novela gótica que te atrapa desde el primer capítulo, cuando Mary Katherine, narradora de la historia, abandona la aristocrática mansión de los Blackwood y se desplaza al pueblo vecino para comprar comida. Mientras camina por la calle, va sintiendo un ambiente cargado de hostilidad y odio de sus habitantes hacía ella, un odio que se adivina antiguo, que se hace aun más patente dentro del colmado hasta que Mary Katherine regresa a la mansión, protegida de los de fuera por un muro y alambre de espino.
Porque en realidad la mansión Blackwood, haciendo honor a su título, es un castillo. El muro es la muralla y el alambre de espino, el foso. Allí dentro viven recluidos y aislados del mundo tres personajes de cuento; Constance, la hermana mayor de Mary Katherine, una especie de hada madrina, el tío Julián, el rey superviviente de la dinastía y Mary Katherine, la joven princesa. La vida de esos personajes es feliz dentro de su rutina; Constance, en la cocina elaborando menús, recetas de repostería y embotando mermeladas, el tío Julián escribiendo sus memorias y Mary Katherine inmersa en su mundo fantástico e irreal, correteando por el bosque que rodea la finca y jugando con su gato Jonás.
Sin embargo, a pesar de ese ambiente aparentemente idílico, hay algo que te inquieta y desasosiega. A medida que te adentras en la lectura, intuyes que algo terrible ha sucedido en la mansión seis años atrás, cuando una noche, cinco miembros de esa misma familia perecieron en el comedor de la casa.
Pero esa armonía y orden doméstico se rompe cuando aparece por allí el codicioso primo Charles, que despierta la sexualidad dormida de Constance y la animadversión de Mary Katherine, provocando una catarsis de consecuencias trágicas.
Creo que no debo de hablar más del argumento de la novela. Confieso me ha impactado y confieso también que no conocía a su autora. Más tarde me he enterado que fue maestra en el género de terror, hasta tal punto que influyó en Stephen King, que escribió cuentos para niños y una obra teatral titulada “The Bad Children, basada en el clásico Hansel y Gretel, que se caso con el prestigioso crítico literario, Stanley Edgar Hyman, que tuvo una vida complicada debido a su neurosis, enfermedades psicosomáticas y obesidad mórbida y que murió en 1965 mientras dormía de un ataque al corazón, a la edad de 48 años.
En fin, recomiendo vivamente la lectura de “Siempre hemos vivido en el castillo” de Shirley Jackson, editada por MINUSCULA.