No existe una forma pacífica e inocente de referirse a este tipo de literatura,  que es conocida con diferentes apelativos, cada uno de ellos con un particular matiz: detection story (novela de detección) en Gran Bretaña, novela negra, novela criminal, polar en Francia..., pero todos nos entendemos cuando nos referimos a "novela policíaca" y suponemos que se trata de un tipo de literatura en la que aparece necesariamente un crimen, normalmente un asesinato, ya que cualquier otro delito no tiene la tensión requerida para prestar suspense al relato, y en que de una manera directa o indirecta aparecen envueltas las instituciones policiales y judiciales de un país.

Esa variedad de denominaciones responde a ciertas diferencias de matiz o particularidades dentro del género. En la detection story la gracia de la historia suele estar en la dificultad de llegar a descubrir al asesino, el medio social en el que se desarrolla este tipo de historia suele ser acomodado o francamente alto, los medios de comisión del crimen complejos y la dificultad casi nunca radica en coger físicamente al criminal sino en llegar a interpretar, en comprender, las confusas pistas del delito y a veces las extrañas motivaciones del delincuente: en descubrir al criminal. En muchos caso el investigador es un policía (Maigret, Petra Delicado, Bevilacqua-Chamorro, Montalbano, Felicidad Olaizola…) en otros es un detective privado, o incluso un abogado (Perry Mason, Licinio Salinas): Sherlock Holmes, Hercules Poirot... o bien puede ser también algún personaje colocado, como por casualidad en el lugar del crimen: el Padre Brown (Chesterton), Mrs. Marple (Agatha Cristhie), el rabino David Small (H. Kemelman). Es muy significativa la importancia que tanto en el caso del padre Brown, como en el del rabino Small tiene en la investigación del delito, el sentido teológico del Mal que tienen ambos “detectives”, y son precisamente estos dos caso los que me llevan a pensar que en el fondo de toda la novela policíaca hay una innevitable cuestión teológica, naturalmente no explícita en torno a la libertad humana y en torno al mal.

La detection story encuentra su matriz social e intelectual en la islas británicas y es entre los súbditos de Su Graciosa Majestad entre los que ha tenido más adeptos y una mayor pléyade de creadores, además de los ya citados, tenemos en nuestras librerías multitud de títulos de Julian Symons, P. D. James —también en la obra de P. D. James hay una innegable resonancia ética en el análisis de los personajes que por una razón o por otra se ven envueltos en el crimen o en su investigación—, Ruth Rendell...

Siempre me ha llamado la atención la superioridad de la literatura anglosajona respecto a la hispana en este terreno, no sólo en cuanto a la creación sino también en cuanto al disfrute, siendo por lo demás la literatura en español lo suficientemente creativa para poder brillar en cualquier género, pero este hecho no es una casualidad.

La implantación del gusto por la novela detectivesca requería de varias condiciones materiales y mentales que se dan con creces en las Islas. En primer lugar un cierto desarrollo económico con la consiguiente "urbanización" de las costumbres y una extensa clase media. Sólo en el ambiente ciudadano alcanza su pleno desarrollo la organización policial y judicial, en ese ambiente se da la libertad y el anonimato que permite el doble juego de los personajes de la novela policíaca detectivesca. No tiene porqué tratase de una gran ciudad pero en todo caso tiene que estar involucrados gentes de la ciudad aún cuando los hechos puedan llegar a suceder en el campo.

Además del desarrollo económico hacen falta también unas instituciones jurídicas dotadas de legitimidad que permitan creer en una forma de justicia legal: en el fondo de la novela policíaca subyace una convicción justiciera, incluso una inevitable moralina. Esa Justicia será todo lo deficiente que se quiera, pero debe ser una Justicia al fin y al cabo.

Y además de la Justicia: la libertad.

