Hace aproximadamente un año que descubrí a la escritora irlandesa Edna O´Brien y su primera novela editada en España por Errata Naturae, 'Las chicas de campo'. Esta novela sacudió la sociedad de la católica Irlanda hace cincuenta años y fue considerada escandalosa y obscena, hasta tal punto, que el párroco de su aldea natal quemó tres ejemplares en la plaza pública.
'Las chicas de campo' reveló al mundo una escritora joven, valiente y con ganas de liberarse de las ataduras religiosas y familiares, pues no hay duda de que es una novela autobiográfica. Una autora que tenía mucho que contar y lo hizo por medio de una escritura sencilla, fresca y apasionada.
A través de sus personajes, Caithleen y Baba, dos chicas de campo, narra la historia de la Irlanda rural de esa época, en un país pobre, atrasado y lleno de prejuicios religiosos. Cuenta la vida de estas jóvenes desde que son niñas hasta que, ya adolescentes, son enviadas a estudiar internas a un convento de monjas. Las duras y terribles condiciones que deben sufrir en ese colegio las hacen sentirse como si estuviesen en una cárcel y urden un plan para que las expulsen; un plan, en mi opinión, diabólico y cómico a la vez. Al final consiguen realizar su sueño, trasladarse a Dublin, donde Caithleen se colocará como dependienta en una tienda de ultramarinos, mientras Baba seguirá otros derroteros. Caithleen es tímida, introvertida, aplicada, buena estudiante. Baba, atrevida, desenvuelta, desvergonzada y “pasa” totalmente de estudiar. En realidad se trata del “alter ego” de Caithleen, que se deja arrastrar por ella a quien, en el fondo, admira y, a la vez, teme.Según propias palabras de la autora, “en Irlanda había una censura terrible, todo era malo. Los católicos irlandeses han sido peores que los españoles, cualquier cosa era pecado y reinaba un ambiente de continua opresión, al menos en España tenían sol y eso debía de mitigar bastante”.
Confieso que he disfrutado mucho con la lectura de este libro que te atrapa desde sus primeras páginas. Hasta he llegado a identificarme y recordar mis tiempos de niñez y adolescencia -yo también me eduqué en un colegio de monjas dentro de un país oprimido y no guardo muy buen recuerdo de ello precisamente-. Me ha emocionado y hasta me he reído, ya que entre sus páginas, a menudo dramáticas, siempre asoma un resquicio para el humor y la ternura.
Ni que decir tiene que cuando en el mes de mayo de este año, descubrí en la Feria del Libro de Madrid, “La chica de ojos verdes”, editado también por Errata Naturae, me puse contentísima. “La chica de ojos verdes”, es la continuación de “Las chicas de campo” y, aunque sigue con las andanzas dublinesas de Caithleen y Baba, se centra en el personaje de Caithleen y su relación con Eugene, un intelectual maduro, al que idealiza y proyecta todos sus sueños y esperanzas.
En fin, recomiendo a los que aún no lo hayan hecho la lectura de estas dos novelas, no se arrepentirán se lo aseguro.
María Jesús Leza