Es decir es imprescindible la libertad de expresión, la capacidad crítica para ver la sombra del crimen en medio de la sociedad, para criticar las torpezas de la policía, de los poderes económicos o sociales que pueden verse involucrados en el crimen. Son habituales ente los famosos detectives de ficción las actitudes de superioridad frente a los métodos de la policía, o bien por su supuesta falta de imaginación, o bien por los hábitos de la mentalidad burocrática. Son proverbiales la fanfarronería y el sentimiento de superioridad intelectual de Sherlock Holmes: "Elemental, querido Watson", o de Hercules Poirot, o de Nero Wolf, o la superioridad moral con la que miran la policía personajes como Carvalho (Vazquez Montalbán), o Philip Marlowe (Raymond Chandler). Sin embargo tampoco falta el contrapunto del policía cabal, íntegro e inteligente al estilo del inspector Maigret (Simenon), típico representante de la tradición policial de la Francia republicana: austero, metódico,...un verdadero y probo funcionario; o el inspector Dalgliesh (P.D. James), un gentelman de Scotland Yard, que además publica exquisitos libros de poemas; o Laidlaw el paradógico y anticonvencional policía de Glasgow (McIlvanney), o quizá el mas interesante de todos por lo que tienen sus novelas de documental: Roger Borniche, un verdadero policía que al final de sus carrera ha escrito una serie de novelas en las que al estilo del género, relata algunos de los grandes casos en los que participó, dando a la novela una típica perspectiva policial. Algunos de sus libros al llegado incluso al Cine; encarnados por Jean Luc Tritignan: Flic Story en el que relata las captura de Emile Buisson uno de los mas famosos asesinos de Francia de los últimos tiempos (100 atracos, 20 asesinatos), y otros títulos como René La Canne, Le Gang, Le Play-boy, le Maltais… desgraciadamente ninguno de ellos traducido al español.

simenonEn la novela negra lo más relevante no suele ser tanto la pesquisa intelectual sobre quién puede ser el asesino, que en muchos casos es conocido desde el principio, como la peripecia para llegar a detenerlo. En muchos casos el crimen no se comete digamos por una persona "legal" sino que es obra de un profesional del delito o por lo menos de alguien colocado claramente al margen de la Ley. Los medios de comisión no suelen ser en absoluto sofisticados, nada de venenos o estiletes, simplemente un buen disparo con arma de fuego.

El ambiente en el que se desarrolla la novela en este estilo "negro" es mucho mas violento que en el estilo "claro", y normalmente de un gran realismo en los detalles., y responde a la distinta sociología de la sociedad norteamericana donde tuvo su cuna este tipo de novela. En el caso de España esa ambientación responde a mi juicio al realismo crítico de sus autores y a la escaso prestigio de la policía de investigación en España en la que la institución policial sólo ha comenzado a prestigiarse, y muy paulatinamente a partir de la consolidación democrática.

La dureza del estilo "negro" y el fondo ideológico mucho mas crítico respecto de la legalidad institucional ha propiciado el predominio en este estilo de los detectives privados sobre los investigadores policiales. La edad de oro de este estilo fueron los años 20, los años del gangsterismo en los Estados Unidos con autores como Dashiell Hammet y su detective Sam Spade, un hombre duro, en la linea hard boiled (hervido a fuego fuerte) de Cosecha Roja, o el mismo Raymond Chandler con su Ph. Marlowe, descreído, individualista e insobornable. (El Largo Adiós, Sueño eterno...) perfectamente identificable con el gesto desdeñoso y melodramático de Bogart.

Cada una de las dos líneas, la "clara" y la "negra" representan dos aproximaciones diferentes al mundo del delito, no sólo desde el punto de vista estético sino también ético. Aquella se interesa por lo que el crimen puede tener de atractivo para quien vive dentro de la "normalidad", como una opción personal por EL MAL con mayúsculas, la segunda, en cambio, se interesa por la exploración de aquellas zonas oscuras de la sociedad, atraída por lo que Vázquez Montalbán llama la "poética del subsuelo", en las que el Mal vive permanentemente instalado sin ningún embozo, quizá como resultado del propio "orden" social o quizá como resultado inevitable de cualquier clase de orden que expulsa a una serie de individuos a sus márgenes.

En todo caso la novela policíaca, bien sea de enigma o negra, no es una simple literatura de kiosco sino que ha alcanzado ya un nivel de calidad creativa que la hace comparable a cualquier otro producto literario. Tiene, eso sí, algunas convenciones que la gobiernan implacablemente, pero nos permite a aquellos que le dedicamos afición sentir la inquietante presencia de "las sombras" que fatalmente rodean todo lo humano. Ese inquietante sentimiento no está exento de placer porque nos hace, quizá un poco más cínicos, pero también nos permite apreciar en su verdadero valor lo que de luminoso hay en el ser humano, varón y mujer.

Tengo que reconocerme aficionado a la novela policíaca, y me alegra el predicamento actual de este tipo de literatura entre nosotros —sin que por ello sea partidario del "lector de género".

Creo que es educativo no perder de vista "nuestras sombras", llegar incluso a jugar con ellas —torearlas—, ser conscientes de su existencia,  no olvidar que en la condición humana están trenzadas de una manera inextrincable las pulsiones de vida y las de muerte, de amor y odio.

Esa conciencia del mal no tiene por qué hacernos tristes sino simplemente menos ingenuos y más críticos.